Cada verano (aunque ya sucede prácticamente todo el año) asistimos en las costas canarias y andaluzas a una de las consecuencias de la llamada globalización: la huida de la juventud más preparada de países sin presente ni futuro hacia el sueño de una vida digna en Europa. Muchas vidas puestas en juego, muchas muertes. Y la respuesta casi única del gobierno español junto con la Unión Europea, es controlar el flujo migratorio con patrulleras y sistemas de detección cada vez más avanzados. Es decir, se trata de atajar el problemas por sus consecuencias, no por las raíces: buena manera de hacer que el problema crezca sin parar.
Sería mucho más fructífero empeñarse a todos los niveles (política económica, comercial, en la ONU y UE) en prestar toda la ayuda necesaria para que el África subsahariana tuviera un futuro esperanzador para que nadie tuviera que emigrar por necesidad. Y que hechos como el de Malta nos avergüencen a todos.
Lavoisier
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