Lo primero que se denunció del fenómeno botellón fueron las molestias: ruídos, basura, peleas, gente haciendo sus necesidades en la calle, música a todo volumen, coches descontrolados... Después se encendieron las luces de alarma por la cantidad de jóvenes, muchos adolescentes, que han de ser atendidos por intoxicaciones etílicas cada fin de semana. Hoy, algunos de estos adolescentes de ayer que se iniciaron en el botellón son alchólicos, justo a la edad en la que debieran comenzar la búsqueda de un empleo que les haga tomar las riendas de su vida.
Pobre primer mundo enfermo...
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