Según los cálculos de los economistas" alternativos" (y no necesariamente los más austeros), nuestro planeta posee recursos suficientes para que, combinados con el actual desarrollo de la tecnología humana, resultase posible una alimentación mejor que adecuada (no sólo suficiente) para toda la población mundial y la que esté por venir durante el próximo siglo. Por ello, hace más de un cuarto de siglo, las naciones del mundo se marcaron la fechadel año 2015 para la erradicación del hambre. Dichas naciones no fueron estúpidas "visionarias" en cuanto "a lo que sería posible en el futuro",lo fueron en cuanto a la fe que pusieron en el "sentido común de la
especie humana".
Además, según los "estadistas de lo posible", o de las potencialidades del hombre, si se prefiere, una adecuada racionalización en el uso de los recursos actualmente existentes permitiría la elevación de la calidad de vida de todos los habitantes del planeta hasta niveles considerados mejores que óptimos. Esa racionalización de los recursos de la que hablan estos estadistas pasa por: evitar el despilfarro energético y la "obsolesencia programada" de los productos, por poner en funcionamiento las energías renovables (con las técnicas ya desarrolladas; no habría que esperar a "inventar" nada nuevo), por eliminar la industria armamentística y, con ella, las cruentas guerras existentes (la mayoría de ellas generadas o mantenidas interesadamente para“dar salida” al "stock bélico"), y, fundamentalmente, por educar a la población en el consumo ecológico, solidario y con sentido común.
Como se ve, no se trata de un esfuerzo que solo hayan de realizar los gobernantes;al mismo han de contribuir, también, empresas y ciudadanos. Los gobernantes habrán de, orientar las adecuadas políticas económicas, los empresarios deberán gestionar ecológicamente los recursos,
desechando la desmedida ambición por la “maximización” de beneficios a cualquier precio para, a cambio, obtener un rendimiento humanamente positivo, y, finalmente, los ciudadanos tendremos que poner en práctica un consumo responsable y una participación de la misma naturaleza en la toma de las decisiones políticas a las que democráticamente estamos llamados.
Si se atiende a la “lógica capitalista”, resultan “justificadas” las actitudes de políticos y empresarios contrarias a dichoesfuerzo. Los políticos están sentados en sus “poltronas” y sienten
(equivocadamente) que ellos tienen “el Poder”. Y los empresarios creen (porque no piensan) que el incremento exponencial de beneficios será siempre ilimitado.
Sin embargo, ni siquiera atendiendo a la mencionada “lógica capitalista”, tiene sentido alguno la actitud de la inmensa mayoría de los ciudadanos que "viven" asentados en la ignorancia de la parte de la responsabilidad (y del poder real) que les corresponde en el mundo en el que habitan. Por un lado, se han (se les ha) convencido de que su actitud de consumo es irrelevante en el proceso de las múltiples crisis que nos atenazan, o incluso de que “su” “consumo capitalista” es imprescindible para el mantenimiento del “status quo” económico previo a esta crisis que ahora sufrimos. Respecto de la participación política, la percepción del ciudadano tras décadas de democracia pacífica es la de que su voto, en realidad, no cuenta para nada: el juego democrático les permite acceder a las urnas cada cuatro años, con el resultado de que, después de las elecciones, nada cambia, todo permanece (si acaso con otras caras), pues los políticos vuelven a hacer “lo que les da la gana” (o lo que “los mercados” les imponen, que, al fin y al cabo, viene siendo lo mismo), en la certeza de que cuentan con otros cuatro años de “impunidad” frente a la general “irritación” popular.
Para que nos hagamos una idea de la situación: Durante el año 2011 (el peor desde que comenzó esta crisis, aunque ese "rango" de "peor" será rápidamente superado por el presente año 2012) en España se incrementó la venta de vehículos de lujo en un 70% (además, se incrementaron
los consumos del resto de los productos considerados "de lujo": restaurantes, marcas de élite y un largo etcétera). Explicación: Las crisis (tanto la actual como las anteriores) crean nueva capas de pobreza entre las mal denominadas "clases medias", a las que "empobrece"
interesadamente, incrementando las diferencias (hasta convertirlas en "abismos") entre los pobres(viejos y nuevos) y los nuevos ricos (principales beneficiarios y, por tanto, interesados en el mantenimiento de la crisis). Unos y otros, ricos y pobres, lo sabemos. Algunos de los primeros
hacen ostentación de su situación y, además, creen ingenuamente (¡los “pobres”!) que tal diferencia será para siempre (¡a ellos nunca les afectarán las crisis económicas!) y que es sólo una cuestión de mérito: ellos merecen ser ricos porque son competitivos y los pobres no, no son "competitivos" y, por tanto, "están condenados" a ser pobres. Lamentablemente, muchos pobres también creen en la misma "idea".
Es lo que tiene el "capitalismo salvaje": una feroz “competencia” para poder “campar por encima de los demás”. Nadie parece entender que la "victoria" de unos siempre ha supuesto la derrota de
otros. Y esto, aunque en el deporte pueda ser lo natural, en la vida cotidiana no sólo no es necesario, sino que, precisamente, tal convicción es, a largo plazo, una derrota en sí misma: Quizás hoy hayamos vencido, pero el futuro nos aguarda a todos y, tal y como está concebida la “economía de los mercados”, la ruina, la quiebra o la bancarrota se tratan de posibilidades a las que cualquiera se puede ver avocado (máxime cuando se piensa en el otro como un
contrincante y no como un colaborador.
(Miguel Angel Prado)
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