Tras mucho anuncio de “una gala llena de reivindicaciones contra
los recortes”, “una politización como aquel NO a la guerra”, “un grito
unánime de la profesión a las políticas del PP”, los Goya de anoche se
quedaron en un penoso ejercicio de malabarismo equidistaní que resumió a
la perfección una frase del presidente de la Academia en su templado
discurso, más preocupado por resucitar el chivo expiatorio de la mal
llamada “piratería” que por denunciar a los verdaderos culpables: “El
cine no es ni de la ceja ni del bigote ni de ningún otro apéndice
capilar”. Traducción: el popular y oportunista “no somos ni de
izquierdas ni de derechas” que en estos tiempos neoliberales y
anarcocapitalistas corre como meme por internet. Es una estrategia muy
cómoda para no pillarse los dedos y coger de todos lados.
Los Goya de ayer fueron los Goya de la derecha: mucha pose, mucho
gesto revolucionario muy medido y ninguna acción que realmente pudiese
fastidiar la fiesta de la industria del cine (un mundo capitalista de
por sí). Básicamente se dedicaron a repetir lemas mil veces gritados por
ciudadanos castigados con multas, pero ante la sonrisa complaciente de
Wert que demostró hasta que punto el PP está tranquilo, condescendiente y
seguro de su control.
Anoche se puso casi más empeño en renegar de “lo de la zeja” o de los
compromisos políticos del pasado que en denunciar ninguna de las
barbaridades que el PP está ejecutando. Incluso se llegó a frivolizar
con los desahucios y los recortes en penosos esqueches a lo Mariano
Ozores, como el lamentable ejercicio de sal gorda que los cansinos
Muchachada Nui protagonizaron ridiculizando las denuncias de las
políticas del PP. Nadie dijo nada, por supuesto, y todos se rieron mucho
de su surrealista humor mientras en las cárceles y las calles se multa y
criminaliza por denunciar las tropelías legales, humanas y financieras
del PP.
Toda la gala dio la sensación de una función de colegio más o menos
gamberra que se permite una vez al año ante los divertidos ojos del
director del cole que sonríe sabiendo que cuando acabe todos
sus alumnos volverán a bajar la mirada a su paso. Los alumnos habían
pactado permitirse esa pataleta o pantomima para ridiculizar a sus
superiores, pero sin cruzar la línea de lo pactado.
Y mientras tanto las personas siguen suicidándose, las mujeres luchan
por sus derechos, los parados emigran, los trabajadores soportan
verdaderas vejaciones para no perder sus puestos, los delincuentes
fiscales se van de vacaciones, los corruptos sonríen viendo sus delitos
prescribir, los jóvenes como Alfon van a la cárcel sin acusación… y en
los Goya Bardem se limita a decir un aburrido “Los sobres, ay los
sobres” que da por entendida la denuncia. Unos minutos más tarde
emprende una apasionada defensa del Sáhara (que comparto, claro) que
parece menospreciar las penurias y tragedias de nuestro estado. Las
comparaciones son odiosas, querido Javier.
Y ése fue el espíritu de las nuevas protestas: “ya sabéis todos lo
cabreados que estamos, así que ni lo vamos a decir”. Por otro lado, lo
que sí repitieron todos hasta la saciedad fue un suplicatorio “dinero,
más dinero, señor oligarca” que rigió toda la gala. En realidad no
quiero ofender mucho a estos que son los que me pagan, parecían pensar
todos.
Este extremo quedó confirmado cuando los productores de una de las grandes vencedoras, Tadeo Jones,
explicó que la persona que había hecho posible todo y conseguido el
dinero había sido el presidente de la cristofascista Intereconomía. Por
supuesto, no pidió que ese dinero hubiese sido para pagar a los
empleados del grupo o a impedir los EREs que fulminan a sus
trabajadores. “Los niños son lo importante”, afirmó el equipo de la
película de animación, en un mensaje casi de provida o anti-mujeres.
Con todo lo que habría que haber denunciado, se quedó en la
generalidad, en la gracieta gamberra y en la insinuación (como cuando
una presentadora abrió un sobre con unas tijeras aludiendo a los
recortes, muy ingenioso, pero no estamos en el franquismo, por más que
lo parezca, podían haberlo gritado). No hubo ni un triste abucheo a
Wert. Mientras, las calles arden, los hospitales se colapsan y
desaparecen y las escuelas vuelven al franquismo cristofascista. Sólo
Candela Peña tuvo un arrebato de valentía, lucidez y realidad de calle y
denunció un valiente: ”En este tiempo he visto morir a mi padre en un
hospital público donde no habían mantas para taparle ni agua para beber y
se la teníamos que llevar nosotros” que retrata lo angustioso de la
situación que nos toca a todos.
Menos pose y guiño y más incomodidad. Lo importante no son vuestros
dinosaurios egocéntricos, lo importante es que el cine sea arte y no
entretenimiento. Y el arte no existe sin compromiso social, sin retratar
la realidad, desde aquel bisonte de Altamira hasta las obras de teatro
del maestro antifranquista Miguel Romero Esteo. Lo demás es carburante
para el consumismo.
Nadie habló de la segregación por sexos en los colegios, de la ley de
aborto machista, de la dependencia, de la libertad de manifestarse, de
la policía agrediendo, de la cárcel, de la privatización, del amiguismo
en las subvenciones…
Por no mencionar que le han dado 10 premios a una película con causa pendiente por maltrato animal
que asesinó a 9 toros en plena era digital. Una vacua propaganda de lo
peor del folclore franquista y la tan amada tauromaquia (tortura de
toros) del PP. No es casualidad.
Y Wert, sonriendo complacido al saberse intocable.
(Shangay Lily. Público)
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