29 de octubre de 2007

Aumenta el santoral

Por fin acabó el episodio de las 498 beatificaciones de los obispos. Pero no acabarán ahí los comentarios ni el malestar que semejante hecho ha provocado en todos aquellos que también tienen mártires en sus filas, y a los que los obispos no quieren, sin embargo, permitir que desagravien su memoria ni que puedan ser, siquiera, dignamente enterrados.

Resulta difícil creer la mentira episcopal de que dicha beatificación no tiene la más mínima connotación política, sino tan solo religiosa. Y resulta difícil por varias razones:

En primer lugar, porque, por las mismas razones religiosas se debiera haber beatificado a los sacerdotes vascos asesinados por Franco. Lejos de ello, fueron precisamente los obispos los que apoyaron la "caza de brujas franquista" al respecto de los mismos.

En segundo lugar, porque no nos cuadran en absoluto las palabras del Papa en la ceremonia, haciendo descaradas referencias críticas al gobierno español, desde el tema de "la persecución a la familia" al del derecho de los padres a elegir la educación de sus hijos, entre otros. ¿Alguien puede explicarme qué relación tiene eso con los mártires de la guerra civil? (Aquí subrayo lo de "mártires de la guerra civil" puesto que el discurso episcopal ha dejado deslizarse, varias veces, la confusión de meter en el mismo saco a mártires de la guerra y "mártires de la República". Conviene aclarar que, de éstos últimos sólo había dos de entre los 498 beatificados).

En tercer lugar, porque la presencia de jóvenes fascistas, con sus banderas del "águila española" en el acto, denota que se sintieron claramente convocados al mismo. Esto cuadra perfectamente con el hecho de que hace unos meses, el obispo de Pamplona, Fernando Sebastián Aguilar, en una conferencia sobre "orientaciones prácticas para los católicos", pidió el voto para partidos como la Falange Española de la JONS. Así como que José Sánchez, obispo de Sigüenza, declarara que es difícil condenar una etapa que duró cuarenta años y "en la que hubo cosas malas y buenas".

Y para finalizar, sólo una pregunta: ¿qué pintaba Moratinos en semejante ceremonia? ¿Quién le invitó a un acto que es "sólo religioso"?

Si hacemos todas estas críticas es porque no nos parece compatible hablar de reconciliación y apoyar sólo a las víctimas de un bando. Todos, absolutamente todos, tienen derecho a recomponer su memoria y su historia. Y especialmente, las víctimas que padecieron al verdugo durante más tiempo.

La gran duda es la siguiente: ¿cuándo se dará cuenta la jerarquía eclesial de que, con esta postura extrema, le quita votos precisamente a su partido, el PP? Pero, en fin, tampoco hay que darles demasiadas ideas.

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