30 de enero de 2008

Hacia una nueva filosofía política

¡Cuánto se habla (o se discute) de política y cuán poco de Filosofía Política!

Y me temo mucho que las pocas veces que se hace, consiste en una teoría encaminada al análisis crítico (incluso propositivo), pero desde dentro del mismo discurso de la política, con lo que todo queda en un universo cerrado.

Si los científicos (como dijera Kühn) no hacen ciencia (no pueden) prescindiendo de sus valores, creencias e ideología, con los filósofos políticos ocurre exactamente lo mismo: habitualmente usan (y si no lo tienen, lo buscan) el análisis y los datos que confirman su punto de partida. Exactamente como hacían los filósofos escolásticos para demostrar la existencia de Dios, y como hacen en la actualidad los políticos (tanto las personas y los partidos como sus socios mediáticos). Exactamente como hacemos nosotros. En confianza: ¿cuántos de Vds leen habitualmente el periódico exactamente contrario al de sus presupuestos ideológicos? ¿No suele ir la gente a buscar al periódico, o a la emisora de radio, para leer y escuchar exactamente eso que quiere leer y escuchar?

Pero, ¿quién pone habitualmente bajo el filtro del análisis crítico, precisamente, sus propios presupuestos (y prejuicios) ideológicos? Me temo que ni siquiera los filósofos políticos. Se estudia, se analiza y se critica "con un GPS ideológico", con un programa predeterminado que nos indica qué hemos de descubrir, qué debemos encontrar . Círculo cerrado. Ningún sistema se puede demostrar a sí mismo ¡¡¡desde sí mismo!!! ¡ Qué pena que nadie haya descubierto ningún "teorema de Gödel" para la filosofía política !

Y puesto que no podemos prescindir de nuestros valores (no seríamos humanos), cambiemos, al menos, de paradigma, de universo discursivo. (Por no decir que tampoco los valores debieran ser inmunes a la crítica, pues ¿cuántas veces no nos damos cuenta de que nos habíamos guiado por valores equivocados?)

Propongo al lector una excursión epistemológica: viajemos de la política a la antropología. Utilicemos para la reflexión otras ciencias humanas (propongo, por ejemplo, la Psicología) y preguntémosnos (con una mano agarrada a la Antropología y la otra, a la Psicología): a la luz de los comportamientos humanos, de sus emociones y sentimientos, ¿qué tipo de hombre es el sujeto social y cuál me gustaría que fuera?

Prioricemos nuestros valores, nuestros conceptos de lo que es una sociedad justa, solidaria y humana y pongámosnos (como John Rawls) un "velo de ignorancia" al analizar, criticar y juzgar. Y desde ahí, sin saber qué partido habría de gobernar (si es que éste fuese el único modelo de organización social), sin saber en qué parte del mundo caeríamos nosotros, ni en qué raza, etnia, sexo o religión (incluída la atea), propongamos nuestro concepto del "mejor mundo posible", del "mejor hombre posible", de "sociedad justa y solidaria".

Después investigamos los medios técnicos de llevar nuestro mundo ideal (o utopía) a la calle, al trabajo, a casa y al Parlamento.

No arrojo la toalla. Está "casi todo" por pensar o, al menos, por "repensar". El mundo, lleno de hambrientos y de víctimas de la violencia, nos lo reclama. Ése es, desde mi humilde punto de vista, el único horizonte ético, el único marco axiológico.

Hace pocos meses, decía un filósofo francés que "ya no quedan filósofos como Sócrates". Este griego (que jamás escribió nada) hizo de la calle su Congreso de los Diputados, y del ágora su hogar. Simplemente, pensó con su vida, con todo su ser. Vivía exactamente como pensaba y como hablaba o predicaba (como Cristo, como Buda, como tantos otros). Al pasear por el mercado para mirar sin comprar, exclamaba gozoso: ¡Oh, qué maravilla: cuánto es lo que no necesito!. Como diría Mounier, "pensaba con las manos".

Así lo reza el viejo dicho oriental: "Alabadas sean las plantas de los pies de aquél cuyos actos coinciden con sus palabras".

No hay comentarios:

Rebelion

Web Analytics