Criticando clara y duramente a los gánsters de Wall Street (los verdaderos terroristas globales, a cuyo lado, Al Qaeda se queda en pañales), ha dicho cosas tales como: "es terriblemente injusto que, mientras la economía se hundía, los directivos de Wall Street se hayan embolsado miles de millones de dólares en bonificaciones, el año pasado". O esto otro: "para restablecer nuestro sistema financiero (ahí está el fallo- la negrita es mía-) tenemos que recuperar la confianza, y con ese fin tenemos que hacer que los fondos de los contribuyentes no subsidien la codicia de los ejecutivos de Wall Street". O esto otro: "que estos altos ejecutivos se premien a sí mismos en medio de esta crisis económica no es sólo de mal gusto, es una mala estrategia, y no lo toleraré mientras sea presidente".
Ahí es nada. ¿Ha quedado claro? Está claro que (al menos de momento) nadie esperaba la revolución de las revoluciones, nadie sensato esperaba ver salir a Obama de la Casa Blanca "con el cuchillo en la boca", pero en el maloliente, hipócrita, cínico, cruel y asesino contexto económico y cultural en el que se desenvuelve esta "globalización" (la que nos han impuesto sin que la votemos, como tantas otras veces), las palabras del gran Obama suenan a aire fresco, sin duda. Y no ha hecho más que empezar.
Y además, con toda la valentía. Pues, evidentemente, ya se le han echado encima empresarios, periodistas y analistas (los mercenarios de siempre, los "prostitutos", los que venden su pensamiento y su pluma por dinero, lisa y llanamente), criticándole duramente porque "estas iniciativas pueden hacer volar muchos de los grandes capitales financieros".
Pues que vuelen. Y ojalá lo hagan tan lejos que no volvamos a saber de ellos. Para lo que nos sirven. Para que sigan sacando la sangre a las familias, a los trabajadores, a los pequeños ahorradores y a los pequeños empresarios, no nos hacen ninguna falta. Es más: nos molestan considerablemente.
Sí, ya sé que muchos quisiéramos que Obama quemase Wall Street y, sobre sus cenizas, edificase otro sistema basado en la justicia social. Pero, bueno, seamos optimistas: "no se tomó Zamora en una hora".
A mí, para ir abriendo boca, no me parece nada mal, desde luego. Y, desde luego también, que no me imagino yo a Aznar, o Sarkozy, o Merkel, o Rajoy, o Berlusconi, etc, etc, etc (o a los obispos) elaborando semejantes discursos. Ni a Zapatero… que estaría ocupado cerrando los negocios de venta de armamento a Israel.
No sé si me explico.
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