Zapatero le había cogido gusto a marcharse y, como cada día se iba un poco, no ha pillado de sorpresa un adelanto de las elecciones que todo el mundo daba por descontado, incluido él mismo y desde hace algún tiempo como nos dijo ayer. No tenía otra el presidente una vez proclamado Rubalcaba como candidato y conocidas la líneas generales de su programa, tan distintas a las que el Gobierno ha venido aplicando que hubieran pasado por las de un partido de oposición. El anticipo era obligado por eso y por la presión de unos mercados que, en descriptiva expresión de Gaspar Llamazares, han demostrado que también pueden llamar a las urnas.
Siendo Zapatero, a juicio del PP, la principal rémora del país no sabe uno cómo interpretar que la prima de riesgo no haya caído en picado o que la Bolsa de aquí y hasta la de Wall Street no se disparasen en el acto, por lo que habrá que suponer que los inversores están ya de vacaciones y no han podido leer la buena nueva en los teletipos de Reuters. Más extraño aún es el no haber tenido constancia de la disolución de ETA, tal era la certidumbre de los populares de que Zapatero demoraría la convocatoria hasta recibir el comunicado de la banda con su cierre por fin de existencias.
Nos espera una larga campaña electoral hasta noviembre, aunque nadie notará mucha diferencia en el debate político salvo por las fotos de dos señores con barba que veremos en las farolas. Uno de ellos, Rajoy, prometía rápidamente no hacer recortes sociales y gobernar desde el centro, un lugar hacia el que el gallego lleva viajando más años que Marco Polo. Allí se encontrará sólo con una pierna de Rubalcaba porque la otra se ha situado ya en la izquierda para atraer a los desencantados, al estilo del coloso de Rodas pero en modesto.
Fiel a sus nuevas costumbres, Zapatero seguirá reformando hasta su último aliento y prepara un decreto póstumo con reforma incluida del impuesto de sociedades. De hecho, ya se modificó el año pasado con tal éxito que la caída de la recaudación ha sido estrepitosa. Su gestión como presidente es discutible; como asesor fiscal no tiene precio.
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