Ayer diario.es se hizo eco en su portada nacional de la iniciativa constituyente de una asamblea ciudadana,
en Sevilla, con vocación de extenderse en red por todo el territorio
andaluz y estatal, para dar un paso adelante desde la protesta en las
calles hacia la creación de una mayoría social capaz de impulsar el
reinicio de la democracia en España y cambiar el rumbo de las políticas
de salida de la crisis, a partir de un programa de mínimos elaborado de
forma participativa y que aglutine a esa mayoría social. La noticia ha
sido ampliamente comentada por las lectoras y lectores, quiénes se
manifiestan entre la esperanza y el escepticismo. Como uno de los
promotores de la iniciativa, a título personal como el resto de los promotores, voy
a defender aquí su imperiosa necesidad y al mismo tiempo la enorme
responsabilidad que tenemos como sociedad de aglutinar la inteligencia
colectiva necesaria para consolidarla, hacerla crecer y extenderla hasta
conseguir lograr los objetivos que nos marquemos.
¿Por qué pienso que es de imperiosa y urgente necesidad? Porque la
crisis económica, política, social y ambiental es tan devastadora sobre
nuestras pequeñas y medianas empresas y tiene efectos tan dramáticos
para la sociedad, con unos niveles de paro tan insoportables, porque
provoca desahucios en masa, amparados por una ley hipotecaria diseñada
contra la gente y en beneficio exclusivo de los bancos y porque provoca
una falta absoluta de expectativas para nuestra juventud en nuestro
territorio. Porque está corrompiendo y de forma tan peligrosa los
fundamentos de la democracia, a través del chantaje de elegir entre unos
corruptos u otros, entre que nos gobiernen “los gatos negros o los blancos”
para que todo siga igual, con gobiernos que usan el poder de las urnas
tomando medidas en beneficio del poder financiero, de las grandes
fortunas y de las empresas multinacionales en perjuicio de las pequeñas
y medianas empresas y del conjunto de la sociedad. Porque es verdad que
no nos representan: representan los intereses de la minoría que acumula
el mayor poder económico. Y porque carecemos de medios para evitarlo,
atrapados en el juego del bipartidismo, con un ley electoral diseñada
precisamente para atraparnos en ese bipartidismo funcional al poder. Y
porque sólo podremos romper ese juego desde la construcción de una
candidatura ciudadana aglutinadora de todas las fuerzas transformadoras.
Porque nuestra constitución se cuidó mucho de negarnos la posibilidad
de referendos vinculantes para aprobar todas las leyes importantes, como
en Suiza. Porque nos imponen reformas de la constitución pactadas entre
dos y cuyas consecuencias pagamos todas y todos. Y porque carecemos de
la posibilidad de la revocación de gobiernos que, como este o el
anterior, perdieron toda legitimidad en el momento en que rompieron el
contrato con sus votantes y empezaron a aplicar el programa de gobierno
de los bancos y la multinacionales contra la gente. Porque, aunque
apenas se hable de ello en política, se está alterando de forma tan
acelerada nuestro clima y estamos acabando tan aceleradamente con los
recursos no renovables de nuestro planeta, que sin un cambio de rumbo
inmediato vamos al desastre. Ante una situación de emergencia de tal
naturaleza, o reconstruimos la polis, o damos todas y todos un paso
adelante para impulsar un proceso constituyente, desde el convencimiento
de que el futuro lo podemos escribir entre todas y todos, o vamos
irrevocablemente al desastre, con un riesgo cierto de descomposición
social, de emergencia del fascismo con
potencia, como en Grecia, y con la posibilidad, impensable hasta hace
poco, de que el capitalismo resuelva la crisis por la vía de la guerra a
gran escala, como ha hecho en el pasado. Ante una situación así, sólo
impulsando un proceso constituyente podremos tomar, como sociedad, las
riendas de la salida de la crisis. Y este objetivo es tan amplio que
supera la lógica y los tiempos del juego electoral entre partidos que
compiten por el voto. Debe ser una iniciativa más amplia que una
coalición de partidos y además, y esta es mi apuesta, sólo tendrá éxito
si es liderada por la ciudadanía. También es cierto que sólo será
posible si es respaldada por todas las organizaciones sociales y
políticas que comparten la visión de que el proceso constituyente es
necesario y de que la salida de la crisis tiene que hacer girar 180º las
políticas neoliberales impuestas por conservadores, liberales y
socialdemócratas a nivel europeo. Hay que romper con el neoliberalismo y
no podemos esperar que lo hagan las burocracias que dominan estos
partidos y las instituciones europeas.
¿Qué objetivos deben
tener estas asambleas ciudadanas? Iniciar el proceso constituyente,
tanto en España como en Europa, creando un poder ciudadano que
contrapese el enorme poder que acumula el poder económico con sus medios
de comunicación, sus instituciones financieras y los aparatos de los
partidos que le hacen el juego. Y para ello será preciso combinar la
insumisión, la resistencia en las calles y los centros de trabajo, con
la creación de una alternativa electoral de emergencia. Una alternativa
capaz de aglutinar a la mayoría social hasta culminar el proceso
constituyente, creando mecanismos permanentes de poder ciudadano y
poniendo los cimientos para un cambio de políticas que inicien la
transición económica, cultural, social y ambiental que necesitamos para
salir de la crisis.
¿En qué escalas y en qué tiempos? Los cambios importantes, los de
largo plazo, sólo se pueden resolver desde la escala local, con
pensamiento global, como nos enseña la ecología política. Es en la
escala local dónde se pueden sentar las bases de una democracia
realmente participativa, reducir la huella ecológica, relocalizar la
economía para crear empleo y gestionar la política de vivienda social
que necesitamos. Y hay que empezarlos ya, impulsando iniciativas locales
de transición desde estas asambleas ciudadanas.
Los cambios urgentes son, sin embargo, de escala estatal y europea y
para afrontarlos es preciso coordinar en red las asambleas ciudadanas de
ámbito local, a nivel estatal y europeo. Necesitamos otra Europa, con
poder ciudadano dónde hoy hay poder del Banco Central Europeo.
Necesitamos un proceso constituyente a nivel europeo para construir la
Europa de los ciudadanos y las ciudadanas. La Europa actual no nos
sirve, es dañina, justifica el austericidio y las privatizaciones de
servicios públicos, teme a los refrendos populares, teme a la gente
porque le puede disputar el poder. Y necesitamos otro marco
constitucional. En España están surgiendo iniciativas para construir una
verdadera democracia, la más moderna de Europa. Se da la paradoja de
que tenemos los recursos fundamentales pare salir de la crisis: tenemos
las ideas, tenemos la energía del sol y del viento y la tecnologías que
sustentarán la nueva economía. Nos falta tener el poder para llevarlas a
cabo. Y nos falta el poder para exigir responsabilidades políticas,
económicas y penales a los responsables de la crisis que padecemos.
¿Seremos capaces de
ponernos de acuerdo para ello, dejando en segundo plano los intereses
personales y de nuestras organizaciones? ¿Seremos capaces de poner en
juego la indudable inteligencia colectiva que atesoramos? Cualquier
proyecto que nace tiene en potencia la posibilidad de conseguirlo, si
nos lo creemos, si no nos mantenemos como espectadores, si ponemos lo
mejor de nosotras y nosotros mismos para llevarlo a buen término.
¿Quién puede temer una iniciativa así? Evidentemente el poder, grande
o pequeño. El miedo a perderlo. ¿Quién puede tener esperanza en un
proyecto así? Quienes teniendo sólo el poder de sus personas están
dispuestos a tomar las riendas de su futuro
(Esteban de Manuel. Partido Equo)
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