La universidad vive inmersa en un proceso de cambio impulsado por la creación del Espacio Europeo de Educación Superior. El objetivo principal de este proceso es hacer que la Universidad contribuya a hacer de Europa el Espacio Económico más competitivo del mundo. Se quiere hacer de la Universidad un pilar de la Europa del Conocimiento. Y la Sociedad del Conocimiento se interpreta fundamentalmente en clave económica mercantilista. En la sociedad postindustrial, la principal fuente de ventaja económica está en la construcción de conocimiento a partir de la información. En ese marco es perfectamente comprensible que se piense, desde las instancias de gobierno europeo, que la Universidad debe jugar un papel mucho más ligado a la actividad productiva. Se habla de la necesidad de potenciar la relación Universidad Sociedad a través de la Transferencia del conocimiento generado en la misma. Y cuando se habla de esa relación y esa transferencia, se hace fundamentalmente pensando en el mercado y sus principales agentes, las empresas. Así pues, la Universidad está fortaleciendo y apostando por una nueva función, la Transferencia, y dotándose de mediaciones para ello: Oficinas de Transferencia, Fundaciones Universidad-Empresa, Empresas de Base Tecnológica, etc. Con esta perspectiva, en el contexto de crisis económica actual se acentúan las presiones sobre la universidad para que se comprometa en el proceso de mejora de la productividad y la competitividad aportando conocimiento útil a las empresas y profesionales altamente cualificados para incorporarse a las mismas.
Ahora bien, el proceso de transición de la Sociedad Industrial a la Sociedad del Conocimiento no tiene connotaciones exclusivamente, ni principalmente, económicas. La sociedad industrial ha generado, junto con un fabuloso desarrollo material, problemas inéditos que llevan el paradigma de desarrollo a enfrentarse a situaciones de crisis ambientales y sociales sin precedentes en la historia de la Humanidad, lo cual crea un contexto de incertidumbre, de miedo y de tensiones sociales crecientes. La actividad económica de la sociedad industrial ha ignorado los límites materiales que impone nuestro planeta con el consecuente problema de gestión de unos recursos escasos. Y la energía que ha sustentado este desarrollo, fundamentalmente procedente de combustibles fósiles, junto con la deforestación, está produciendo un cambio climático de consecuencias difícilmente previsibles. En el plano social, la globalización económica neoliberal ha incrementado las desigualdades y generado presiones migratorias en todas las fronteras entre los países centrales y los periféricos.
El paso de una era a otra viene marcado, como no podía ser de otra manera, bajo el signo de la crisis. Y las crisis son momentos de amenazas y oportunidades, en las que una instancia de pensamiento crítico, distanciada de los intereses económicos cortoplacistas, es fundamental. Y este puede ser el papel de la Universidad. Así lo entendió la UNESO, bajo la presidencia de Federico Mayor Zaragoza, cuando convocó la Conferencia Mundial sobre Educación Superior. Y es en este contexto en el que es relevante preguntarse por el compromiso que está llamado a tomar la Universidad en estos momentos.
Un compromiso, que en el plano educativo, debe estar orientado, simultáneamente, al desarrollo personal de los estudiantes, en la mejor tradición de la educación liberadora que arranca en Platón, actualizan Herbert Read y John Dewey y alcanza su cima con Paulo Friere, y a la transformación social, de la que serán protagonistas. Transformación que debe estar orientada a lograr el equilibrio social y ambiental. Para ello, como insiste Edgar Morin, es preciso romper con la presión sobre adaptativa a que se ve hoy sometido el sistema educativo en todos sus niveles. Hay que romper el círculo vicioso de la actual relación sociedad-escuela que hace que una sociedad en crisis civilizatoria sea reproducida y alimentada por un sistema educativo que es imagen y semejanza de esa sociedad. Algo que está en las antípodas del espíritu de la contrarreforma educativa neoliberal, que justamente va en dirección de hundir a la educación, y a la sociedad, en el pozo sin fondo, de círculo vicioso en círculo vicioso, de la actual crisis.
La ruptura viene de la mano de un nuevo paradigma educativo que sustituye el valor de la competencia, el de la competitividad, por el de la cooperación. Un paradigma que une investigación, con educación y con acción transformadora. La universidad construye y transfiere conocimiento socialmente útil, en las aulas que se abren a la sociedad para traer a ellas los problemas socialmente relevantes de su entorno, de su ciudad, de su pueblo, de sus barrios. Es un gran disparador de la motivación para los procesos de enseñanza y aprendizaje, para la investigación socialmente útil, para la relación universidad sociedad que supere los estrechos límites de la Sociedad Anónima. Los estudiantes de la foto están midiendo un bloque de viviendas del barrio sevillano de Alcosa que presenta serios daños estructurales por problemas de cimentación. Son mis alumnos de Levantamiento y Análisis de Edificios y estoy orgulloso de ellos. Estamos acompañados y asesorados por Antonio Jaramillo, profesor de la Escuela de Arquitectura, que es una autoridad internacional en materia de daños en edificios ocasionados por problemas de cimentaciones y de suelos. Y estamos allí porque nos ha pedido colaboración la Plataforma de Entidades vecinales de Alcosa. Juntos hemos planteado alternativas de bajo coste, al alcance de las comunidades de vecinos, para rehabilitar sus edificios. Hemos investigado, aprendido y contribuido a resolver un problema social.
(Esteban de Manuel. http://estebandemanueljerez.wordpress.com)
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