España tiene el dudoso honor de ser, con muchísima diferencia, la líder europea en educación privada. Los conciertos no se limitan a Primaria y ESO sino que extienden sus tentáculos a la Universidad y la Secundaria Postobligatoria. Por si esto fuera poco, se aumentan las desgravaciones fiscales a los centros privados o se discrimina al profesorado de la enseñanza pública en el acceso a cursos de formación. Hay un interés manifiesto por parte de la Administración en degradar la escuela pública. El empleo del eufemismo Centros sostenidos con fondos públicos elude nombrar una penosa realidad: centros públicos con aulas prefabricadas, faltos de mobiliario o sin servicio de limpieza, frente al aumento paulatino de nuevos conciertos, con el apoyo explícito de "grandes" centrales sindicales.
Con este panorama, la Iglesia, por mediación de la CONCAPA exige al nuevo ministro que se extienda la gratuidad al Bachillerato y Ciclos, cosa que, por la reforma educativa anunciada, parece cantado que van a conseguir. Una reforma, como es habitual, que se ha puesto sobre la mesa sin contar con el profesorado (¡Hasta ahí podríamos llegar!), sin debate público previo e imponiendo conceptos y planteamientos tecnocráticos.
La mentalidad empresarial ha penetrado en la educación; ese es un tanto que se han apuntado desde tiempo atrás. Han calado términos adrede difusos (excelencia, calidad, competencias, buenas prácticas, innovación, autonomía...) y de control (estándares, acreditación), que se han traído y llevado para mayor gloria de entes como la AGAEVE y la ANECA. Ya no nos choca escuchar cosas como hacer auditorías a los centros, que los salarios estén en función de los resultados o que se clasificará a los profesores según sea su productividad, por supuesto, para fomentar la competición entre profesores y centros. La perversión de aplicar el lenguaje de los mercados y empresarios es evidente. Como anunciaba hace una década el belga Nico Hirt en su indispensable artículo Los tres ejes de la mercantilización escolar, las grandes corporaciones tienen como objetivo prioritario sacar la máxima tajada de la educación pública (también de la sanidad y de las pensiones). Los políticos son adalides de esta ideología, como lo demuestra la Consejería de Educación de Andalucía al promover el fomento de la cultura emprendedora desde Primaria o Rajoy, cuando habla de impartir Educación Empresarial en Secundaria. Pero quienes de verdad se están frotando las manos son los bancos. El año pasado la OCDE y el BBVA llegan a un acuerdo para introducir una prueba de Educación Financiera en el informe PISA. La fundación del Banco Santander Empieza por Educar mete sus garras en la educación pública. La ofensiva no se queda ahí. Antes de las elecciones del 20 N el presidente de MANGO pedía el copago en Sanidad y Educación. A día de hoy la amenaza continúa aún más viva.
Detrás de todo este entramado laten eslóganes falsos, repetidos una y otra vez, como el de la igualdad de oportunidades o aquellos que defienden que la diferencia de resultados académicos se debe a capacidades innatas y al esfuerzo personal. En esta línea encontramos la noticia La CEOE ve en los genes la clave del éxito escolar. La patronal cuestiona la presencia femenina en la docencia.
Mientras tanto, dentro de la estrategia de desprestigio de lo público, el arzobispo de Granada dice que querer ser funcionario es una enfermedad social y el obispo de Córdoba declara que en Secundaria nos dedicamos a incitar a la fornicación. Como premio, la Generalitat Valenciana cede la Educación Sexual a la Iglesia. Un paso más allá va el arzobispo de Granada, identificando el aborto con el genocidio nazi. Así no nos extrañan las recientes palabras de Gallardón sobre la violencia estructural de género como un guiño a los sectores más rancios de la derecha y la Iglesia.
Si a todo lo anterior le sumamos la perla del presidente de la Comisión de Economía y Política Financiera de la CEOE, José Luis Feito, refiriéndose a los parados y Laponia, o las científicas declaraciones sobre la nula movilidad de los trabajadores, que milagrosamente encuentran trabajo cuando está a punto de terminárseles el subsidio, según Juan Rosell; sólo nos falta la reforma laboral para que estén todos contentos. O no. Puede que quieran más.
Con este panorama, la Iglesia, por mediación de la CONCAPA exige al nuevo ministro que se extienda la gratuidad al Bachillerato y Ciclos, cosa que, por la reforma educativa anunciada, parece cantado que van a conseguir. Una reforma, como es habitual, que se ha puesto sobre la mesa sin contar con el profesorado (¡Hasta ahí podríamos llegar!), sin debate público previo e imponiendo conceptos y planteamientos tecnocráticos.
La mentalidad empresarial ha penetrado en la educación; ese es un tanto que se han apuntado desde tiempo atrás. Han calado términos adrede difusos (excelencia, calidad, competencias, buenas prácticas, innovación, autonomía...) y de control (estándares, acreditación), que se han traído y llevado para mayor gloria de entes como la AGAEVE y la ANECA. Ya no nos choca escuchar cosas como hacer auditorías a los centros, que los salarios estén en función de los resultados o que se clasificará a los profesores según sea su productividad, por supuesto, para fomentar la competición entre profesores y centros. La perversión de aplicar el lenguaje de los mercados y empresarios es evidente. Como anunciaba hace una década el belga Nico Hirt en su indispensable artículo Los tres ejes de la mercantilización escolar, las grandes corporaciones tienen como objetivo prioritario sacar la máxima tajada de la educación pública (también de la sanidad y de las pensiones). Los políticos son adalides de esta ideología, como lo demuestra la Consejería de Educación de Andalucía al promover el fomento de la cultura emprendedora desde Primaria o Rajoy, cuando habla de impartir Educación Empresarial en Secundaria. Pero quienes de verdad se están frotando las manos son los bancos. El año pasado la OCDE y el BBVA llegan a un acuerdo para introducir una prueba de Educación Financiera en el informe PISA. La fundación del Banco Santander Empieza por Educar mete sus garras en la educación pública. La ofensiva no se queda ahí. Antes de las elecciones del 20 N el presidente de MANGO pedía el copago en Sanidad y Educación. A día de hoy la amenaza continúa aún más viva.
Detrás de todo este entramado laten eslóganes falsos, repetidos una y otra vez, como el de la igualdad de oportunidades o aquellos que defienden que la diferencia de resultados académicos se debe a capacidades innatas y al esfuerzo personal. En esta línea encontramos la noticia La CEOE ve en los genes la clave del éxito escolar. La patronal cuestiona la presencia femenina en la docencia.
Mientras tanto, dentro de la estrategia de desprestigio de lo público, el arzobispo de Granada dice que querer ser funcionario es una enfermedad social y el obispo de Córdoba declara que en Secundaria nos dedicamos a incitar a la fornicación. Como premio, la Generalitat Valenciana cede la Educación Sexual a la Iglesia. Un paso más allá va el arzobispo de Granada, identificando el aborto con el genocidio nazi. Así no nos extrañan las recientes palabras de Gallardón sobre la violencia estructural de género como un guiño a los sectores más rancios de la derecha y la Iglesia.
Si a todo lo anterior le sumamos la perla del presidente de la Comisión de Economía y Política Financiera de la CEOE, José Luis Feito, refiriéndose a los parados y Laponia, o las científicas declaraciones sobre la nula movilidad de los trabajadores, que milagrosamente encuentran trabajo cuando está a punto de terminárseles el subsidio, según Juan Rosell; sólo nos falta la reforma laboral para que estén todos contentos. O no. Puede que quieran más.
1 comentario:
Seguro que quieren más, ya lo han dicho. De momento, limitar el derecho de huelga, reducir las prestaciones por desempleo, etc.
Y por supuesto, como bien dices, reducir todo lo posible la calidad de los servicios públicos para luego decir que son ineficientes y privatizarlos so pretexto de una supuesta eficiencia de la gestión privada.
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