Jordi Llovet es un auténtico humanista al que la universidad abandonó y se ha despedido de ella escribiéndole un hermoso libro. Se titula "Adiós a la universidad. El eclipse de las Humanidades".
Más que unas memorias, Llovet ha dado forma literaria a un sólido, argumentado y severo escrito de acusación contra la perdición de la enseñanza pública en España. El catedrático de Literatura Comparada sostiene que «los planes de estudio de secundaria han llevado a este país a la ruina cultural». No lo dice por decir. Sus alumnos de primer curso universitario desconocían «si Tolstoi había nacido antes o después de Goethe, no sabían quién era Kandinsky y nunca habían escuchado una sinfonía de Mozart».
Las lenguas clásicas les eran desconocidas y el español actual casi también. Latín, Filosofía, Literatura, Historia, Historia del Arte.
Las lenguas clásicas les eran desconocidas y el español actual casi también. Latín, Filosofía, Literatura, Historia, Historia del Arte.
Los antiguos estudios de Filosofía y Letras están al borde de la extinción. El conocimiento humanístico desaparece de los planes de estudio y las consecuencias son dramáticas. Faltas de ortografía en cuarto de carrera y democracia que no merecerá llevar tal nombre porque los ciudadanos no tendrán capacidad intelectual para el discernimiento.
El libro de Llovet nos recuerda que el rey va desnudo, mientras las autoridades educativas insisten en que lleva ropa. Los alumnos manejan el PowerPoint como nadie, pero no saben hablar ni escribir. De leer un libro ni hablamos. Serían capaces de convertir Ana Karenina en
trending topic como nombre de perfume.
Después de leer este y otros libros sobre los males de la educación en España, tenemos que llegar a la conclusión de que José Ignacio Wert nos ha querido tomar el pelo. El ministro de Educación, él mismo un humanista, no puede desconocer esta realidad. Por eso está gastándonos una broma cuando pretende que reformar la educación en España consiste en cambiar de nombre una asignatura porque la puso Zapatero y en aumentar un año el bachillerato.
El libro de Llovet nos recuerda que el rey va desnudo, mientras las autoridades educativas insisten en que lleva ropa. Los alumnos manejan el PowerPoint como nadie, pero no saben hablar ni escribir. De leer un libro ni hablamos. Serían capaces de convertir Ana Karenina en
trending topic como nombre de perfume.
Después de leer este y otros libros sobre los males de la educación en España, tenemos que llegar a la conclusión de que José Ignacio Wert nos ha querido tomar el pelo. El ministro de Educación, él mismo un humanista, no puede desconocer esta realidad. Por eso está gastándonos una broma cuando pretende que reformar la educación en España consiste en cambiar de nombre una asignatura porque la puso Zapatero y en aumentar un año el bachillerato.
Tan importante como reformar el sistema financiero y la legislación laboral es garantizar una enseñanza de calidad. La educación necesita un cambio radical, no una reforma cosmética. No caben paños calientes para un sistema educativo del que ha desaparecido el esfuerzo, la disciplina y el respeto al profesor.
Llovet cuenta que un colega suyo le preguntó a una alumna por qué no había hecho el trabajo que le mandó. «Porque no me sale del chocho» respondió la joven entre las carcajadas de sus compañeros. Que Dios nos asista, pensó el profesor. Que Dios nos asista a todos, si lo que el ministro Wert presentó en el Congreso es lo único que piensa hacer para hacer frente a este drama.
Un saludo
(Raúl Escalera Maestre)
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