Que Izquierda Unida no agrada a los grandes poderes reales sevillanos nunca ha sido un secreto. De hecho, resulta hasta normal si nos atenemos a la naturaleza transformadora de esta fuerza política, su compromiso con las clases populares y su lucha contra las desigualdades. Lo que ya no parece lógico, se mire por donde se mire, es la campaña tan furibunda que esta organización soporta diariamente desde que en 2003 entrara a formar parte del Gobierno local.
Probablemente, el panorama político actual sería muy distinto si IU hubiera autorizado en su momento los planes especulativos que determinados grupos inmobiliarios anhelaban poner en marcha en suelos como Tablada y Altadis. O si hubiera aceptado la construcción de una contaminante central térmica en Punta del Verde. O, sencillamente, si no hubiera impulsado la apuesta inversora sin precedentes por la vivienda pública o por los barrios históricamente desfavorecidos llevada a cabo en la capital hispalense durante los últimos años.
Pero no ocurrió así. Frente a las presiones y amenazas, decidimos aplicar nuestro programa electoral. Cometimos la osadía de ser coherentes con nuestros ideales y leales con quienes nos brindaron su apoyo en las urnas. Y eso en una ciudad como Sevilla implica un coste. Desde entonces, el objetivo central de la derecha económica, política y mediática sevillana ha sido desalojar a IU del Gobierno local. Por las buenas o por las malas. Una pretensión que con el tiempo ha devenido en obsesión pa-ra algunos, llegándose a traspasar las líneas rojas propias de una sociedad que se precie de democrática.
Ya en 2003, los medios de la derecha se inventaron que habíamos incluido en la lista a un terrorista de ETA para desprestigiarnos ante la opinión pública, mientras que en 2007 propiciaron la inhabilitación de otro compañero de la candidatura, el histórico sindicalista Ignacio Sánchez, tras una denuncia cocinada para la ocasión.
Sin embargo, la ausencia de resultados en la dirección deseada, ha dado paso a una nueva ofensiva mucho más virulenta contra IU, asentada en el todo vale y en el ataque visceral a la honestidad de sus cargos públicos, de los que se habla y escribe con total impunidad.
Como bien ha definido nuestro candidato a la Alcaldía, Antonio Rodrigo Torrijos, se trata de “una guerra por tierra, mar y aire”, a la que parece sumarse ahora cierto sector del Poder Judicial predispuesto a actuar, quizá, más conforme a la derecha que a derecho.
La publicación de sucesivas mentiras sobre la gestión de IU y la amplificación de supuestos escándalos sin pruebas, cuando no la descalificación personal y la proliferación de injurias, son el pan de cada de día en ciertos medios. A veces hemos denunciado estos hechos en los tribunales, donde hemos ganado. Pero, más allá de la satisfacción puntual, esto ni trasciende ni sirve para reparar el daño perpetrado en la imagen y en la dignidad de los afectados.
La gran patronal ya nos advirtió de lo que nos esperaba cuando en 2007 firmamos un nuevo pacto de gobierno con el PSOE. Ese día sus dirigentes manifestaron su rechazo a que IU asumiera las riendas del Área de Socioeconomía del Consistorio. Toda una afrenta a las reglas del juego democrático, una descarada injerencia en la soberanía municipal, que en cualquier otro lado no hubiera pasado desapercibido como aquí.
Luego vendría la demonización del ex concejal de Juventud y Deportes, Francisco Manuel Silva, a quien, en el ejercicio del cargo, le culparon de todos los males de la ciudad; la criminalización del delegado de Empleo, Carlos Vázquez, por participar en un piquete durante la huelga general contra la reforma laboral; y el inaudito procesamiento a la delegada de Participación Ciudadana, Josefa Medrano, por no ceder un local municipal para la celebración de un homenaje a un afamado fascista, como Agustín de Foxá.
La imputación de Antonio Rodrigo Torrijos en la investigación de Mercasevilla constituye el último episodio de este proceso de linchamiento. Y es que son muchos los motivos para pensar que asistimos a otra maniobra política. Hay demasiadas casualidades. Entre ellas, clama al cielo el momento elegido para filtrar el auto a la prensa: a pocos días de las elecciones y en la víspera de la firma del documento Compromiso Ético por la Regeneración Democrática de IU, cuyo contenido se ha tergiversado arteramente para intentar forzar la dimisión del candidato a la Alcaldía.
Pero Torrijos no es un corrupto y en Mercasevilla se limitó a sostener la posición de Izquierda Unida, al proponer que la venta de unos suelos de la empresa se efectuara mediante la fórmula legal de un concurso público. Fue, por tanto, una decisión destinada a evitar la especulación urbanística y avalada por unanimidad, además, en el Consejo de Administración de la sociedad, donde había representación del PSOE, PP y PA. Asimismo, resulta indignante que el afectado aún no haya recibido notificación oficial al respecto, a pesar de que el auto se ha difundido hasta la saciedad. Ni siquiera le han permitido personarse para enterarse de qué se le acusa, dejándolo en una situación de absoluta indefensión. Y eso por no hablar del juicio paralelo que lleva padeciendo durante más de dos años por unos poderes fácticos que ya lo han condenado de antemano.
Desgraciadamente, en Izquierda Unida ya hemos vivido inmerecidas experiencias de este tipo. Todavía ningún miembro del PP le ha pedido disculpas a nuestro compañero Lolo Silva por la retahíla de delitos que en su día le achacaron (prevaricación, malversación de caudales, tráfico de influencias, fraude en la contratación pública, usurpación de funciones…) y que la justicia se ha encargado de desestimarlos uno a uno.
Hoy cada vez más gente coincide en que el único crimen de Izquierda Unida en Sevilla ha consistido en lograr tantísimos avances para la mayoría social en tan corto periodo de tiempo. Eso es lo que no nos perdona una derecha dispuesta a todo, que de forma desesperada se aferra ahora a una operación de acoso judicial contra el primer tramo de nuestra candidatura, con la vana ilusión de impedir que sigamos creciendo electoralmente en la ciudad. Buscan pervertir como nunca el proceso democrático en pos de sus intereses, pero de nuevo vuelven a subestimarnos. Y aún está por ver cómo se escribe la Historia tras el 22 de mayo.
Probablemente, el panorama político actual sería muy distinto si IU hubiera autorizado en su momento los planes especulativos que determinados grupos inmobiliarios anhelaban poner en marcha en suelos como Tablada y Altadis. O si hubiera aceptado la construcción de una contaminante central térmica en Punta del Verde. O, sencillamente, si no hubiera impulsado la apuesta inversora sin precedentes por la vivienda pública o por los barrios históricamente desfavorecidos llevada a cabo en la capital hispalense durante los últimos años.
Pero no ocurrió así. Frente a las presiones y amenazas, decidimos aplicar nuestro programa electoral. Cometimos la osadía de ser coherentes con nuestros ideales y leales con quienes nos brindaron su apoyo en las urnas. Y eso en una ciudad como Sevilla implica un coste. Desde entonces, el objetivo central de la derecha económica, política y mediática sevillana ha sido desalojar a IU del Gobierno local. Por las buenas o por las malas. Una pretensión que con el tiempo ha devenido en obsesión pa-ra algunos, llegándose a traspasar las líneas rojas propias de una sociedad que se precie de democrática.
Ya en 2003, los medios de la derecha se inventaron que habíamos incluido en la lista a un terrorista de ETA para desprestigiarnos ante la opinión pública, mientras que en 2007 propiciaron la inhabilitación de otro compañero de la candidatura, el histórico sindicalista Ignacio Sánchez, tras una denuncia cocinada para la ocasión.
Sin embargo, la ausencia de resultados en la dirección deseada, ha dado paso a una nueva ofensiva mucho más virulenta contra IU, asentada en el todo vale y en el ataque visceral a la honestidad de sus cargos públicos, de los que se habla y escribe con total impunidad.
Como bien ha definido nuestro candidato a la Alcaldía, Antonio Rodrigo Torrijos, se trata de “una guerra por tierra, mar y aire”, a la que parece sumarse ahora cierto sector del Poder Judicial predispuesto a actuar, quizá, más conforme a la derecha que a derecho.
La publicación de sucesivas mentiras sobre la gestión de IU y la amplificación de supuestos escándalos sin pruebas, cuando no la descalificación personal y la proliferación de injurias, son el pan de cada de día en ciertos medios. A veces hemos denunciado estos hechos en los tribunales, donde hemos ganado. Pero, más allá de la satisfacción puntual, esto ni trasciende ni sirve para reparar el daño perpetrado en la imagen y en la dignidad de los afectados.
La gran patronal ya nos advirtió de lo que nos esperaba cuando en 2007 firmamos un nuevo pacto de gobierno con el PSOE. Ese día sus dirigentes manifestaron su rechazo a que IU asumiera las riendas del Área de Socioeconomía del Consistorio. Toda una afrenta a las reglas del juego democrático, una descarada injerencia en la soberanía municipal, que en cualquier otro lado no hubiera pasado desapercibido como aquí.
Luego vendría la demonización del ex concejal de Juventud y Deportes, Francisco Manuel Silva, a quien, en el ejercicio del cargo, le culparon de todos los males de la ciudad; la criminalización del delegado de Empleo, Carlos Vázquez, por participar en un piquete durante la huelga general contra la reforma laboral; y el inaudito procesamiento a la delegada de Participación Ciudadana, Josefa Medrano, por no ceder un local municipal para la celebración de un homenaje a un afamado fascista, como Agustín de Foxá.
La imputación de Antonio Rodrigo Torrijos en la investigación de Mercasevilla constituye el último episodio de este proceso de linchamiento. Y es que son muchos los motivos para pensar que asistimos a otra maniobra política. Hay demasiadas casualidades. Entre ellas, clama al cielo el momento elegido para filtrar el auto a la prensa: a pocos días de las elecciones y en la víspera de la firma del documento Compromiso Ético por la Regeneración Democrática de IU, cuyo contenido se ha tergiversado arteramente para intentar forzar la dimisión del candidato a la Alcaldía.
Pero Torrijos no es un corrupto y en Mercasevilla se limitó a sostener la posición de Izquierda Unida, al proponer que la venta de unos suelos de la empresa se efectuara mediante la fórmula legal de un concurso público. Fue, por tanto, una decisión destinada a evitar la especulación urbanística y avalada por unanimidad, además, en el Consejo de Administración de la sociedad, donde había representación del PSOE, PP y PA. Asimismo, resulta indignante que el afectado aún no haya recibido notificación oficial al respecto, a pesar de que el auto se ha difundido hasta la saciedad. Ni siquiera le han permitido personarse para enterarse de qué se le acusa, dejándolo en una situación de absoluta indefensión. Y eso por no hablar del juicio paralelo que lleva padeciendo durante más de dos años por unos poderes fácticos que ya lo han condenado de antemano.
Desgraciadamente, en Izquierda Unida ya hemos vivido inmerecidas experiencias de este tipo. Todavía ningún miembro del PP le ha pedido disculpas a nuestro compañero Lolo Silva por la retahíla de delitos que en su día le achacaron (prevaricación, malversación de caudales, tráfico de influencias, fraude en la contratación pública, usurpación de funciones…) y que la justicia se ha encargado de desestimarlos uno a uno.
Hoy cada vez más gente coincide en que el único crimen de Izquierda Unida en Sevilla ha consistido en lograr tantísimos avances para la mayoría social en tan corto periodo de tiempo. Eso es lo que no nos perdona una derecha dispuesta a todo, que de forma desesperada se aferra ahora a una operación de acoso judicial contra el primer tramo de nuestra candidatura, con la vana ilusión de impedir que sigamos creciendo electoralmente en la ciudad. Buscan pervertir como nunca el proceso democrático en pos de sus intereses, pero de nuevo vuelven a subestimarnos. Y aún está por ver cómo se escribe la Historia tras el 22 de mayo.
(José Manuel García. Coordinador de IU Sevilla y delegado de Juventud y Deportes)
No hay comentarios:
Publicar un comentario