El mundo es
como es pero también como dejamos que sea. Estamos inmersos en una
estafa de proporciones casi cósmicas en la que el mundo capitalista se
ha regido durante décadas por una vorágine de beneficios a toda costa y
de continuo crecimiento que solo se ha podido mantener a base de
burbujas financieras, especulación y corrupción de la clase política y
financiera.
El sistema
ha reventado y lejos de apartar, encausar y encarcelar a los culpables
de esta estafa, excepto en Islandia, se les vuelve a poner al mando de
la situación en una especie de libidinosa bacanal de suicidio colectivo.
Hace décadas que comenzamos a enterrar las relaciones humanas para
convertirlas en unas frígidas e insensibles relaciones mercantiles. No
importa quién, importa el qué y el cuanto.
Si prestamos
dinero a una persona para que pueda realizar una serie de proyectos o
simplemente para tener una vivienda, y esta persona por los vaivenes del
mercado, por los inesperados cambios económicos, comienza a no poder
pagar, ¿qué hacemos?, inmediatamente lo dejamos en la calle aunque eso
suponga que esa persona no tenga dónde caerse muerto y ni un mal plato
de arroz que llevarse a la boca. Aquí no se trata del aspecto humano,
solo y únicamente del aspecto económico, es más, tendemos a criminalizar
al afectado por haberse animado a entrar en la mecánica del mercado y
haber pedido un crédito que luego se volvió en su contra.
En los
tiempos de los romanos cuando no podías pagar una deuda pasabas a ser
esclavo de tu acreedor. Parece que los romanos ya sentaron las bases de
lo que sería el capitalismo de hoy en día y dejaron de lado aspectos tan
humanos como la moral o la equidad. Ya nada se mide por esas reglas
morales, la métrica instalada es la del dinero, la del beneficio y la
rentabilidad, todo lo demás sobra.
Me comentaba
mi Directora de RRHH que tenemos que darnos cuenta que vivimos en un
mundo capitalista y que las nuevas leyes, eufemismo de recortes, que
estaba haciendo el PP, entre otras la Reforma Laboral, eran necesarias y
buenas. Dicho de otra manera, aceptamos el sistema tal y como está
montado y por lo tanto nos adaptamos, de eso se trata. Hace tiempo que
me pregunto quién será el que de una vez de un puñetazo en la mesa y
sirva para despertar a las clases trabajadoras y a toda la ciudadanía en
general. Alguien tendrá que dar el paso, posiblemente le cueste muy
caro, pero una mayoría se beneficiará del sacrificio.
El otro día
mientras corría para controlar mis lorzas y también para desestresarme
de los problemas diarios, pisé sin querer un escarabajo. Me dí cuenta
porque crujió bajo mis pies y francamente, me sentó como una patada en
el culo. Mientras me alejaba miré atrás y lo ví, quieto, aplastado,
pasando a ser parte del pasado. Suelo hacer un circuito circular cuando
corro por mi barrio así que cuando volví a pasar por ahí miré y había
docenas de hormigas alrededor del pobre escarabajo beneficiándose de su
desgracia y pensé que bastaba con la muerte de un ser vivo para que
otros mucho se beneficiaran. Vi entonces el lado positivo, ante el
sacrificio, no voluntario en este caso, del pobre escarabajo, otros
muchos pudieron obtener un beneficio para sobrevivir.
Ahí estuvo
mi reflexión mientras corría, no paro de darle vueltas a todo este
entorno penoso que nos rodea y con el escarabajo espachurrado y las
hormigas aprovechándose de la situación pensé que bastaba con el
sacrificio de unos pocos para que muchos se favorecieran. Esta quizás
sea la historia del mundo contada mal y pronto, unos pocos luchan y se
sacrifican para que muchos se beneficien. Estos muchos se acostumbran a
tener todo hecho, se descuidan y vienen los de siempre, los poderosos y
se lo quitan. Vuelve la lucha, la lucha de unos pocos que tendrán que
sacrificar hasta sus vidas para que otros muchos puedan vivir mejor. La
pregunta es ¿quién de nosotros será el escarabajo que voluntaria o
involuntariamente sirva de aldabonazo para movilizar a la ciudadanía?
Llegué a mi
casa como tantas veces y me duché, intenté escribir pero no pude, mi
cabeza era un torbellino de sensaciones, ideas y contradicciones que me
impidieron poner en palabras todo lo que sentía. Solo veía un pobre
escarabajo aplastado con cientos de hormigas desagradecidas
beneficiándose de su particular holocausto.
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