Con cierta frecuencia, sobre todo en la política norteamericana, salta a los medios de comunicación escándalos donde se mezclan vida privada-cargo público, muchos de ellos relacionados con la homosexualidad.
El 'outing' surgió en los años ochenta, cuando
grupos de homosexuales, cansados de la persecución pública, judicial y
legislativa por su condición sexual, se decidieron a sacar a rastras del
armario a personalidades relevantes del mundo de la política, la judicatura o
los medios de comunicación. El propósito de este 'outing' no era sumar a la
causa de manera forzada a homosexuales que ocultaban su condición de manera
voluntaria, o por miedo, o por vergüenza, sino poner en evidencia la hipocresía
de quienes en el ejercicio de sus cargos, legislaban, juzgaban y azuzaban desde
sus púlpitos mediáticos contra los derechos de los homosexuales. Se ponía sobre
la mesa el dilema de la coherencia entre vida privada y acción de una persona
con relevancia pública.
Muchos de estos casos, al igual que
otros de infidelidades de políticos ultraconservadores, también tenían el
componente extra de que las cenitas, los viajes, los fines de semana
paradisiacos, las juergas... se las gozaban con cargo a las cuentas públicas.
El periodista José María Calleja ha
desvelado en la radio que las más de veinte cenitas para dos con velas, en
hotel de lujo en Marbella, que se ha dado como homenaje el presidente del
Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo, Carlos Dívar, a
costa del erario público no eran para hablar de trabajo con colegas de
profesión, ni con altos mandos policiales, ni con políticos de la zona más
corrupta de España, ni con testigos protegidos de casos de su interés.
¡Qué va! Era con su señor, su pareja,
su ligue, su pive.
En este caso, por tanto, creo que se dan las
dos condiciones para no caer en la manida salvaguardia de la vida privada de
los cargos públicos: el señor Dívar, en el ejercicio de su cargo institucional
se ha manifestado públicamente y en privado contra la igualdad legal de los
homosexuales, haciendo ostentación pública y permanente de su alta religiosidad
y seguimiento de las doctrinas de la Santa Madre Iglesia Católica, cuando, al
parecer, en su vida privada le mueven otros gustos; y en segundo lugar, al
negarse a dar explicaciones públicas sobre lo que hace con el dinero de todos,
pues resulta que abre la puerta a que la opinión pública se pregunte e indague
cuándo, cómo, dónde y con quién se zampa las ostras y los percebes su
Excelentísimo Señor.
Vamos, como dice Calleja, "la hipocresía
elevada al cubo".
( Aurelio - Coordinador Asuntos
Religiosos - Felgtb. )
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