Carlos Enrique Bayo
Público
En este mediático Relato de 33 mineros que estuvieron 69 días sepultados a más de 600 metros de profundidad, que fueron proclamados héroes de la patria, que serán besados por las reinas de la belleza y hechos ricos por la publicidad, y luego aborrecidos por el Gobierno y olvidados para siempre, pocos medios han resaltado lo que es a todas luces evidente: los ministros, técnicos, autoridades y empresarios que van y vienen de Copiapó (y ayer asistían al gran circo del rescate) son todos de pura raza blanca (si es que eso existe), mientras que los rostros de los atrapados en la mina muestran todos claros rasgos indígenas o mestizos.
Igual que en las vecinas Salinas Grandes de Jujuy (al norte de Argentina) se encuentra uno a indígenas atacameños, arrancando la sal a pico y pala a más de 4.000 metros de altura, soportando vientos helados y el cegador brillo blanco del entorno; para sorpresa del que llega desde Buenos Aires y observó en la capital federal una de las poblaciones con menor diversidad étnica de todas las megalópolis del globo.
Es un sarcasmo histórico que fuera un 12 de octubre el día en el que el presidente Piñera y todo su equipo de tecnócratas racialmente puros se pusieran la medalla de extraer de la madre tierra a los que su clase catira sigue explotando como hace 518 años. Igual que los blancos continúan esquilmando sus tierras ancestrales, obligándolos a extraer el cobre, el oro o la plata en condiciones laborales de semiesclavitud. Iniquidad que persiste en toda Hispanoamérica… salvo en Bolivia desde 2005, gracias a Evo.
Ocultos tras el despliegue triunfalista que prepara el Gobierno chileno, los mapuches, aymarás, rapa nui, quechuas, atacameños, picunches y tantos otros pueblos incaicos sometidos por los conquistadores permanecerán desposeídos y sojuzgados. Pase lo que pase en Copiapó hoy y mañana, ellos seguirán sepultados bajo la opresión blanca.
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En este mediático Relato de 33 mineros que estuvieron 69 días sepultados a más de 600 metros de profundidad, que fueron proclamados héroes de la patria, que serán besados por las reinas de la belleza y hechos ricos por la publicidad, y luego aborrecidos por el Gobierno y olvidados para siempre, pocos medios han resaltado lo que es a todas luces evidente: los ministros, técnicos, autoridades y empresarios que van y vienen de Copiapó (y ayer asistían al gran circo del rescate) son todos de pura raza blanca (si es que eso existe), mientras que los rostros de los atrapados en la mina muestran todos claros rasgos indígenas o mestizos.
Igual que en las vecinas Salinas Grandes de Jujuy (al norte de Argentina) se encuentra uno a indígenas atacameños, arrancando la sal a pico y pala a más de 4.000 metros de altura, soportando vientos helados y el cegador brillo blanco del entorno; para sorpresa del que llega desde Buenos Aires y observó en la capital federal una de las poblaciones con menor diversidad étnica de todas las megalópolis del globo.
Es un sarcasmo histórico que fuera un 12 de octubre el día en el que el presidente Piñera y todo su equipo de tecnócratas racialmente puros se pusieran la medalla de extraer de la madre tierra a los que su clase catira sigue explotando como hace 518 años. Igual que los blancos continúan esquilmando sus tierras ancestrales, obligándolos a extraer el cobre, el oro o la plata en condiciones laborales de semiesclavitud. Iniquidad que persiste en toda Hispanoamérica… salvo en Bolivia desde 2005, gracias a Evo.
Ocultos tras el despliegue triunfalista que prepara el Gobierno chileno, los mapuches, aymarás, rapa nui, quechuas, atacameños, picunches y tantos otros pueblos incaicos sometidos por los conquistadores permanecerán desposeídos y sojuzgados. Pase lo que pase en Copiapó hoy y mañana, ellos seguirán sepultados bajo la opresión blanca.
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