9 de abril de 2013

La hediondez de Libertad Digital



José Luis Sampedro, de 96 años, ha fallecido en Madrid, según han informado a Efe fuentes de la familia. El académico escribió más de una decena de obras, entre las que destacan La Sonrisa Etrusca, La vieja Sirena o Real Sitio. En los últimos años escribió el prólogo a la edición española del ¡Indignaos! del recientemente fallecido Stéphane Hessel.
Observen cómo habla ese tebeo hediondo de los fachas, llamado "Libertad Digital", del recién fallecido José Luis Sampedro, intelectual al que ninguno de los pseudoperiodistas de segundo orden, que escriben en dicho cómic, es digno de desatarle las sandalias. Lean cómo hablan del maestro, al tiempo que ensalzan a la que extendió la pobreza en Reino Unido, mientras enriquecía aún más a los ricos, Margaret Thatcher, denominada por esos fascistas "lo mejor del siglo XX".
Léanlo y comprueben qué manera de mentir, manipular y degradar la verdad. Quizá se pueda ser más fascista, pero es casi imposible que se pueda ser más cerdo:
LD:
"Sampedro, también economista, nació en Barcelona el 1 de febrero de 1917, y siempre ha destacado por sus alegatos a favor de la coerción del Estado, el socialismo y la liquidación de las libertades individuales, eso que los socialistas llaman una economía "más humana, más solidaria, capaz de contribuir a desarrollar la dignidad de los pueblos". Fue un furibundo anticapitalista y un declarado enemigo del liberalismo y las sociedades libres. 
Jose Luis Sampedro falleció la madrugada del día 8 en Madrid, pero por deseo del autor, la noticia de su fallecimiento no se ha conocido hasta esta mañana porque quería "irse" de "manera sencilla y sin publicidad", según su viuda Olga Lucas, con la que se había casado en 2003. Será incinerado esta mañana en el cementerio de La Almudena en la más estricta intimidad".

Requiem por el maestro

Ha fallecido el escritor, economista y luchador José Luis Sampedro. Siempre referente, luz y bandera de la justicia y de los valores de la izquierda y el progreso.

Descanse en paz, maestro.

Radicales antisistema




Se suele utilizar el término “antisistema” casi como sinónimo de “terrorista”. Los radicales antisistema se identifican en el lenguaje de los medios con jóvenes de largas cabelleras, vestimenta oscura y sucia, barba descuidada y fuertes inclinaciones a ejercer la violencia, en el mejor de los casos contra el mobiliario urbano, y en el peor contra sufridos agentes de ley. Sabiendo que el lenguaje nunca es inocente y frecuentemente es traidor, conviene plantearse varias preguntas acerca de este calificativo: ¿de qué sistema se trata? ¿La expresión se refiere al sistema capitalista, al sistema democrático o a ambos? ¿Se da por supuesto que este calificativo incluye el ejercicio de la violencia? ¿Es posible rechazar el sistema capitalista y defender el sistema democrático o viceversa? ¿El adjetivo “radical” conserva su significado etimológico, que implica profundizar hasta la raíz de los problemas, o ha pasado a significar lo mismo que “extremista y violento”?

La derecha  está intentando convencernos, contra toda evidencia,  de la indisoluble unidad del capitalismo y el sistema democrático. Y por lo tanto pretende que el adjetivo “antisistema”  tenga un significado unívoco y que abarque a ambos. Pero olvida intencionadamente que ese término puede entenderse de modos muy diversos y admite distintas valoraciones. Sucede lo mismo con frases similares: la expresión “que se vayan todos”, que se coreó ante el  Congreso de los Diputados o la consigna “no nos representan” también son ambiguas. Pueden entenderse como el rechazo global y sin matices de las instituciones del sistema democrático pero también pueden  ser la expresión de una legítima protesta contra la inoperancia de nuestros representantes, que no han sido capaces de articular una respuesta política al intento de desmantelar nuestro precario estado de bienestar. Y ambos sentidos son muy distintos.

No solo en España, sino en toda Europa –por lo menos- predomina una clase política de vuelo bajo, incapaz de mirar más allá de las próximas elecciones y renuente a emprender cambios de fondo que implicarían un enorme coste para ella. Por no hablar de los casos de corrupción, quizás no generalizados pero demasiado numerosos. Sin embargo, no habría que caer en la trampa de identificar a los políticos actuales con las mismas instituciones democráticas. Y ello, por dos razones. En primer lugar porque no todos los políticos son ineptos y venales: entre ellos hay gente lúcida y honesta que hace lo que puede –poco- en un sistema en el cual sus competencias son mínimas. Y en segundo lugar porque la política es necesaria. Nos guste o no, la vida pública de un país requiere ser organizada en instituciones y gestionada por políticos (aunque no necesariamente profesionales ni pertenecientes a los partidos actuales): un país de cuarenta y siete millones de habitantes integrado en la Unión Europea no puede soñar con una organización  como la que quería Rousseau para la República de Ginebra, una democracia directa de tipo asambleario sin separación de poderes y que prescindía de los partidos políticos.

Creo que en estos momentos hay que trabajar en dos direcciones. Por una parte, mostrar que la crisis actual no se limita a un problema transitorio de liquidez sino que constituye la demostración del fracaso del capitalismo financiero y la exigencia de un cambio radical de modelo económico, que ponga la riqueza en manos de instituciones democráticas. En este sentido, bienvenidas sean esas manifestaciones que “piden lo imposible”: la utopía tiene un lugar importante en la historia y si bien nunca termina de realizarse –por fortuna- es indispensable para señalar la dirección a la que hay que dirigirse. Y me parece una actitud inteligente la opción por la no violencia que han manifestado esos movimientos desde que surgieron: la fuerza de esas protestas surge de su capacidad para convocar a sectores muy distintos y lograr manifestaciones masivas. Una opción por la violencia los convertiría en vanguardias sectarias mucho más fáciles de aislar.

Pero por otra parte no se puede descuidar la participación en la gestión política cotidiana de las instituciones democráticas, incluyendo los partidos políticos, los actuales u otros. Es necesario exigir una reforma electoral que  asegure una verdadera representación proporcional, reclamar la creación de una potente banca pública que evite la previsible privatización de las instituciones salvadas con nuestro dinero, conseguir la reforma del aparato burocrático del Estado, en el que sobran designaciones a dedo, coches oficiales e instituciones inútiles para evitar así recortes en sanidad, educación y servicios sociales, presionar para evitar desahucios que dejan miles de familias en la calle con el único objeto de mejorar las cuentas de resultados de los Bancos, evitar la marginación de los inmigrantes y tantas otras medidas que son posibles aquí y ahora. Además de una reforma constitucional que asegure, entre otras cosas, canales de participación de los ciudadanos que no se limiten a los aparatos partidarios. Y para llevar a la práctica todo esto se necesitan políticos.

Se objetará que tales medidas son puramente reformistas y que no implican la desaparición del sistema que ha provocado la crisis. Es verdad. Pero se trata de reformas que serán necesarias también en un deseable cambio del sistema y que permiten la incorporación de mucha gente que no comparte objetivos más ambiciosos. La superación del sistema capitalista no será nunca el resultado de la acción de pequeñas vanguardias violentas sino que exige el convencimiento mayoritario de que es posible otro tipo de organización económica y política, caracterizada por una gestión democrática de la economía financiera. Y para ello es necesario superar los dos vicios históricos de la izquierda: el sectarismo y el dogmatismo.

Es más cómoda, por supuesto, una protesta global e indiferenciada contra todo, una descalificación de todo lo que se mueve, metiendo en el mismo saco el parlamento entero, el capitalismo, todos los políticos, los bancos, los empresarios, los jueces, los sindicatos y, ya puestos, hasta las comunidades de vecinos. E incluso resulta más cómodo arriesgar la integridad corporal en violentas protestas callejeras. Pero en política, como en la vida misma, las abstracciones, las generalidades y las consignas puramente emocionales son muy peligrosas: suelen dar lugar a la aparición de iluminados que pretenden encarnar en ellos una supuesta e indiferenciada voluntad popular que acumula  la suma del poder público. Tales protestas indiscriminadas pueden favorecer un inmovilismo que permite que los gestores de siempre sigan haciendo su trabajo mientras en la calle la policía se encarga de reprimir a grupos reducidos que se limitan a gritar consignas maximalistas y a quemar algunos contenedores.

Hay que rescatar el calificativo de “radicales antisistema” de las connotaciones interesadas que limitan su significado a vociferantes enemigos de toda convivencia civilizada (que también los hay, por supuesto). Muchos pensamos que la salida de la crisis actual exige poner en cuestión las mismas raíces de un sistema capitalista que además de injusto es ineficiente y en ese sentido un razonable radicalismo antisistema no solo no constituye una amenaza para el sistema democrático sino que es la única manera de defenderlo.

(Augusto Kapplen. Escritor y filósofo. Público.es)

4 de abril de 2013

Fiesta de la libertad en la Universidad de Sevilla

Ayer nos concentramos unas 300 personas en el rectorado de la Universidad de Sevilla. Queríamos expresar así nuestro apoyo al compañero David Benavides, vejado, golpeado, insultado e injustamente detenido el 24 de mayo de 2011, cuando se disponía a participar en una concentración en favor del profesorado interino de la universidad.
Ahora una jueza le ha declarado inocente de todo lo que la policía le imputaba pero le ha condenado a seis días de multa por desobedecer a la autoridad al negarse a entregar su cámara de fotos. Cuestión esta que la fiscalía se sacó de la manga, pues ni siquiera fue denunciada por la policía en su informe.
Estuvimos 300 pero son muchos más los que no pudieron acudir por razones laborales. En estos días David ha recibido el apoyo de miles de personas, muchos de los cuales sentimos aquel día impotencia al conocer la noticia, y después vergüenza y humillación al ver en las noticias cómo la policía trataba a nuestro compañero. Y eso que no hemos visto la grabación al completo.
Ya está bien de represión, ya basta de aterrorizar a los ciudadanos que ejercen sus derechos. No está bien criminalizar la protesta, no hay razón para pedir que se identifiquen los asistentes a una manifestación, no hay excusa para que los miembros de las fuerzas de seguridad no vayan debidamente identificados, no es democrático multar sistemáticamente a los convocantes de una manifestación, no se entiende que los trabajadores de las fuerzas de seguridad se presten acríticamente a ser la mano ejecutora de los recortes de derechos democráticos... ¿Qué temen?
Si el gobierno sólo aparece en pantallas de plasma, si los diputados se parapetan tras sus partidos, sus listas y su disciplina de voto, sólo queda la protesta democrática. Si tampoco dejan ejercerla, ¿qué le queda a la ciudadanía? Miedo me da pensarlo... están jugando con fuego.

2 de abril de 2013

Yo también soy David

Mañana miércoles 3 de abril, a las 13:30, se ha convocado a una concentración en el rectorado de la Universidad de Sevilla bajo el lema

Por la libertad en la Universidad. Tod@s somos David

David Benavides, profesor de la Universidad de Sevilla, esperaba para participar en una concentración en defensa del Profesorado Sustituto Interino cuando la policía nacional, sin permiso del Rector, irrumpió en el rectorado con la excusa de tratarse de "una concentración no autorizada". Apenas había ocho personas en aquel momento.

David hizo algunas fotos del hecho, la policía le exigió que entregara la cámara y cuando él pidió explicaciones, pues en la cámara hay algunas fotos de su familia, fue detenido, esposado, vejado y golpeado.

Ahora se ha celebrado el juicio, curiosamente David no ha sido condenado a ninguno de los hechos imputados por la policía en su informe. Sin embargo, sí ha sido condenado a pagar 120€ de multa por una falta de "desobediencia a la autoridad" al negarse a entregar la cámara. Por supuesto, los policías han salido indemnes de tan feo asunto ya que, vaya por Dios, las imágenes de la agresión a David no se pudieron ver en el juicio "por falta de medios".

Pueden leer aquí el comunicado que ha redactado el SAT al respecto. Y pueden leer el artículo David y los nuevos Goliat de Juan Torres.

También pueden ver el vídeo con la noticia que en su día dio Canal Sur

Rebelion

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