23 de noviembre de 2009

Afganistán

Solución y estrategia: salir de allí cuanto antes

La gente sabe que el camino de la guerra es siempre bárbaro e inhumano. Lo gritan a diario esos miles y miles de soldados caídos en el Irak y ahora en Afganistán y que, en desfile televisivo subversivo, agitaban la conciencia de la sociedad estadounidense y que Buhs, para tapar lágrimas y silenciar protestas, decidió prohibir.

Todos recordamos cómo el 15 de febrero de 2003 resonó en España y en el mundo entero, un no atronador contra la guerra; era la voz del pueblo (proveedor de las víctimas).

Momentos como ese del 15 de febrero levantaron muchas esperanzas, parecía apuntar allí un nuevo horizonte que cerraba para siempre la fosa del odio: partidarios de la vida, nunca jamás de la muerte. El aliento más primigenio de nuestro ser confirmaba que el mundo no es excluyente y disociador sino integrador y solidario; o convivimos como hermanos o seguiremos exterminándonos como lobos al calor de las fogatas de la guerra.

Está claro que, en este momento, el imperialismo estadounidense sigue siendo -todavía- padrino del mundo, sin excluir otros. A todos ellos podemos aplicar la conclusión de que la política de las naciones no se mide por sus palabras ( la retórica de sus promesas y supuestos ideales), sino por la realidad de sus hechos. Los imperios actúan siempre de la misma manera. Si analizamos la realpolitik de Estados Unidos luce en ella una cartelera ingente de invasiones, golpes de Estado, apadrinamiento de dictaduras, derrumbe de regímenes democráticos, asesinatos de líderes populares, etc.

Pero, no sólo los hechos, también las palabras hablan claro: “El comercio mundial debe ser y será nuestro. Cubriremos el océano con nuestros barcos mercantes. Construiremos una flota a la medida de nuestra grandeza. Nuestras instituciones seguirán a nuestra bandera en alas del comercio. Y el orden americano y la bandera americana se plantarán en lugares hasta ahora sepultados en la violencia y el oscurantismo” ( Alberto J. Beveridge , uno de los principales exponentes del Destino Manifiesto).

Estados Unidos se sale por todos los lados del Orden Internacional de la ONU. No respeta la soberana igualdad de las naciones. Su camino para seguir manteniendo su hegemonía es otro: las armas, sus ejércitos, sus flotas, sus más de 140 bases militares en todo el mundo, su refinada tecnología militar con un presupuesto mayor al resto del mundo, su poder mediático que controla el 80 % de las agencias mundiales y las espantosas guerras de ahora en Afganistán e Irak.

Si nos permitieran conocer los horrores perpetrados en estos dos países, podríamos contemplar a qué extremos de vileza y barbarie estamos llegando: uso de bombas nuevas espeluznantes, hambrunas masivas, desplazamientos agónicos desesperados, bloqueo de la ayuda internacional, más de 30 bombardeos diarios indiscriminados. ¡Verdadero genocidio!

Y todo esto, para que el mundo entienda que no hay otra ruta que pueda llevar alternativamente a la igualdad, a la justicia y a la paz: “Cuando en nuestras posesiones se cuestiona la quinta libertad (la libertad de saquear y explotar) los Estados Unidos suelen recurrir a la subversión, al terror o a la agresión directa para restaurarla” (Noam Chomsky).

Esta realpolítik suele ir acompañada del hecho de que, frente al actual imperialismo de Estados Unidos, otros Gobiernos occidentales con experiencia larga en esa asignatura, aparecen cómplices y serviles. Reverenciaron al emperador Bush y su cohorte más por miedo que por convicción. Y aunque Obama vaya por otro camino, se notan clavados en los huesos de Europa los dictados imperialistas.

La humanidad es una. O nos salimos de la dialéctica perversa de buenos y malos o el odio y la guerra son imparables. El punto de mira es la humanidad global, no Occidente ni Oriente, no los unos contra otros, sino todos unidos para construir entre todos una vida y convivencia dignas, justas, libres y pacíficas.

Es un sueño, pero tenemos recursos para hacerlo efectivo. ¿Qué no se podría haber hecho en el Tercer Mundo con los trescientos mil millones de euros gastados en cinco años en la guerra del Irak? ¿Qué con lo invertido en mantener los 190.000 soldados mercenarios de aquella zona? ¿Qué con lo invertido en el mantenimiento de las más de 140 bases estadounidense en el planeta tierra? ¿Qué con el presupuesto militar anual de EE. UU. de setecientos mil millones de dólares?

¡Señores del universo, grupo de los 20, de los 8 o del grupo emergente! O atendemos a los problemas reales de la humanidad o seguiremos sembrando de miseria, esclavitud y guerras desquiciantes el planeta tierra.

El tiempo del endiosamiento particularista (nación, raza, religión, clase, género ) pasó. No sirve para el futuro. La vocación de la familia humana es la UNIDAD.

“Todo cuanto establezca ligazones de sentimiento entre los hombre no podrá menos que ejercer un efecto contrario a la guerra. El psicoanálisis no tiene motivo para avergonzarse por hablar aquí de amor, pues la religión dice lo propio: Ama a tu prójimo como a ti mismo. La guerra contradice de la manera más flagrante las actitudes psíquicas que nos impone el proceso cultural, y por eso nos vemos precisados a sublevarnos contra ella, lisa y llanamente no la soportamos más. La nuestra no es una repulsa intelectual y afectiva: es en nosotros, los pacifistas, una intolerancia inconstitucional, una idiosincrasia extrema, por así decir” (S. Freud).

Benjamín Forcano

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