25 de agosto de 2013

El Papa Francisco ante el reto de algunos temas de la moral sexual y de la bioética

Este es el tercero de mis artículos sobre el Papa Francisco tras su viaje a Brasil. Y  va a versar sobre temas que él por propia iniciativa ni  mencionó ni  hubiera tratado.  Con ello, se apartó de la práctica de los Papas anteriores que daban realce a estos temas y con frecuencia  recurrían a ellos.

        El Papa Francisco llevaba en su cabeza otras preocupaciones, poco tratadas o muy olvidadas, acaso más importantes y en ellas se iba a centrar. Por otra parte, a estos temas tan manidos, pensaba que poco o nada tenía que añadir, además de que la gente se los sabía de memoria o poco menos :

-¿ Por qué no hablado de ellos?, le preguntó un  periodista en el avión ya de retrono en el viaje.

–“No era necesario hablar de eso, sino de las cosas positivas  que abren camino a los chicos. Además, los jóvenes saben perfectamente cuál  es la postura de la Iglesia.

 – Pero, ¿Cuál es su postura  en esos temas?  

- La de la Iglesia, soy hijo de la Iglesia.

        Menuda respuesta, “La de la Iglesia”. Cualquiera puede intuir que en ella hay un dar largas de momento, considerando que la Iglesia no se identifica con la Jerarquía. Y que, en las cuestiones doctrinales, el papel docente corresponde más bien  a los que han sido autorizados por su formación, dedicación, estudios y títulos reconocidos, no precisamente a la autoridad. Dice el Vaticano II: “Las recientes adquisiciones científicas , históricas o filosóficas plantean nuevos problemas que arrastran consecuencias para la vida  y reclaman  investigaciones nuevas por parte de los téologos” (Gs, 62).  

        Tarea que incumbe también a los obispos: En el cuidado pastoral deben conocerse suficientemente  las conquistas de las ciencias  profanas de modo que también los fieles sean conducidos a una vida de fe más  genuina y más madura” (GS 62) .

        Está claro que , al hablar de esta tarea, el concilio la encomienda sobre todo a los obispos, pero sabedores de que cuando definen una doctrina  lo hacen siempre de acuerdo  con la Revelación, a la cual deben sujetarse y conformarse todos. Por otra parte, y según lo requiere  su cargo y la importancia del asunto, celosamente trabajan  con los medios adecuados a fin de que se estudie como debe esta Revelación y se la proponga apropiadamente” (LG, 25).

        Traería aquí las palabras del obispo Pedro Casaldáliga,  un  obispo pobre, poeta y profeta, libre y ejemplar si los hay: “Con mucha frecuencia los obispos creemos que tenemos la razón, normalmente creemos que la tenemos siempre, lo que pasa es que  no siempre tenemos la verdad, sobre todo la verdad teológica, de modo que pido a los teólogos que no nos dejen en una especie de dogmática ignorancia. Y hablando de los teólogos en España, creo que es de justicia subrayar que hoy en España hay teólogos y teólogas (las teólogas son más recientes)  a la altura de aquel siglo de oro, de las letras y del pensamiento españoles, y ni Italia, ni Francia, ni Alemania, por citar los países más vecinos, dejan atrás ni en número ni en calidad la galería de teólogos que tenemos en España” (En el XVI  Congreso de Teología, Los pobres, interpelación a la Iglesia, Madrid, 1996)  

        No pocos obispos,  sin tiempo para estudiar y lo que es peor sin disponibilidad para ponerse al día con las nuevas investigaciones exegéticas y teológicas, y así promover una vida entre  los fieles más genuina y más madura, se han dedicado, con infantil y roma ignorancia,  a repetir doctrinas caducas y a hacer imposible la vida a los téologos, a quienes enardecidos señalaban (a casi todos los que tuvieron parte activa y relevante en los documentos conciliares) como extraviados y peligrosos.

            Parece que el Papa Francisco dejaba entender todo lo que había ocurrido y no quería precipitarse, como lo haría cualquiera de nosotros que, sin tener en cuenta el bimilenario entramado histórico y las compejidades que le toca abordar,  daríamos respuesta puntual e inmediata.  A sus espaldas, y para quien quisiera oir, resonaban las palabras del Vaticano II, magisterio de primera línea:

-  “Los teólogos podrán empeño en colaborar con los hombres versados en otras disciplinas; poniendo en común sus energías y sus puntos de vista y respetando el método  y exigencias propias de la ciencia teológica, deben buscar siempre el modo más adecuado para comunicar la doctrina con los hombres de su tiempo” (GS, 62). Y aún mas: “La cultura requiere constantemente una justa libertad para desarrollarse, y una legítima facultad de obrar, según sus derechos y sus propios principios; exige respeto y goza de una específica inviolabilidad” GS, 57).

          “Empeño en colaborar, en poner  en común energías y puntos de vista, en adecuar la doctrina a hoy,  en  respetar la específica inviolabilidad de la cultura”. ¿Nuestros dirigentes han tomado en serio estos principios del Vaticano II y los han aplicado? ¿Los conocían?   Creo que el Papa Francisco, si miramos a lo hecho y dicho hasta ahora,  se  mueve en este ambiente y actitud de respeto, de colaboración e integración. No ha sido ese, desgraciadamente,  el clima posconciliar, decididamente contrario y  que tanto anquilosó a la Iglesia.  Ciertamente no lo tiene fácil. Los  40 años de involución posconciliar han calado profundamente en la cristiandad, con una estrategia de nombramientos y contenidos doctrinales que, además de uniformes y con merma de la libertad y pluralidad, daba empuje a los movimientos más conservadores y desactivaban insistentemente el programa y espíritu renovador del Vaticano II.

         Los propósitos y el estilo del papa Francisco difieren enormemente de los anteriores, pero recibe acumulados todos los temas y problemas y, aparte de su interior visión y fortaleza, va a necesitar de unos apoyos y recursos, de todas partes, para llevar a cabo las reformas paralizadas del Vaticano II y las que  últimamente le vienen más urgidas.        No le servirán ni la ligereza ni la impaciencia, sí la clarividencia, la corresponsabilidad de todos, y la firmeza sentida en torno suyo. Muchos, no todos, queremos las reformas, por ellas hemos luchado fieles al Evangelio y al espíritu y pautas del Vaticano II, pero las resistencias pertinaces a  nadie como a él le va a tocar verlas,  sufrirlas y resolverlas.

        El Papa Francisco no quiere enseñar, gobernar, actuar ni gestionar solo. Nos lo ha demostrado.  Cuenta con todos los que han visto que su proyecto es volver a Jesús,  recuperarlo y   anunciar con gran fuerza su gran novedad para hoy y buscar entre todos soluciones, dando  la vuelta a esta sociedad neoliberal desigual y fratricida.


        Sobre los temas que voy a exponer,  la exégesis y teología modernas aportan luces y principios que difícilmente puede ignorar o descuidar un cristiano de hoy.  Yo espero que el Papa Francisco, con la libertad y coherencia que le caracterizan, sabrá abordarlos distinguiendo lo que es y pertenece al Evangelio y lo que es y pertenece al bagaje cultural de la humanidad.  Ambas cosas -Evangelio y Culturas- se han necesitado y relacionado siempre y en cada momento se han implicado para dar respuesta a la búsqueda y problemas del hombre. Hoy, sin desestimar la herencia del pasado, la cribamos y la enriquecemos con los nuevos conocimientos, que nos alumbran espacios o aspectos inéditos de la realidad. 

(Benjamín Forcano. Sacerdote y teólogo).

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