“La
misericordia es más grande para el caso de los divorciados. El cambio de época,
unido a otros problemas de la Iglesia, ha dejado muchos heridos. Si el Señor no
se cansa de perdonar, nosotros no tenemos más elección que ésta.Y la Iglesia es madre , debe encontrar misericordia
para todos. Los divorciados sí pueden hacer la comunión, esto hay que mirarlo
en la totalidad de la pastoral matrimonial. Será uno de los temas a consultar con los ocho cardenales. Es
además un tema antropológico y también lo
es el problema judicial de la nulidad de los matrimonios. Todo esto habremos
de revisar” (En el encuentro con los periodistas en el avión).
Viejo tema éste que debiera haber recibido ya
solución, de haber atendido las enseñanzas de Jesús. El
matrimonio, como realidad humana,
existencial, puede presentar dificultades, crisis, incompatibilidades , hasta rupturas. Para estos casos, es donde
Jesús habla de nos ser crueles e hipócritas ensalzando hasta el absoluto una ley con detrimernto de otras leyes. El
propone el proyecto del matrimonio indisoluble, como un proyecto ideal, una meta a conseguir, la
mejor. Pero, sin perder de vista la condición humana que, por su debilidad e
incorregibilidad, puede en ocasiones hacer imposible el logro de ese ideal.
En tal caso, no se puede seguir
afirmando que la indisolubilidad es una
norma siempre iderogable. La situación de
millare y millres de católicos, divorciados y recasados civilmente, es
un grito contra ciertas normas que los
condena a vivir fuera de la Iglesia. La connatural libertad y riesgo que
acompaña a todo matrimonio hace que no
se lo pueda considerar como
absolutamente indisoluble y que, llegado el caso de un fracaso serio, se lo
pueda enmendar iniciando un nuevo
camino. Es un derecho obvio, aunque
relativo y condicionado. Y, en este caso,la Iglesia no puede limitarse a dar
una solución excepcional para seres excepcionales.
“Todo
católico tiene el derecho y la necesidad de recibir la Sagrada Comunión. Todos
tienen necesidad de participar
activamente en la celebración eucarística, el acto central de la Iglesia católica y a la vez el signo de
unidad con Cristo. Tienen derecho a ser
recibido con los brazos abiertos y sinceras muestras de bienvenida, en el seno
de la comunidad católica y a tomar parte activa plenamente en las tarea s de la
comunidad” (S. Keller, ¿Divorcio y nuevo matrimonio entre católicos?, Sal Tarrae, Santander,
1976, 7-8).
En el año 1980, nueve teólogos españoles
(José Alonso Díaz, José María Díez
Alegría, Casiano Floristan, Benjamín Forcano, Jos I.González Faus, Gregorio
Ruiz, Fernando Urbina, Rufino Velasco, Marciano Vidal) hiceron público un documento “Preguntas de unos teólogos a sus obispos”, con
ocasión de su publicación “Instrucción “
civil sobre el divorcio. Dichos teólogos destacaban que los obispos:
-No haber tenido
en cuenta el sentir real de su comunidad
católica,
-Haber
preocupado únicamente del divorcio
como si se tratara de una ley meramente civil y política.
- Haber
dado a entender que para los católicos
no hay ninguna posibilidad de divorcio y ésta era doctrina que debía permancer
inmutable.
Y decían los teólogos:
” Por
supuesto que nosotros no ponemos en duda la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del
matrimonio tal como aparece en la revelación
de Jesús. Está claro que el modelo de
matrimonio que Jesús anuncia y exige,
como conforme a la voluntad divina, es el matrimonio monogámico, indisoluble y
que, fundado en un verdadero amor, tiende a hacerse realmente exclusivo, total
e incondicional para t seoda la vida.
Pero
esta doctrina de Jesús debe proponer
como un ideal y una meta hacia la
que debe aproximarse toda pareja, sin excluir riesgos, equivocaciones y
fracasos y no como una ley absoluta, con la cual toda pareja, por el hecho
mismo de casarse,se identifica automáticamente, sin posibilidad de conocer
rupturas o incompatibilidades o, por lo menos, incompatibilidades que hagan inviable esa ley.
Como catolicos deseamos que, en el interior der la
Iglesia, se robustezca el derecho a proponer públicamente lo que se piensa,
cuando tal pensamiento es no sólo sincero sino objetivamenete fundado., serio,
y contribuye a esclarecer la verdacera
doctrina de Cristo y a replantear ciertos
presupuestos y normas de la Iglesia.
¿Vds. Creen personalmente, cada uno, que la actual disciplina de la
Iglesia sobre este punto es la propia
del Evangelio, la que responde a la vida y enseñanza de Jesús? No les parece
que la Iglesia debería enfrentarse ahí, radicalmente consigo misma”? Tenemos que mirar a lo que
pasa en nuestra propia Iglesia, con la realidad de tantos matrimonios fracasados,
acaso sin esperanza de recuperación, y por eso ya práctiacamrne divorciados,
pero canónicamente condenados”.
(Benjamín Forcano)
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