23 de septiembre de 2013

La gestión del hábitat:donde me enseñan soluciones, encuentro problemas; donde me enseñan problemas, encuentro soluciones.

El gobierno municipal de Río de Janeiro invitó a John Turner, a final de los ochenta, a visitar las favelas y los polígonos de vivienda para realojo de favelados que se habían construido en los años 60 y 70. Cuando le preguntaron su opinión sobre lo que había visto, sentenció: “Dónde me enseñaron soluciones encontré problemas , dónde me enseñaron problemas encontré soluciones ”. Así empezó a explicar Verenna Andreatta la génesis del Plan Favela Bairro en el Seminario Internacional de Experiencias Significativas de Gestión Habitacional. Seminario enmarcado en la maestría en Gestión y Desarrollo de la Vivienda Social que organiza el equipo de Víctor S. Pelli en la Universidad Nacional del Nordeste, Resitencia, Argentina. 
Las favelas, los barrios de chabolas, los bidonvilles, los ranchitos,… denominan en diferentes contextos una misma realidad. Cuando ni el mercado de la vivienda ni las políticas públicas son capaces de ofrecer viviendas accesibles para los pobres, estos construyen otra ciudad, a la que el estado y el mercado llaman la ciudad informal, ocupando suelos y autoconstruyendo sus casas. Se ubican cerca de dónde pueden encontrar un medio de subsistencia. Más de mil millones de personas, una de cada seis, vive en estos asentamientos, con todo tipo de déficit: lugares sin agua corriente y saneamiento, sin urbanizar, con graves problemas de accesibilidad, insalubres, precarios, ilegales. Barrios invisibilizados para la ciudad formal. En Brasil estaba prohibido por una Ley del año 1937 que las favelas constasen en el mapa. En aquella época fue destituido un ministro de educación por pretender construir escuelas en las favelas. En los años 90 se construyeron en Brasil 10 millones de viviendas, tantas como el total de viviendas de un país como Portugal. El 75% de ellas en la informalidad. No es de extrañar que las favelas sean percibidas como un problema y que los gobiernos se propongan construir polígonos de vivienda, conjuntos habitacionales, para erradicar estos asentamientos. En Brasil, como en otros muchos lugares del mundo lo hacen allí dónde el suelo es abundante y barato. Así, asentamientos de favelas situados en una posición central de la ciudad, en los cerros de Río, que encontraban allí sustento y oportunidades de empleo, fueron trasladados a distancias de hasta cuarenta kilómetros de su lugar original. Estos polígonos difícilmentes podemos considerarlos ciudad porque les carecía lo que da sustancia y vitalidad a la misma. Son monocultivos de viviendas, sin actividades productivas, sin equipamientos. Cada día los habitantes de estos asentamientos deben recorrer largas distancias para acceder a la ciudad. Por eso no es extraño que Turner nos diga, “dónde me enseñaron soluciones, encontré problemas”. Pero, ¿cómo podía encontrar Turner que un asentamiento formal, que la ciudad formal percibe como un problema, pueda ser una solución? Desde la perspectiva de los favelados su casa es una solución a la necesidad de un techo para vivir. Algo que no puede esperar. Es verdad que es un comienzo apenas de solución. Es precaria, le faltan servicios, tampoco se puede considerar que una favela sea ciudad. Pero si se considera como un paso en un proceso de solución, la perspectiva cambia. La gente ya está radicada allí, ya ha encontrado su modo de vida en proximidad, ya tiene techo. Falta intervenir y completar. Cierto que con previsión y planificación, con otra forma de organizar la polis, se podría resolver esto de otro modo más satisfactorio, racional y económico. Pero una vez las favelas están allí, las autoridades brasileñas comprendieron que allí había que encontrar la solución.
Favela Bairro se propuso un ambicioso plan de intervención en las favelas para consolidarlas e integrarlas en la ciudad. Para ello era preciso construir las infraestructuras viarias, de abastecimiento, de saneamiento, de iluminación y electricidad, regularizar los parcelarios, elaborar normativas de edificación, dotarlas de equipamientos básicos y, a ser posible, de otros de rango ciudad que las colocaran en el mapa de la ciudad. Había que hacerlo contando con la gente, mediante participación ciudadana, con equipos de arquitectos, abogados, trabajadores sociales, economistas, próximos a los habitantes, que permitieran a estos ser percibidos y tratados como clientes.
Cuándo escuchaba a la arquitecta Verenna Andreatta contarnos las claves de este plan no pude evitar pensar en paralelismos con mi experiencia y mis preocupaciones. Es algo a lo que doy vueltas desde hace años. Tenemos mil millones de personas en el mundo viviendo en hábitat precario. El coste del Plan Favela Bairro es equivalente a la construcción de 100 km de autovía en Europa, muy inferior a la inversión que el gobierno brasileño ha movilizado para organizar el Campeonato del Mundo de Fútbol o de lo que Madrid ha invertido en el fallido proyecto olímpico. En el mundo, y en particular en España, tenemos miles de arquitectos parados o subempleados. También en España tenemos tres millones de viviendas vacías y cerca del 50% del parque residencial necesitado de obras de rehabilitación. Es un problema político, sólo solucionable cuándo la ciudadanía tome conciencia y se movilice para ponerlo como prioritario en las agendas locales, provinciales, estatales e internacionales. Necesitamos una política del Bien Común en la gestión del hábitat. Una política que en lugar de rescatar a los bancos y pasar la factura billonaria a la ciudadanía, rescate a la gente. Y he aquí una oportunidad de empleo, reciclando y formando a nuestros profesionales. Los términos del problema están planteados. Y la Corrala La Utopía, percibida como un problema por los bancos y los gobiernos de los bancos, apuntan una solución. Gestionar el alquiler social de las viviendas vacías en propiedad de los bancos.

(Esteban de Manuel. Resistencia)

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