2 de enero de 2006

Consumo Responsable


Pues si, al hacer el análisis de “la aldea global” observamos, al decir de Ignacio Ramonet, los tres pilares sobre los que el sistema ejecuta la globalización imperialista (el económico, el de la dominación ideológica y el militar), tendremos que reconocer en el primero de ellos al comercio multinacional (con las leyes impuestas por la Organización Mundial del Comercio) como uno de los principalísimos causantes, junto al Banco Mundial y al F.M.I. Y resulta bastante obvio que no podemos estar criticando y denunciando las estructuras sobre las que se asienta esta mundialización neoliberal, y luego haciéndole el juego, actuando pasiva y masivamente en nuestra faceta cotidiana de consumidores.

Es decir, que si el discurso militante contra la globalización va acompañado de un consumismo de las grandes marcas que la sostienen, nos hacemos, contradictoriamente, cómplices de las multinacionales, de la explotación laboral de mano de obra barata en el Tercer Mundo, de la degradación y contaminación medioambiental que las grandes macrocorporaciones ejercen, de la opresión infantil y de las trampas que la O.M.C. efectúa sobre los países empobrecidos. No podemos denunciar a los organismos que rigen el comercio multinacional (obligando al sur a liberalizar sus mercados, al tiempo que permite al Norte ser proteccionista con los suyos, mediante políticas arancelarias realmente insoportables y subvenciones a los productores ricos para ayudarles a que tengan precios competitivos...) y después dar la espalda a las iniciativas de alternativa real a estas reglas del juego, como las que el comercio justo pretende, tengan éstas los defectos que tengan.

Luego, el plano del discurso denunciante y el del boicot a las grandes multinacionales (y, por tanto, el del consumo responsable y solidario) deben caminar de la mano. De modo que ni debemos conformarnos con apoyar el comercio justo sin plantear la lucha en el único escenario efectivo posible, (es decir, a nivel de las estructuras políticas), ni, por el contrario, debemos limitarnos a quejarnos de lo mal que funciona el sistema, (lo “requetemalísimas, opresoras, contaminantes y fagocitadoreas del pequeño y mediano comercio que son las multinacionales) y, después, desentendernos de nuestra obligación moral de ser consumidores responsables y solidarios.

Resumiendo, las razones que nos “obligan” a apoyar el comercio justo son:

1- Es una exigencia de nuestro planteamiento de crear sinergias de microutopías. Si hay gente que está creando, en el Sur, cooperativas de comercio justo que garantizan salarios justos a los productores, condiciones laborales justas, condiciones ecológicas de producción (en otras palabras, que generan alternativas a las lacras presentes del comercio internacional, al tiempo que salvan a muchísimas familias del Sur, del hambre, la miseria, el paro o la explotación), no tiene ningún sentido militante que no las apoyemos; menos aún, que nos dediquemos a criticarlos, salvo que nosotros creemos alternativas mejores al respecto.

2- No podemos estar continuamente proclamando un discurso anticonsumista y luego ser consumidores irresponsables. No prestar atención a qué productos compramos (de qué país de procedencia vienen, en qué condiciones laborales y ecológicas han sido producidos y comercializados...) o, incluso más, ser consumidores (y, por tanto, clientes) de multinacionales que sabemos están monopolizando u oligopolizando el escenario de los mercado mundiales, es ser cómplices de la injusticia institucionalizada.

3- Apoyar es sumar y no apoyar es restar. Es cierto que la suma total de las primas obtenidas por el comercio justo español, durante la pasada campaña, fue realmente irrisoria. Pero antes de criticar tan ridículos resultados, deberíamos preguntarnos qué responsabilidad tenemos nosotros en los mismos. Pues si todos los que critican, o no apoyan, el comercio justo, se sumasen a los que lo apoyamos, entonces los resultados serían inmensamente mejores y, por tanto, las alternativas de comercio justo tendrían mayor poder competitivo frente al comercio injusto. El día en que todos los consumidores se negasen a comprar productos de multinacionales explotadoras, la cosa cambiaría para los pobres, sin duda alguna. Y, de paso, nosotros seríamos más austeros, aun cuando sólo fuese porque el comercio justo es más caro que el injusto y tendríamos menos capacidad de consumir.

4- Es verdad que el comercio justo tiene montones de fallos (y algunos de ellos, ya mencionados, pueden ser muy graves), pero tenemos una alternativa. O seguimos criticando desde fuera (y dejamos que siga todo igual) o nos metemos a apoyarlo y, ya desde dentro, podemos cambiarlo en todo lo que adolece. Me parece bastante claro cuál de las dos opciones es más lógica y coherente. Claro que hay una tercera opción: puesto que nos duele la actual globalización del capital y del poder de los grandes, podemos reinventar nuevas opciones alternativas al sistema de comercio injusto actual. ¿Queremos?

5- Sólo desde una postura de apoyo a las redes de comercio justo que nos parezcan mejores, más de acuerdo con nuestra línea ideológica y más eficaces, podremos plantear soluciones políticas al problema. Sólo desde nuestra actitud de consumidores responsables, podremos denunciar a nuestros gobiernos por su actitud pasiva o connivente con la O.M.C. Pero, al contrario, una denuncia permanente de las reglas del juego de la O.M.C. , mientras somos “clientes” de sus principales beneficiarios, es una enorme contradicción.

Por eso, para terminar, creo que debemos hacer causa común con estas iniciativas alternativas (aunque en su estado actual nos parezcan “blandas”); apoyándolas y extendiendo el espíritu que las anima, con el tiempo podremos ir “endureciéndolas”. Desde esta orilla podremos (y deberemos) trabajar por una economía productiva y distributiva, frente a la actual economía especulativa y acumulativa del capital; desde esta orilla podremos exigir al comercio justo que sea más militante (quizá con nuestro ejemplo) pero no con un café de multinacional en la mano (por decir algo). Siendo consumidores responsables, siendo personas austeras que toman una opción clara y radical por la pobreza, siendo verdaderamente ecológicos en nuestro consumo cotidiano, podremos ofrecer compromisos políticos creíbles y verosímiles. Nunca al contrario.

Quiero acabar con una anécdota: cuando hace poca más de un año, Coca Cola despidió a más de 6000 trabajadores (aprox. una cuarta parte de su plantilla) porque había obtenido “sólo” 404.000 millones de beneficio (frente a los 411.000 del ejercicio anterior), dejé de consumir ese infecto refresco, mandé cartas al director de los periódicos denunciando el hecho (que no me fueron publicadas, obviamente), lo publiqué en la revista de mi instituto y lo intenté llevar a varios grupos y contextos (fracasando en la mayoría de ellos). Cuando en uno de ellos, un amigo se tomó el tema a cachondeo, me dijo:

- “Coca Cola: tiembla, que Pedro te hace el boicot”.
Y le respondí:
-Indudablemente, hoy no tiembla, pero si mañana sigue sin temblar no será, desde luego, culpa mía; culpa tuya sí.

Gandhi, Luther King, Mounier, Pestaña, Rovirosa no esperaban a ser muchos para vivir conforme a aquello en lo que creían. ¿Creemos nosotros que el actual comercio del sistema es injusto? Pues actuemos en consecuencia.

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