8 de diciembre de 2010

¿Qué pide un mendigo a los Reyes Magos?

Gemma Galdon Clavell
Público


Imaginen que un día el ayuntamiento mandara a alguien con algunos centenares de euros en el bolsillo a hablar con personas que llevan años durmiendo en la calle, para ponerlos a su disposición. A los mendigos no se les informa de la cantidad de qué disponen, pero se les anima a pedir todo lo que sientan que necesitan para mejorar su situación.

¿Qué pedirán los sin-techo? Un cargamento de Don Simón, sin duda. ¿Qué se puede esperar de esos seres anti-sociales que aterrorizan nuestros portales y se niegan a aceptar la mano que les quiere encerrar en un albergue?

Pues no. En Londres a una ONG se le ocurrió que quizás fuera más útil escuchar a aquellos a quien se quiere ayudar, en lugar de obligarles a entrar en la lógica del programa social al uso, y un educador hizo exactamente eso: preguntar a 15 mendigos qué necesitaban… ¿la respuesta? zapatos, una silla para poder leer, un televisor, ayuda para pagar una pequeña deuda con un compañero, una caravana… (ver informe) En total, en el primer año los participantes en el proyecto gastaron 794 libras por persona, muy por debajo de lo previsto, y 9 acabaron dejando la calle. Alguno incluso llegó a sugerir que se redujeran las ayudas para que más personas pudieran beneficiarse de ellas…

Inmersos como estamos en la lógica del palo y la zanahoria, cuando las multas, sanciones y reprimendas proliferan para conseguir “disciplinar” al ciudadano incívico, la idea de que tratar a los ciudadanos y ciudadanas como seres pensantes con derechos, entendiendo la redistribución no como limosna, sinó como acto de solidaridad colectiva, quizás no es mala idea. Sobre todo si al final resulta que los mismos a los que responsabilizamos de la inseguridad y la “mala imagen” de nuestras ciudades demuestran un sentido común, una generosidad y una preocupación por las finanzas públicas que se echa de menos en muchos ilustres y cívicos ciudadanos.

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