20 de diciembre de 2011

De la competencia a la eliminación de...la democracia

Confieso, como el propio título sugiere, que este post me lo ha sugerido el que acaba de colgar mi compañero, y sin embargo amigo, "Sólo quien ama vuela".

Es difícil no estar de acuerdo con la reflexión de Luis de Sebastián. Pero yo quiero extrapolarla al ámbito político: si muchos partidos tienen opciones de poder "participar" (esto es, legislar, forzar o impedir legistar) la democracia será mayor que si las opciones son menos. Por tanto, el "bipartidismo" es a la política lo que el duopolio al mercado: cuanto menos opciones existan, menos libertad. ¿Que la gente los vota? Pues profundicemos:

Cuando el poder "representativo" (el entrecomillado significa "aguntar la risa") se comparte entre dos opciones ("quítate tú, que ahora voy yo") sólo puede significar:

a) que la mitad de la población (al menos) no está representada.

b) que si la mayoría es absoluta, ya no queda opción para el control del poder

y

c) que las ideas y proyectos de los que votan a partidos minoritarios jamás tendrán opción de representar a sus electores (pues ni siquiera tienen, por decreto, posibilidad de convencer al resto de votantes -al no tener dinero para campañas, tiempo en los medios, participación en debates, etc-).

Y cuando un partido tiene la mayoría absoluta es prácticamente idéntico al monopolio empresarial en el mercado: que lo centraliza absolutamente todo y hace lo que realmente le da la gana. A diferencia del monopolio en que en éste, si usted lo desea, puede dejar de ser consumidor en el acto, pero en política, si usted fue elector del que ahora le está engañando, tiene que "tragárselo y esperar cuatro años para cambiar las cosas".

¿Me puede explicar el lector qué diferencia REAL (no meramente "formal") hay entre eso y una dictadura?

¡Ah, claro!: el bipartidismo. Con lo que tenemos completamente asegurada la vida eterna de la corrupción, la trampa y la mentira. Yo te cubro (me callo) las trampas de tus ayuntamientos y comunidades autónomas, y tú me cubres las mías. Hoy por ti y mañana por mí. Y aquí paz y después Juan.

¿Y si de pronto la gente se indigna, empieza a hartarse y descubre, un poner, que no tiene sentido que se vote a partidos que apoyan a los que generan una crisis económica, perjudicando a los que la padecen? Pues no problem, o como dice un amigo mío, "no problemo":

Sacralizamos la ley D´hont y nos aseguramos que los nacionalistas cubren nuestro onminodo poder, a cambio de pingües beneficios a ellos. ¿Y si salen otros indignados y proponen partidos nuevos, con cierta capacidad de simpatizar con la sociedad y convencerla? Pues hacemos otra ley en la que les exigimos que consigan "solamente" 450.000 firmas para poderse presentar a las elecciones generales. Muy fácil, como vemos.

Pero es que la gente les vota, dirán ustedes.

Pues ya nos respondió el politólogo Sartori: "la democracia real es la que se asienta sobre el concepto de opinión pública entendida como "la opinión que el pueblo se ha formado por sí mismo" pero no como "la opinión diseminada entre el pueblo". En este segundo caso (es decir, el existente, la democracia deja de serlo y se convierte en "demagogia", como ya denunciaran Platón y Aristóteles hace bastantes siglos).

¿Ustedes se pueden explicar, si no, cómo es posible que una nación mayoritariamente compuesta de clase media trabajadora (y no de capitalistas), pueda votar por mayoría a opciones contrarias a la clase media trabajadora y favorables a los capitalistas? Yo, es que no lo acabo de entender.

Así, parafraseando a Galeano, no me queda más que creer que la democracia actual no es "sino el precio que paga el pueblo para financiar el garrote con el que será golpeado".

¡ INDÍGNATE, TOMA LA CALLE, NO LES SIGAS EL JUEGO ! QUE ES TODO MENTIRA, HOMBRE.

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