19 de junio de 2006

Deslocalización vs. Globalización



De nuevo se habla de empresas que dejan el suelo español para poner sus fábricas en países donde la mano de obra es más barata. Esta es la razón pública: "es que ustedes no están dispuestos a trabajar por menos dinero".

Pero hay otras razones que no se dan a la opinión pública, pero que son conocidas: generalmente en esos países se puede contaminar mucho más y las condiciones de trabajo son más flexibles (mayor duración de la jornada laboral, menor seguridad en el trabajo...). Otra cuestión por la que se pasa de puntillas es que las fábricas que se van son rentables, es decir, producen beneficios. O sea, que se van para ganar más dinero, no para salvar la empresa.

Los partidarios de la deslocalización argumentan (ver el artículo de P. Shwartz en Libertad Digital) que si un trabajador español cobra cuatro veces más que un marroquí, debe ser también cuatro veces más productivo. Lo cual muestra una clara despreocupación por los derechos de los trabajadores, como era de esperar. Es decir, que comparados con los niños y mujeres esclavos en maquilas y minas los trabajadores españoles deberían llevar grilletes para ser competitivos.

En mi opinión, no deberíamos querer para los trabajadores de otros países lo que no queremos para nuestros hijos: "piensa local, actúa global". Pero llama poderosamente la atención el lenguaje que usan los medios de comunicación. ¿Quién les enseña a hablar? Es curioso cómo se eligen expresiones negativas para nombrar determinadas cosas. ¿Es distinto deslocalización que globalización? Parece que se intenta despejar la bendita globalización de cualquiera de sus aspectos negativos, tan combatidos por el movimiento antiglobalización, ¿o deberíamos decir movimiento prolocalización? De esta manera, evitando usar la palabra globalización para nombrar las nocivas consecuencias de la golbalización neoliberal (con nombre y apellido), se da la impresión al ciudadano de que nada tiene que ver esta con sus efectos negativos, escondiendo las razones que impulsan las críticas del mal llamado movimiento antiglobalización.

¿Deslocalización o globalización? ¿Antiglobalización o prolocalización? ¿Quién enseña a hablar a los medios? ¿Por qué esas palabras tan feas? ¿Por qué no hablar de los que se preocupan por el otro, por sus derechos, por el futuro, por la sostenibilidad, por la ecología... frente a los que no les preocupa más que su bolsillo y el del que le paga?

Grassmann

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