20 de abril de 2007

Masacre en Virginia, y suma y sigue

A todos nos ha vuelto a sobrecoger la última masacre en una universidad de Virginia: chico surcoreano, de veintitrés años, se levanta una buena mañana, cabreado por la desigualdad social en EEUU (y en el mundo) y dice: "Voy a matar un poquito a unos cuantos niños de papá". Se va a clase, se prepara, apunta y ¡¡¡ FUEGOOO!!!.

TREINTA Y TRES MUERTOS.

Y ahora volvemos a las lamentaciones, las Vigilias nocturnas de homenaje a las víctimas, con cirios encendidos, guitarras y lágrimas. Exactamente igual que ya ocurriera hace muchos años en Columbine (y ha seguido ocurriendo en bastantes otros lugares de USA). Y Bush dirá ("seguro que habrá servido de gran consuelo a los familiares") que está horrorizado y "reza con su mujer por las víctimas".

Y uno se queda perplejo y sin saber qué es peor: si la masacre o el esperpento del teatro posterior del poder (que sabe que no va a cambiar absolutamente nada las cosas para que no vuelva a ocurrir). No sabemos quién es más malvado: si el loco que coge un fusil (pues muy sano mentalmente no se puede estar para hacer eso) o los que lideran la Asociación Nacional del Rifle (con el ínclito Charlston Heston a la cabeza), los que favorecen la liberalización total de la venta de armas para consumo privado, los que mediáticamente siguen enfervoreciendo la psicosis colectiva del miedo (con lo que el pueblo se arma hasta los dientes) para justificar el Estado y el sistema cada vez más represor... Y un largo y triste etcétera.

TREINTA Y TRES UNIVERSITARIOS MUERTOS MÁS. Y no haré lírica barata sobre "treinta y tres proyectos de futuro truncados" y cosas así. Me asquea demasiado tanta hipocresía: uno de cada dos norteamericamos tiene un arma de fuego en casa. ÉSE ES EL PROBLEMA. ¿Y a eso se le va a poner remedio ? Tanto Vds como yo sabemos la respuesta. Los universitarios son números, anónimos, un DNI; si quieren, "daños colaterales". Pero es imprescindible que el pueblo siga teniendo pánico y así todos ganamos: los productores y vendedores de armas, el ejército y la militarización en general, el poder que quiere ser cada vez más represivo (en nombre de la "seguridad"), los que buscan cualquier subterfugio para justificar cualquier política "de caza de brujas", el neoliberalismo que sigue cada día, como el dios Cronos, comiéndose y fagocitando a sus propios hijos.

Esto es, ganamos todos; quiero decir, todos menos el chaval que se levanta una mañana para ir a clase y... sencillamente ya no volverá porque América está armada hasta los dientes y hasta debajo de la almohada.

Ya nos lo advitió Michael Moore. Pero, claro, todos sabemos que ése no es más que un gordo, seboso y rojo.

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