28 de septiembre de 2007

Objetivos del Milenio: Objetivos Mínimos

Hoy tenemos la oportunidad de leer en Rebelión el discurso pronunciado por Rafael V. Correa Delgado ante la Asamblea General de la ONU el pasado 26 de septiembre.

Destacamos aquí algunos párrafos de su discurso, donde hace una interesante reflexión acerca de la conveniencia, o no, de la declaración de los Objetivos del Milenio (en adelante ODM) vistos como unos Objetivos Mínimos. Recomendamos leer el discurso entero aquí.

Señor Presidente; Excelencias; señores Jefes de Estado y de Gobierno y Representantes de los Gobiernos del Mundo:

Permítanme iniciar esta intervención reflexionando sobre el compromiso de lucha contra la pobreza, vigente desde septiembre de 2000, cuando 189 países suscribieron la declaración de los Objetivos del Milenio (ODM). En virtud de ese acuerdo nos comprometimos a cumplir, hasta 2015, con algunos propósitos básicos en el camino al Desarrollo Humano. (...)


(...) La primera limitación en los ODM es que constituyen un mínimo como estrategia para disminuir la pobreza. Nuestra meta es ir mucho más allá de tales mínimos, profundizando los objetivos e incorporando muchos otros. El hecho de suscribirnos de manera exclusiva a un enfoque de necesidades mínimas, como el que plantean los ODM, implica un alto riesgo, al buscar satisfacer conciencias, pero limitando las aspiraciones de cambio social. (...)

(...) Creemos que tener la meta de vivir con un dólar más un centavo al día, para, supuestamente, superar la pobreza extrema, o evitar morir prematuramente, como podría colegirse de los ODM, no significa llevar una vida digna. (...) Obviamente evitar la muerte prematura de los niños y niñas o de las madres gestantes, resulta un objetivo incuestionable. Sin embargo, centrándonos sólo en aquello, corremos el riesgo de conformarnos con que la vida humana sea simplemente un proceso de resistencia que tenga como fin alargar unas horas más la existencia de las personas. (...)

(...) Más aún, la perspectiva de conformarse con mínimos supone también la legitimación de la realidad que vivimos, ya que tales mínimos no buscan trastocar las distancias ni las relaciones de poder entre los sujetos ni entre las sociedades. (...)

(...) El conceder a algunas personas unos mínimos debe ser, a lo sumo, un objetivo emergente y temporal, y jamás debe considerarse como un modus operandi de la política pública, dado que supone situar al «beneficiario» en una posición de inferioridad frente a los demás. En otras palabras, supone no reconocer su idéntica dignidad humana frente al resto. De hecho, no es casualidad que burocracias internacionales como el Banco Mundial proponga siempre hacer “poverty reports” y nunca se le haya ocurrido hacer “inequality reports”.
Por ello, quizá la mejor estrategia de reducción de la pobreza con dignidad es la reducción de las distancias sociales, económicas, territoriales, ambientales y culturales. (...)

(...) Además, quisiera señalar que los ODM adolecen de una visión de desarrollo apegada a criterios de consumo, y de una estrategia ligada a los procesos de liberalización económica. (...)


(...) la paradoja inmoral de que por un lado se promueva a nivel global la libre circulación de mercancías y de capitales buscando la máxima rentabilidad, pero, por otro lado, se penalice la libre circulación de personas buscando un trabajo digno, es sencillamente intolerable e insostenible desde un punto de vista ético.

Para el Gobierno del Ecuador no existen seres humanos ilegales y las Naciones Unidas deben insistir sobre este punto. No hay tal cosa como seres humanos ilegales. Eso es inadmisible. Y estamos trabajando activamente por promover un cambio en las vergonzosas políticas migratorias internacionales, sin olvidar, por supuesto, que nuestra mayor responsabilidad es la construcción de un país que ofrezca las garantías de una vida digna como mecanismo de prevención del éxodo forzado por la pobreza y la exclusión. (...)

(...) Frente a esa concepción del mundo, mezquina y autocomplaciente, nosotros sostenemos que es posible llevar a cabo una acción colectiva, consciente y democrática, para dirigir nuestras vidas y organizar la sociedad mundial de otra manera, con un rostro más humano. Nuestro concepto de desarrollo nos obliga a reconocernos, comprendernos y valorarnos unos a otros, a fin de posibilitar la autorrealización y la construcción de un porvenir compartido.

Es a la construcción de ese mundo, de ese sueño, que el Ecuador quiere invitarlos.

Señoras y señores, muchas gracias.

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