13 de octubre de 2010

Llamar a las cosas como Dios manda

Isaac Rosa
Público

“El problema surge cuando se quiere borrar la memoria histórica, y a la catedral de Córdoba se le quiere atribuir hoy un destino y un culto musulmán.” -Demetrio Fernández, Obispo de Córdoba-

Los españoles somos muy dejados, y por pura desidia seguimos llamando puente romano a infraestructuras que no pertenecen a Roma desde hace milenios, judería a barrios pintorescos que no han visto un judío en siglos o, como señala el lúcido obispo de Córdoba, mezquita a un templo construido para mezquita, con todos los elementos propios de una mezquita, reconocido internacionalmente por el nombre de mezquita (o como mucho mezquita-catedral), pero que todo cristiano sabe que es una catedral como la copa de un pino.

Lo del obispo pidiendo que se la llame catedral a secas no es prurito de exactitud nominal, sino preocupación por que pueda “confundir al visitante”, sembrando una confusión “intencionada” que “se presta a no saber de quién es y para qué sirve hoy”. No sea que, como ya ha ocurrido, llegue cualquier infiel y se ponga a rezar a otro dios y tengan que echarlo. Porque la mezquita, perdón, catedral de Córdoba, tiene derecho de admisión religiosa: puede entrar cualquier sarraceno siempre y cuando no se ponga a rezar.

Para evitar estas confusiones perturbadoras, el cabildo lleva tiempo esforzándose en eliminar toda huella del pasado islámico. Ahora pide cambiar “el mobiliario urbano y los carteles de información y promoción turística”, pero ya lo hicieron en el interior, donde la información al visitante, folletos, guías y contenidos parecen más de catequista que de historiador.

Si uno, por ejemplo, quiere visitarla, debe saber que los horarios están “supeditados al culto”. Ayer mismo los turistas se la encontraron cerrada entre las 11 y las 14 por la misa del Pilar. El último paso ha sido la visita nocturna, donde ha impuesto una visión católica.

Da igual que el interés artístico y turístico, y su protección por la Unesco, estén en lo que tiene de mezquita antes que en la catedral que encajaron en ella; no importa que los turistas vengan de lejos para admirar una de las mayores mezquitas del mundo… Es una catedral, y no nos toquen las santas narices.

Y los infieles, que se vayan a Constantinopla, que allí no dejan a los cristianos rezar en la mezquita, so intransigentes.

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