29 de mayo de 2007

Medios de comunicación y elecciones

Imagino que el lecor pensará que esta historia ya se la hemos contado; si es así, pedimos disculpas por la reiteración, pero es que llueve sobre mojado.

Más allá de alegrías o descontentos personales, pienso que estas últimas elecciones han vuelto a poner sobre el tapete una realidad que nos preocupa sobremanera: el papel sobredimensionado que juegan los mass media en los procesos electorales, hasta tal punto que pareciera que no votan los ciudadanos sino los medios de ¿comunicación?.

Baste comprobar cómo en aquellos lugares donde se escucha más la COPE o se vende más el ABC, El Mundo, La Razón, (Telemadrid merecería un capítulo aparte él solito), gana el PP. Y allí donde predomina PRISA gana el PSOE. No quiero yo juzgar la capacidad de reflexión crítica del electorado pero sí me parecen demasiadas coincidencias.

Al respecto queremos señalar un par de apuntes:

  1. Cuando el ciudadano toma por costumbre no revisar jamás sus ideas (menos aún sus prejuicios) sino, antes bien, los retroalimenta acudiendo SÓLO a los medios que las fomentan, no hay posibilidad alguna de crecimiento intelectual, ciudadano o político. (Diríase que más que pensar o construir sus propias ideas, son las ideologías recibidas -con altas dosis de manipulación, medias verdades y descaradas mentiras- las que "piensan por él").

  2. Cuando, ni por asomo, existe el más mínimo atisbo de superar el ya clásico bipartidismo, la regeneración democrática se convierte en una quimera o en un brindis al sol. El "quítate tú, que ahora ya me toca a mí" parece ser el único debate político. Frente a los grandes problemas sociales y al debate sobre los verdaderos valores que subyacen a los grandes partidos (sobre todo a los dos grandes), se impone inmisericordemente un pseudodebate más parecido a un culebrón de hora de la siesta que a la discusión real en el "ágora pública", que heredamos del pensamiento griego (cuna de la cultura occidental), lamentablemente asesinado a manos de la "política-espectáculo" y del "merchandising partidista".

Si a eso le unimos el injustísimo reparto de oportunidades que tienen las distintas fuerzas políticas de acceder a la opinión pública (comprueben, por favor, cuántos recursos económicos para la campaña, cuánto tiempo de TV y radio tienen PP y PSOE, frente al resto de las fuerzas, después comparen los resultados electorales y saquen sus propias conclusiones).

Con una ley de financiación de partidos como la actual y un sistema endogámico de concesión de licencias audiovisuales según convenga,la verdadera democracia se me antoja más una utopía que una realidad de hecho.

Creo que los partidos, los movimientos sociales y ciudadanos, las ONGs y las asociaciones que, de verdad, quieran una democracia auténtica, deberíamos unir fuerzas para luchar en esa dirección. Por la democracia.Por el futuro.

Hasta el fútbol (verdadero antro de corrupción donde los haya; mírese, si no, a la LFP o a Villar) ofrece,de vez en cuando alguna alternativa más que Madrid o Barsa (aunque con un control, por supuesto).

Pero yo, de hecho, he ido a votar. De hecho, voy siempre. Aún no quiero caer en el derrotismo de aquél que dijo: "si votar sirviera para cambiar las cosas, ya lo habrían prohibido".

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