19 de mayo de 2009

Adios al Maestro

De joven, yo solía pensar: ¡Qué pena que, quedándose por aquí tanta gentuza, se nos vayan los mejores! Hay que ver qué cosas pensaba yo de joven. Y me interesaban sobremanera los intelectuales y los militantes políticos. Ahora, no estoy muy seguro de que no me interesen más los artistas y los poetas. Porque... la verdad, nunca sabremos qué es ni quién la tiene (o si alguien la tiene); la justicia... nada da más debate y controversias desde Aristóteles ("la justicia es dar a cada uno los suyo"; sí, pero ¿qué es lo suyo de cada uno? ¿es lo suyo del obrero ser explotado, de la mujer ser marginada, del pobre ser condenado?). Pero la belleza... ¡Ay, la belleza! Desde luego, el día que nos quedemos sin la belleza, apaga y vámonos. Al menos, yo me voy: ya no me interesaría nada este mundo. Y lo digo así: yo no podría sobrevivir.

Por eso, mi abrazo póstumo al grande, al poeta, al maestro. Adiós, Mario Benedetti. Te despido con tus propias palabras:

Te dejo con tu vida
tu trabajo
tu gente
con tus puestas de sol
y tus amaneceres.
Sembrando tu confianza
te dejo junto al mundo
derrotando imposibles
segura sin seguro.
Te dejo frente al mar
descifrándote sola
sin mi pregunta a ciegas
sin mi respuesta rota.
Te dejo sin mis dudas
pobres y malheridas
sin mis inmadureces
sin mi veteranía.
Pero tampoco creas
a pie juntillas todo
no creas nunca creas
este falso abandono.
Estaré donde menos
lo esperes
por ejemplo
en un árbol añoso
de oscuros cabeceos.
Estaré en un lejano
horizonte sin horas
en la huella del tacto
en tu sombra y mi sombra.
Estaré repartido
en cuatro o cinco pibes
de esos que vos mirás
y enseguida te siguen.
Y ojalá pueda estar
de tu sueño en la red
esperando tus ojos
y mirándote.

Mario Benedetti

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