15 de mayo de 2009

El culebrón copero

No me refiero en absoluto a esa semifinal de la Copa de Europa (o Champions) que tanto ha dado que hablar, con ese Drogba y ese árbitro amenazado de muerte (por cierto, que si eso pasa en Sevilla, todavía está Marca y la prensa de Madrid hablando de ello). Pero eso es harina de otro costal. Yo no me refiero al fútbol, sino al culebrón de la COPE y su personaje (no menos culebronesco), el locutor- bufón (y no lo digo por su aspecto de Quiasimodo, sino por lo “gracioso” que es hablando, tanto en lo que dice como en “cómo” lo dice).

¡¡Por fin se va!! O por fin lo echan, que para el caso es lo mismo. Aunque en realidad no es lo mismo: aquéllos que vemos en la jerarquía eclesial un verdadero lastre para el crecimiento de la conciencia de las personas, y para el desarrollo de la sociedad, entendemos que el hecho de que le hubiesen ofrecido dos horas en la “linterna nocturna”, no es echarlo en serio.

Y es que, tras tantísimo culebrón, al final no lo han echado de verdad: le hicieron una oferta a él y a su homólogo, el homófobo, para cambiarles parte de los programas (y la dirección, pasando el homófobo a “la mañana” y compartiendo parte de la “linterna” con el bufón). Y los dos han decidido conjuntamente rechazar la oferta de los “obispata”.

De manera que si alguno de los que tanto insistieron en su despido (bien escribiéndole a la Conferencia Episcopal y obteniendo la callada por respuesta –en esa magnífica muestra de buena educación de los roucos y cias-, bien quitándole la cruz a la secta en la declaración del IRPF, bien incluso poniéndose en la puerta de la misma emisora con pancartas), si alguno de ellos, digo, se había hecho la ilusión de que la jerarquía eclesial “oye alguna vez, por equivocación” el clamor de su pueblo (o empresa), que se vaya olvidando de la idem.

No, los roucos y cias no han oído en absoluto las múltiples peticiones de todos aquéllos que se sentían vilipendiados por el hecho de que el principal programa de la radio de la iglesia estuviera dirigido por una víbora (hablando de culebrones) y que no querían que nadie los identificase con tanto odio y tanta crispación. No. Aquí lo único que ha pasado es que la emisora había perdido unos 500.000 oyentes de audiencia, y que Esperanza Aguirre le había regalado una frecuencia al bufón y a su amigo, el de los ácidos bóricos y las conspiraciones (Dios mío, qué tropa, que diría el conde de Romañones), lo cual podría competir con la misma Cope y, oye tú, qué es eso de compartir la audiencia, dijeron los purpurados, y se cabrearon. (Que, por cierto, se me ocurre preguntarme qué grito no habrían puesto en el cielo los coperos, con traje púrpura o con micrófono, si hubiese sido el Gobierno el que hubiese regalado descaradamente una frecuencia a algunos periodistas de su cuerda ideológica, que también lo ha hecho en otras ocasiones, levantando la ira y la crítica de los que ahora callan y otorgan).

Volviendo a lo nuestro, aunque el locutor de las soflamas fuese el portavoz del auténtico pensamiento de los roucos (que lo era), aunque él fuese el cauce por el que los purpuratas vertieran todo su odio y toda su aversión contra todo lo que oliera a izquierda y a progreso (que también lo era), aunque fuese un experto en demagogia y manipulación, en realidad correa de transmisión de la manipulación y farsa episcopales (que también lo era)... eso de perder dinero y poder es demasiado para los roucos, que han preferido renunciar a todo lo anterior por tan evangélica causa.

El locutor-víbora, cansado de esperar ante el silencio de Rouco (no sabemos si es porque éste último estuviese ocupado riñendo a su sobrina, la que se desnuda en Playboy para castigar las incoherencias de su tío –palabras textuales de la chica-), ha dicho “adiós” a la que, según él, era “la casa de la libertad”. Que por cierto, se llevó años diciendo que dicha emisora era “la única que luchaba por la libertad” y, ahora que le han dicho “ya si eso nos vemos más adelante” (money is money), ahora dice él que “no le dejan luchar por la libertad”.

Y es que, como dicen los manuales de psiquiatría, hay tres tipos fundamentales de delirios paranoides: de persecución, de celos y de grandeza. Nuestra “estrella” mediática tiene, al menos, dos de ellos, no pareciendo ser uno el de los celos (que sepamos, por lo demás).

En cualquier caso, con el final del culebrón copero, nosotros pretendemos, a nuestra vez, darle también carpetazo a semejante personajillo al que, lamentablemente, le hemos dado más publicidad en esta página de la debida, cosa que lamentamos sinceramente y por la que pedimos humildemente perdón a nuestros lectores.

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