21 de mayo de 2009

La moral sexual según los obispos

Queridos amigos: como os prometí en la primera parte de esta reflexión acerca de la última “instrucción pastoral de los obispos españoles”, comparto con vds otra breve selección de textos de ese documento, esta vez centrados en cuatro cuestiones esenciales: la secularización y el relativismo actuales, el fundamento de la moral y la ética, la situación histórica actual del ser humano y la moral sexual.

Respecto a la secularización actual, los obispos dicen:
En la actualidad, uno de los grandes desafíos que encuentra la evangelización está centrado en el campo moral. Es una dificultad que procede de un ámbito cultural que se declara postcristiano y se propone vivir “como si Dios no existiera”. Por encima del ateísmo teórico y del agnosticismo sistemático, se extienden en nuestros días el ateísmo y el agnosticismo pragmáticos según los cuales Dios no sería relevante para la razón, la conducta y la felicidad humanas. En esta situación el hombre pasa a medir su vida y sus acciones en relación a sí mismo, a la vida social y a la adecuación con el mundo para la satisfacción de sus necesidades y deseos. La esfera de lo trascendente deja de ser significativa en la vida social y personal diaria, para ser relegada a la conciencia individual como un factor meramente subjetivo. El resultado es un relativismo radical, según el cual cualquier opinión en temas morales sería igualmente válida. Cada cual tiene “sus verdades” y a lo más que podemos aspirar en el orden ético es a unos “mínimos consensuados”, cuya validez no podrá ir más allá del presente actual y dentro de determinadas circunstancias. La raíz más profunda de la crisis moral que afecta gravemente a muchos cristianos es la fractura que existe entre la fe y la vida, fenómeno considerado por el Concilio Vaticano II «como uno de los más graves errores de nuestro tiempo». Es un auténtico e imperioso servicio eclesial para la evangelización devolver a los cristianos las convicciones y certezas que permiten “no tener miedo” y entender que lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe.
Sobre el fundamento de la moral y la ética, opinan:
Cristo es «el punto de referencia indispensable y definitivo para adquirir un conocimiento íntegro de la persona humana». Es, además, fundamento de un obrar moral integral en el que no hay dicotomía entre la razón y la fe. Si Cristo es la norma del obrar moral, la fundamentación de la moral debe proceder de la Revelación y del Magisterio de la Iglesia, cuyo ámbito se extiende al comportamiento humano sin entrar en conflicto con la recta razón. Cuando se piensa que en la Revelación sólo encontramos principios genéricos sobre el actuar humano, sin tener en cuenta que la Sagrada Escritura y la Tradición muestran lo contrario –como ha sido el caso de la así denominada “autonomía teónoma” -, se resiente gravemente la enseñanza moral. «La Sagrada Escritura es la fuente siempre viva y fecunda de la doctrina moral de la Iglesia, como ha recordado el Concilio Vaticano II: “El Evangelio (es)… fuente de toda verdad salvadora y de toda norma de conducta”».
Sobre la condición histórica actual del ser humano, los obispos (que conocen de primera mano el pensamiento y la voluntad de Dios), nos revelan que:
La presente condición histórica de la persona humana está marcada por el pecado. Debido al pecado original, todos los hombres nacen privados de la santidad y de la justicia originales. Aunque su naturaleza no ha quedado totalmente corrompida, se halla, sin embargo, «herida en sus propias fuerzas naturales, sometida a la ignorancia, al sufrimiento y al poder de la muerte, e inclinada al pecado». Por esta razón, no todas las tendencias que el hombre experimenta son buenas, de manera que requiere la ayuda de Dios incluso para conocer y realizar muchos bienes que están dentro de las posibilidades de la naturaleza. También por esto resulta muy necesaria la acción del Espíritu Santo y una formación moral apoyada en la Palabra de Dios y en las enseñanzas de la Iglesia para adquirir una conciencia recta. Cuando se presenta de manera ambigua la doctrina de la Iglesia sobre el pecado original, o se silencia y niega la gravedad del pecado, las consecuencias para la formación de la conciencia son muy negativas
Y, como postre, las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia sobre la moral de la sexualidad son:
Consecuencia inmediata de la dignidad de la persona humana revelada en Cristo es la dignidad intangible de la sexualidad. En un contexto marcado por un exasperado pansexualismo, el auténtico significado de la sexualidad humana queda muchas veces desfigurado, controvertido y contestado, cuando no pervertido. Es necesario que superemos la tentación de resolver «los viejos y nuevos problemas con respuestas que son más conformes a la sensibilidad y las experiencias del mundo que a la mente de Cristo (cf. 1 Cor 2, 16)». La sexualidad está inscrita en el ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, varón y mujer, que se debe entender desde la vocación de la persona al amor, y así, mediante la virtud de la castidad se logra la integración de la sexualidad en la persona.

La dignidad de la vida humana exige que su transmisión se dé en el ámbito del amor conyugal, de manera que aquellos métodos que pretendan sustituir y no simplemente ayudar a la intervención de los cónyuges en la procreación, no son admisibles. Si se separa la finalidad unitiva de la procreadora, se falsea la imagen del ser humano, dotado de alma y cuerpo, y se degradan los actos de amor verdadero, capaces de expresar la caridad conyugal que une a los esposos. La consecuencia es que una regulación moralmente correcta de la natalidad no puede recurrir a métodos contraceptivos.

A la luz de estos principios sobre la sexualidad se entiende el motivo por el que la Iglesia también considera «pecados gravemente contrarios a la castidad... la masturbación, la fornicación, las actividades pornográficas y las prácticas homosexuales». La enseñanza cristiana sobre la sexualidad no permite banalizar estas cuestiones ni considerar las relaciones sexuales un «mero juego de placer. La banalización de la sexualidad conlleva la banalización de la persona». El uso de las facultades sexuales adquiere su verdadero significado y su honestidad moral en el matrimonio legítimo e indisoluble de un hombre con una mujer, abierto a la vida, que es el fundamento de la sociedad y el lugar natural para la educación de los hijos. Los ataques al matrimonio que con frecuencia presenciamos no dejarán de tener consecuencias graves para la misma sociedad.
Esperando que hayáis disfrutado tanto como yo, os dejo con un fortísimo abrazo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que opinan los obispos que hanescrito este texto (sobre moral sexual) del silencio de la Iglesia en el caso que se ha destapado de cientos de abusos sexuales de ninios por parte de curas irlandeses? Por qu'e callo la Iglesia? Por que los mantenia en los mismos sitios sabiendo lo que estaban haciendo?

Rebelion

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