19 de mayo de 2009

Instrucción pastoral de los obispos españoles

Queridos amigos lectores: me acaba de enviar un amigo, por mail, un artículo de prensa digital sobre el último documento episcopal (llamado “Instrucción pastoral” – que viene de “pastor”, “el que acarrea las ovejas”- por los mismos obispos, o “pastores”, frente a los fieles, u “ovejas”). Dicho artículo entresacaba frases del documento eclesial, quizá para criticarlo o ridiculizarlo (en palabras de los mismos obispos, y de todos aquéllos que hablan de “los que atacan a la Iglesia”).

De modo que, para no dejarme manipular (y no publicar aquí un artículo sin haberme leído yo mismo el documento episcopal), me he leído personalmente el documento de la LXXXVI Asamblea Plenaria, titulado propiamente “Teología y secularización en España. A los 40 años de la clausura del Concilio Vaticano II”.

Como el documento es árido y extenso, me he permitido seleccionar los temas que más me interesan. Y para no aburrir a mis amigos lectores, los voy a publicar en dos artículos distintos (para que no se os haga largo y pesado). Y, en lugar de deciros mi opinión, me voy a limitar simplemente, a compartir con vds los párrafos seleccionados del mismo documento (por supuesto, cualquiera puede ir a la red y comprobarlo por sus propios ojos).

Así, respecto al ecumenismo, y a quién tiene la verdad religiosa y metafísica, nuestros obispos piensan:

“Resulta incompatible con la fe de la Iglesia considerar la Revelación, según sostienen algunos autores, como una mera percepción subjetiva por la cual “se cae en la cuenta” del Dios que nos habita y trata de manifestársenos. Aun cuando emplean un lenguaje que parece próximo al eclesial, se alejan, sin embargo, del sentir de la Iglesia[16]. Es necesario reafirmar que la Revelación supone una novedad[17], porque forma parte del designio de Dios que «se ha dignado redimirnos y ha querido hacernos hijos suyos»[18]. Por ello, es erróneo entender la Revelación como el desarrollo inmanente de la religiosidad de los pueblos y considerar que todas las religiones son “reveladas”, según el grado alcanzado en su historia, y, en ese mismo sentido, verdaderas y salvíficas. La Iglesia reconoce lo que, por disposición de Dios, hay de verdadero y de santo en las religiones no cristianas[19]. Reconoce, además, que «todo lo que el Espíritu obra en los hombres y en la historia de los pueblos, así como en las culturas y religiones, tiene un papel de preparación evangélica»[20], pues su fuente última es Dios. De ahí que sea legítimo sostener que, mediante los elementos de verdad y santidad que se contienen en las otras religiones, el Espíritu Santo obra la salvación en los no cristianos; esto no significa, sin embargo, que esas religiones sean consideradas «en cuanto tales, como vías de salvación, porque además en ellas hay lagunas, insuficiencias y errores acerca de las verdades fundamentales sobre Dios, el hombre y el mundo»[21].

La doctrina católica sostiene que la Revelación no puede ser equiparada a las, llamadas por algunos, “revelaciones” de otras religiones. Tal equiparación no tiene en cuenta que «la verdad íntima acerca de Dios y acerca de la salvación humana se nos manifiesta por la Revelación en Cristo, que es a un tiempo mediador y plenitud de toda la Revelación”.

Y respecto a la misma organización de la propia Iglesia, en lo referente a la existencia de distintos grupos dentro de ella, con distintas opiniones (en lo teológico, en lo pastoral, pero también en lo moral, en lo político y en lo ideológico), los obispos opinan:

“Una expresión de los errores eclesiológicos señalados es la existencia de grupos que propagan y divulgan sistemáticamente enseñanzas contrarias al Magisterio de la Iglesia en cuestiones de fe y moral. Aprovechan la facilidad con que determinados medios de comunicación social prestan atención a estos grupos, y multiplican las comparecencias, manifestaciones y comunicados de colectivos e intervenciones personales que disienten abiertamente de la enseñanza del Papa y de los obispos. Al mismo tiempo reclaman para sí la condición de cristianos y católicos, cuando no son más que asociaciones meramente civiles. No se trata de asociaciones muy numerosas, pero su repercusión en los medios de comunicación hace que sus opiniones se difundan ampliamente y siembren la duda y la confusión entre los sencillos. Esta forma de actuar pone de manifiesto la carencia de factores esenciales de la fe cristiana, tal como los transmite la Tradición apostólica.

Estos grupos, cuya nota común es el disenso, se han manifestado en intervenciones públicas, entre otros temas y cuestiones ético-morales, a favor de las absoluciones colectivas y del sacerdocio femenino, y han tergiversado el sentido verdadero del matrimonio al proponer y practicar la “bendición” de uniones de personas homosexuales. La existencia de estos grupos siembra divisiones y desorienta gravemente al pueblo fiel, es causa de sufrimiento para muchos cristianos (sacerdotes, religiosos y seglares), y motivo de escándalo y mayor alejamiento para los no creyentes.

Es necesario recordar, además, que existe un disenso silencioso que propugna y difunde la desafección hacia la Iglesia, presentada como legítima actitud crítica respecto a la jerarquía y su Magisterio, justificando el disenso en el interior de la misma Iglesia, como si un cristiano no pudiera ser adulto sin tomar una cierta distancia de las enseñanzas magisteriales. Subyace, con frecuencia, la idea de que la Iglesia actual no obedece al Evangelio y hay que luchar “desde dentro” para llegar a una Iglesia futura que sea evangélica. En realidad, no se busca la verdadera conversión de sus miembros, su purificación constante, la penitencia y la renovación[142], sino la transformación de la misma constitución de la Iglesia, para acomodarla a las opiniones y perspectivas del mundo. Esta actitud encuentra apoyo en miembros de Centros académicos de la Iglesia, y en algunas editoriales y librerías gestionadas por Instituciones católicas. Es muy grande la desorientación que entre los fieles causa este modo de proceder”.

Y os dejo, como dije, para no cansaros. En la segunda parte de esta reflexión, os aportaré los textos del documento, en los que los pastores nos aportan su humilde opinión acerca de la secularización de la sociedad, su desmoralización, el relativismo, y lo más importante, la opinión de los obispos sobre la moral sexual.

Esperando tengan una buena digestión de estos textos, os dejo hasta la segunda parte.

Abrazos.

4 comentarios:

Javier dijo...

O sea, que un católico de a pie que disienta de las doctrinas papales (como por ejemplo, estar de acuerdo con las uniones homosexuales), no se puede considerar católico; pero si el que disiente es un católico perteneciente a la jerarquía eclesiástica, claro que sí... "como si un cristiano no pudiera ser adulto sin tomar una cierta distancia de las enseñanzas magisteriales".

En fin...

ENFOCA Y VENTE CONMIGO dijo...

Efectivamente, Javier: tú lo has dicho. Y fíjate qué paradoja: los obispos dicen que "los disidentes no son católicos y pretenden crear una suerte de Iglesia paralela". Pero si son los "disidentes" los que opinan que "hay dos iglesias", enseguida saltan los jararcas diciendo que de eso nada, que una y punto. Es que no se aclaran.
Saludos.

Im-Pulso dijo...

Este párrafo es genial: "Una expresión de los errores eclesiológicos señalados es la existencia de grupos que propagan y divulgan sistemáticamente enseñanzas contrarias al Magisterio de la Iglesia..."
¡Todo un ejemplo de "humildad" intelectual y también de anticristianismo!
Gracias por el post, valía la pena leerlo.
Un abrazo.

ENFOCA Y VENTE CONMIGO dijo...

Muchas gracias a ti, Félix

Rebelion

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