22 de agosto de 2008

Marchando otra de canonizaciones

El Opus Dei comienza su ofensiva para la próxima canonización de su anterior prelado, Álvaro del Portillo. Parece que empieza a ser costumbre en el Opus canonizar a sus prelados, al poco de morir. Dicen "los hijos" de Escrivá que, de entre los méritos que tenía el nuevo candidato al santoral eclesiástico, figura el "que era un hombre de mucha fe". Genial: tenía fe, creía en Dios. ¿Os imagináis a la Iglesia canonizando a un ateo, por muy "santo" que hubiese sido en vida? Pues eso.

No hace demasiado, Juan Pablo II "nombró santo" a Escrivá de Balaguer. Es decir, el "duque" (o "el Padre", como le llaman sus seguidores) estaba a la misma altura, por ejemplo, que Francisco de Asís, Ignacio de Loyola, Teresa de Jesús o Juan de la Cruz, por citar a algunos. ¡Qué bajón!, ¿no? Parece que tampoco son buenos tiempos para la llamada "santidad".

Lo de Escrivá fue, cuando menos, llamativo (aparte de lo que escandalizó a millones de cristianos, e incluso católicos): José María Escrivá, según cuentan muchos testimonios de gente que lo conoció, fue un hombre que no se caracterizó precisamente por la caridad cristiana: era soberbio, intolerante, engreído, antipático y bastante agresivo (podría haber sido un excelente candidato a presidente de la conferencia episcopal española), pues nos recuerda a alguno que otro de semejante cargo. En su obra más famosa, "Camino", se puede leer alguna frase como ésta: "Bobo estúpido, ¿no ves que están dañando a Nuestro Señor Jesucristo?" Entre su amplio anecdotario histórico se cuenta (lo cuentan sus "hijos" como un orgullo) que en cierta ocasión, el "santo" dejó escrita esta "simpática anécdota": "iba yo en el metro de Madrid cuando se me presentó el demonio en forma de OBRERO (¡vaya por Dios!, la cursiva es mía), cuando, en un frenazo, chocamos y el obrero me llamó "burro" y yo le respondí: "Sí, pero burro de Dios"". Edificante, ¿verdad?. Enternecedor. Y qué gracioso, es para partirse la caja.

Los más detractores (pues jamás ha habido en la historia un santo que haya tenido más críticos) cuentan otras cosas como "el inmenso cabreo que una vez agarró por serle negado un ducado que él reclamaba" (el "santo" quería ser duque). En otra ocasión, habiéndole preguntado alguien qué caracterizaba a los miembros de la Obra, Escrivá respondió: "Imagina una calle alumbrada por muchas farolas, pero hay algunas que alumbran más que las demás. La calle es el mundo, las farolas son los cristianos, y las que alumbran más son los miembros de la Obra de Dios". Puede verse que era humilde, como todos los santos. Por tanto, la santidad como premio.

El proceso de canonización de Escrivá apenas duró veintisiete años, el más corto y rápido en los veintiún siglos de historia de la Iglesia. Pasó a pertenecer a un santoral en el que no están, por ejemplo, Juan XXIII (promotor del Vaticano II, Concilio que pretendió abrir a la Iglesia al mundo, darle el protagonismo a los laicos frente a los curas, y comprometerla mucho más con la justicia, y Concilio que Escrivá luchó denodadamente por abortar, pues no le gustaba la línea), los mártires Monseñor Romero o Ignacio Ellacuría, entre otros muchos, y en el que aparecen pocos, pero que muy pocos, laicos y mujeres u hombres casados y padres de familia. Pero Balaguer entró del tirón. Suerte que tienen algunos. Pero preguntarse aquí cuánto dinero pagó el Opus por la operación sería como preguntar cuánto le pagan algunos famosos al Tribunal de la Rota para que le concedan la nulidad matrimonial (cuando a la mayoría de los cristianos no ricos se les niega prácticamente de oficio), o como preguntar por qué la Iglesia casó por lo cristiano a la princesa Leticia, siendo divorciada, o como preguntar por qué la Iglesia niega la apostasía a los bautizados que la solicitan, al no querer tener relación alguna con la institución. Preguntas sin respuesta.

Nadie duda del poder omnímodo que tiene el Opus en la Iglesia (único movimiento en el mundo al que Roma le concedió la Prelatura personal, esto es, que sus curas no dependen de ningún arzobispado, sino de su propia organización), pocos saben qué extraños favores les habrá hecho el Opus a la Iglesia (teniendo en sus filas, como sabemos, miembros de las más altas esferas del poder político y económico, cual si de una logia masónica se tratara) pero todos conocen su estilo: "evangelizan" a los mejores, a los que destacan, pues ellos creen en el cambio de la sociedad desde arriba, sus laicos tienen montones de hijos (pues reciben "los que Dios les mande", al no poder utilizar preservativos, que, como todos sabemos, es pecado mortal), cumplen lo que ellos llaman "normas de piedad" (como asistir a Misa a diario, rezar el rosario a diario y confesarse muy a menudo), aparte de apoyar (desde la base y en las alturas) a la derecha política más rancia, y oponerse frontalmente a la Teología de la Liberación, pues, como me dijo una vez un numerario del Opus (un laico que ha hecho promesa de celibato), "lo de los pobres y eso está muy bien, pero no es lo único ni lo más importante del cristianismo". ¿Está claro? Estamos hablando de´uno de los sectores más reaccionarios y conservadores de la Iglesia.

Pero de Álvaro del Portillo no puedo decir nada porque no lo conozco; lo único que sé de él es lo que dicen sus "hijos": que "tenía mucha fe". Y por eso, pronto lo veremos en los altares. Como Dios (o el dinero) manda.

Por contar algo esperanzador para los creyentes, termino recordando una frase que me dijo un cura conocido mío, un joven de ochenta años, cuando canonizaron a Escrivá: "lo bueno de esto es que, a partir de ahora, puede ser santo cualquiera, pues han puesto el listón muy bajo". Algo es algo. Pues de puta madre, o mejor, "de puto padre".

PD: si Vd, querido lector, es del Opus y, en un momento de lucidez, ha querido salirse y se lo hacen imposible, puede buscar en Google "Por qué me salí del Opus". Es una interesante página, compuesta de cientos de testimonios de "ex-opusinos" y que se ha creado para ayudar a la gente que quiere salirse y no le dejan, y para acoger a los que lo han conseguido, para ayudarles a superar el feroz ostracismo y persecución a que le someten "esas farolas que alumbran más".

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