11 de septiembre de 2009

La mentira inhabilita a cualquier político

Ofrecemos un extracto de este artículo de Forcano:

"Si alguien dice algo en contra de lo que sabe, cree o piensa, miente. Mentir es precisamente decir cosas que no son verdad para engañar. El presidente de la Generalitat valenciana, Francisco Camps no sabemos con qué intenciones ha recibido los regalos de que se le acusa, ni si ha concedido por ellos contraprestaciones dejándose sobornar, ni si el juez “amigo del alma” que lo ha juzgado debiera haberse abstenido por sospechas de parcialidad. Pero sí que hay un extremo a todas luces evidente: ha mentido. Ha mentido afirmando una y otra vez que él no había recibido ningún regalo y que los trajes los pagó de su bolsillo. En el juicio mismo ha quedado demostrado que sí recibió regalos y que de los trajes no pagó ni uno sólo.

Entonces, el tema de los regalos ha provocado otro problema, sin duda más grave. El presidente no soportaba el sonrojo de quedar señalado como siervo del soborno y ha preferido escudarse en la mentira, a sabiendas de que mentía y mentía públicamente a todos los españoles. ¿Procedía así porque estaba seguro de que no lo juzgarían por mentiroso? No lo sé, pero mentía. Y mentir en un cargo político de gran responsabilidad, es mostrarse inepto éticamente, infiable y sin credibilidad. No seré yo quien le escatime generosidad al reconocer todo lo que de bondad y honorabilidad tenga. Pero aquí muestra una mancha ética intolerable. (En alguna situación excepcional, por ejemplo si uno cae prisionero del enemigo y es portador de importantes secretos de su país, de cuya revelación se seguirían graves daños para sus ciudadanos, no estaría obligado a decir la verdad y si por ello no se doblega ante las coacciones y torturas, sería considerado un héroe).

A todos nos alcanza la ética racional que nos exige ser veraces, como garantía para una convivencia razonable y estable. Y, como ciudadano y en su caso como cristiano, el presidente valenciano sabe lo que prescribe el Decálogo: “El octavo mandamiento prohíbe la mentira, cuya gravedad se mide según la naturaleza de la verdad que deforma, de las circunstancias, de las intenciones del mentiroso y del daño ocasionado a las víctimas” (Catecismo de la Iglesia Católica, Nº 523).

Sé que a muchos del PP les enorgullece su condición de católicos. Y pueden tener razones para ello. Pero, el enorgullecimiento viene no del nombre sino de las obras, y ése es otro cantar, como recuerda el apóstol Santiago: “Un fe sin obras es una fe muerta y hasta diabólica”. Y el mismo Jesús: “¡Camada de víboras! ¿Cómo pueden ser buenas vuestras palabras siendo vosotros malos?” (Mt, 12, 34). “Mucho cuidado con la levadura de los fariseos, o sea, con la hipocresía. Pues nada hay encubierto que no deba descubrirse , ni nada escondido que no deba saberse” (Lc 12, 2-3).

Benjamín Forcano (Teólogo).

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