Soy consciente de hasta qué punto sienten repelucos muchas personas, cuando oyen hablar de "proceso de diálogo" con ETA. Y, naturalmente, es una reacción explicable y comprensible, pues su miedo es que el llamado "diálogo" acabe siendo la vía por la que los terroristas consigan lo que llevan persiguiendo muchos años con el terror, la sangre y la muerte.
El mensaje que cala es: si al final se les da lo que quieren, el terrorismo habrá sido eficaz, y esto puede ser una cadena sin fin. Y yo entiendo que muchos ciudadanos de calle piensen y sientan esto; como, digo, es perfectamente razonable.
Ahora bien, el político profesional (ya sea en el Gobierno o en la Oposición) tiene como tarea exclusiva el bien común, en este caso, la consecución de la paz. Y como estamos hartos de oir, "no hay camino para la paz, sino que la paz es el camino". Es decir, independientemente de qué haya que ceder o no ceder en un posible "pacto por la paz" con ETA, lo que no tiene explicación es negarse al diálogo. A mí, desde luego, no se me ocurre otra vía de solución. Y cuando nos hemos centrado en exclusiva en la otra vía (policías y jueces) ya sabemos quién pone siempre los muertos.
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