24 de mayo de 2012

Reflexiones después de pisar un escarabajo

Del blog REGRESANDO A ÍTACA

El mundo es como es pero también como dejamos que sea. Estamos inmersos en una estafa de proporciones casi cósmicas en la que el mundo capitalista se ha regido durante décadas por una vorágine de beneficios a toda costa y de continuo crecimiento que solo se ha podido mantener a base de burbujas financieras, especulación y corrupción de la clase política y financiera.
El sistema ha reventado y lejos de apartar, encausar y encarcelar a los culpables de esta estafa, excepto en Islandia, se les vuelve a poner al mando de la situación en una especie de libidinosa bacanal de suicidio colectivo. Hace décadas que comenzamos a enterrar las relaciones humanas para convertirlas en unas frígidas e insensibles relaciones mercantiles. No importa quién, importa el qué y el cuanto.
Si prestamos dinero a una persona para que pueda realizar una serie de proyectos o simplemente para tener una vivienda, y esta persona por los vaivenes del mercado, por los inesperados cambios económicos, comienza a no poder pagar, ¿qué hacemos?, inmediatamente lo dejamos en la calle aunque eso suponga que esa persona no tenga dónde caerse muerto y ni un mal plato de arroz que llevarse a la boca. Aquí no se trata del aspecto humano, solo y únicamente del aspecto económico, es más, tendemos a criminalizar al afectado por haberse animado a entrar en la mecánica del mercado y haber pedido un crédito que luego se volvió en su contra.
En los tiempos de los romanos cuando no podías pagar una deuda pasabas a ser esclavo de tu acreedor. Parece que los romanos ya sentaron las bases de lo que sería el capitalismo de hoy en día y dejaron de lado aspectos tan humanos como  la moral o la equidad. Ya nada se mide por esas reglas morales, la métrica instalada es la del dinero, la del beneficio y la rentabilidad, todo lo demás sobra.
Me comentaba mi Directora de RRHH que tenemos que darnos cuenta que vivimos en un mundo capitalista y que las nuevas leyes, eufemismo de recortes, que estaba haciendo el PP, entre otras la Reforma Laboral, eran necesarias y buenas. Dicho de otra manera, aceptamos el sistema tal y como está montado y por lo tanto nos adaptamos, de eso se trata. Hace tiempo que me pregunto quién será el que de una vez de un puñetazo en la mesa y sirva para despertar a las clases trabajadoras y a toda la ciudadanía en general. Alguien tendrá que dar el paso, posiblemente le cueste muy caro, pero  una mayoría se beneficiará del sacrificio.
El otro día mientras corría para controlar mis lorzas y también para desestresarme de los problemas diarios, pisé sin querer un escarabajo. Me dí cuenta porque crujió bajo mis pies y francamente, me sentó como una patada en el culo. Mientras me alejaba miré atrás y lo ví, quieto, aplastado, pasando a ser parte del pasado. Suelo hacer un circuito circular cuando corro por mi barrio así que cuando volví a pasar por ahí miré y había docenas de hormigas alrededor del pobre escarabajo beneficiándose de su desgracia y pensé que bastaba con la muerte de un ser vivo para que otros mucho se beneficiaran. Vi entonces el lado positivo, ante el sacrificio, no voluntario en este caso, del pobre escarabajo, otros muchos pudieron obtener un beneficio para sobrevivir.
Ahí estuvo mi reflexión mientras corría, no paro de darle vueltas a todo este entorno penoso que nos rodea y con el escarabajo espachurrado y las hormigas aprovechándose de la situación pensé que bastaba con el sacrificio de unos pocos para que muchos se favorecieran. Esta quizás sea la historia del mundo contada mal y pronto, unos pocos luchan y se sacrifican para que muchos se beneficien. Estos muchos se acostumbran a tener todo hecho, se descuidan y vienen los de siempre, los poderosos y se lo quitan. Vuelve la lucha, la lucha de unos pocos que tendrán que sacrificar hasta sus vidas para que otros muchos puedan vivir mejor. La pregunta es ¿quién de nosotros será el escarabajo que voluntaria o involuntariamente sirva de aldabonazo para movilizar a la ciudadanía?
Llegué a mi casa como tantas veces y me duché, intenté escribir pero no pude, mi cabeza era un torbellino de sensaciones, ideas y contradicciones que me impidieron poner en palabras todo lo que sentía. Solo veía un pobre escarabajo aplastado con cientos de hormigas desagradecidas beneficiándose de su particular holocausto.

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