25 de febrero de 2009

La hora de los cuchillos largos

Benjamín Forcano
Público (Cartas de los lectores)

Los ciudadanos, especialmente los madrileños, no deben perderse en el laberinto informativo de lo que está pasando, sino retener lo básico para sacar conclusiones.

La borrasca que se cierne sobre el PP es ciertamente grande, y no sabemos lo que se llevará por delante. El PP es uno de los actores principales de la vida democrática de este país y no hay duda de que muchos españoles creen que son gente honesta, dispuesta a luchar contra la corrupción, el favoritismo y el egoísmo de tramar negocios, capitales y beneficios. Y, en general, hay que suponer que es así.

Pero, ante sospechas y hechos bien documentados, la investigación legal pertinente ha recopilado escuchas y conversaciones grabadas, testimonios directos, confesiones, denuncias que delatan una trama larga de personas concretas, vinculadas en mayor o menor grado al PP y colaboradoras.

El ciudadano común pide una investigación, la depuración de los culpables y la aplicación de la Justicia. Paradójicamente, la reacción oficial del PP ha sido unánime: mentira, no hay nada de nada, todo es una campaña de desprestigio, persecución y acoso contra el PP.

Todo esto, como señal de verdad y unidad, lo ha querido dejar plasmado en esa foto patética, evocadora del entierro del Conde de Orgaz, pero sin muerto en el medio.

En lugar de reconocer la legitimidad de la investigación y sus resultados, se han propuesto negar todo, atacar a quienes llevan la investigación y pararles los pies.

En un partido como el PP, esta estrategia resulta infantil y antidemocrática. Si no temen a la verdad, ¿a qué viene toda esta maniobra de ocultamiento y obstrucción de la Justicia?

¿Cómo explicar que responsables cualificados del PP no hayan intervenido para impedir caer en la trampa de identificar posibles actos delictivos de individuales afiliados o colaboradores con la entidad misma del partido? ¿Cómo no han parado la descabellada recusación del juez Garzón sabiendo que tan torpes argumentos se iban a caer por sí mimos? ¿Cómo aplaudieron el invento de una caza conspirativa que, de inmediato, se iba a desvanecer y les iba a dejar en pueril ridículo? ¿Cómo pudieron alentar al ex ministro Federico Trillo, hoy portavoz de Justicia y Libertades, mil veces descalificado, para que públicamente hiciese la recusación del juez Garzón?

Aclarar la verdad, hacer justicia y sancionar a los responsables es lo que debe hacer un partido si quiere recobrar la credibilidad ciudadana. Lo demás –echar balones fuera, atacar a quien no corresponde, descubrir conspiraciones donde no las hay– es simulación, cobardía y mal calculado cinismo que, a la postre, dañan aún más al honor e imagen del partido. Al PP se le pasaron los días de festivos y de gloria en los que todo parecía estarle permitido, y le acecha a sus dirigentes –primero a Rajoy– la hora de los cuchillos largos. El pueblo, a pesar de la confusión manipuladora, entiende, se sobrecoge y apunta conclusiones.

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