11 de febrero de 2009

Obama: la esperanza continúa

Obama no ha hecho más que empezar y no se ha andado por las ramas: aparte de las muchas cosas que ya le hemos oído, el pasado miércoles impuso una nueva normativa, bastante dura para lo que estos consentidos están acostumbrados, para controlar los beneficios de los grandes capitales. Por ejemplo, una de las iniciativas que ha tomado ha sido la de limitar a un máximo de menos de 400.000 euros la compensación anual a los directivos de empresas que reciban fondos públicos.

Criticando clara y duramente a los gánsters de Wall Street (los verdaderos terroristas globales, a cuyo lado, Al Qaeda se queda en pañales), ha dicho cosas tales como: "es terriblemente injusto que, mientras la economía se hundía, los directivos de Wall Street se hayan embolsado miles de millones de dólares en bonificaciones, el año pasado". O esto otro: "para restablecer nuestro sistema financiero (ahí está el fallo- la negrita es mía-) tenemos que recuperar la confianza, y con ese fin tenemos que hacer que los fondos de los contribuyentes no subsidien la codicia de los ejecutivos de Wall Street". O esto otro: "que estos altos ejecutivos se premien a sí mismos en medio de esta crisis económica no es sólo de mal gusto, es una mala estrategia, y no lo toleraré mientras sea presidente".

Ahí es nada. ¿Ha quedado claro? Está claro que (al menos de momento) nadie esperaba la revolución de las revoluciones, nadie sensato esperaba ver salir a Obama de la Casa Blanca "con el cuchillo en la boca", pero en el maloliente, hipócrita, cínico, cruel y asesino contexto económico y cultural en el que se desenvuelve esta "globalización" (la que nos han impuesto sin que la votemos, como tantas otras veces), las palabras del gran Obama suenan a aire fresco, sin duda. Y no ha hecho más que empezar.

Y además, con toda la valentía. Pues, evidentemente, ya se le han echado encima empresarios, periodistas y analistas (los mercenarios de siempre, los "prostitutos", los que venden su pensamiento y su pluma por dinero, lisa y llanamente), criticándole duramente porque "estas iniciativas pueden hacer volar muchos de los grandes capitales financieros".

Pues que vuelen. Y ojalá lo hagan tan lejos que no volvamos a saber de ellos. Para lo que nos sirven. Para que sigan sacando la sangre a las familias, a los trabajadores, a los pequeños ahorradores y a los pequeños empresarios, no nos hacen ninguna falta. Es más: nos molestan considerablemente.

Sí, ya sé que muchos quisiéramos que Obama quemase Wall Street y, sobre sus cenizas, edificase otro sistema basado en la justicia social. Pero, bueno, seamos optimistas: "no se tomó Zamora en una hora".

A mí, para ir abriendo boca, no me parece nada mal, desde luego. Y, desde luego también, que no me imagino yo a Aznar, o Sarkozy, o Merkel, o Rajoy, o Berlusconi, etc, etc, etc (o a los obispos) elaborando semejantes discursos. Ni a Zapatero… que estaría ocupado cerrando los negocios de venta de armamento a Israel.

No sé si me explico.

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