17 de mayo de 2011

El absolutismo de los partidos

La crisis existente es aguda y generalizada, pero no consiste en los problemas que se suelen denunciar sino en el hecho esencial de que los españoles la afrontamos desunidos y enfrentados. En lugar de buscar iniciativas, esfuerzos y alernativas comunes para resolverla, la agravamos con un continuo echarnos a la cara la culpa de ella que está en la desidia, la incompetencia e irresponsabilidad de los otros.

Esta desunión mata la confianza y el entusiasmo tan necesarios en estas ocasiones y genera el derrotismo que paraliza la enorme e imprevisible creatividad del pueblo. No hay ideal ni entusiasmo común. Se los come la disfrazada apetencia del poder de los partidos, que buscan dominar y no impulsar el espíritu solidario de todo un pueblo.

La solución de los graves problemas comunes que padecemos debiera ser la prioridad de todos, pero por ese veneno ideológico que endiosa a un partido y demoniza a otro, nos encontramos en la via muerta de una hostilidad feroz. No nos dedicamos a buscar soluciones sino que nos recreamos hundiendo al contrario y señalando abultados sus errores y desaciertos y, más aún, propinándole todos los horrores y descalificativos imaginabales. Aunque sean falsos.

La ética de destruir al otro con tal de hacerse con el poder aprueba cualquier acción aunque sea reprobable. Ese es el mal: un bipartidismo que nos devora, al que seguimos con ciega devoción y rendimos culto por encima del Bien Común de todos. En el fondo, está la engreída creencia de que sólo nuestro partido garantiza el bien , la grandeza y el futuro de España. La mitad de España va por el buen camino y la otra mitad anda extraviada. Si el Gobierno es del PSOE todo en él es maldición, disparate y caos. Si es del PP, todo bendición, éxito y exuberancia. No hay espacio para una política común, de intereses y valore comunes, de programas e ideales coincidentes o , por lo menos, convergentes en muchos puntos, sino oposición radical excluyente.

¿Partidos diferentes, pero que emanan de la misma sociedad y que, por lo mismo, tienen sustrato, vínculos y objetivos comunes? No. Nuestra política vuelve a ser pelea entre si tal partido es mejor o peor. La política no es tarea del Bien Común, a merced de todos, sino tortuosa carrera de cómo aplastar al otro, hasta llegar al poder.

Política dualista maniquea: uno u otro; unos buenos y otros malos; gobierno de unos y antigobierno de otros.

(Benjamín Forcano)

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