1 de febrero de 2010

¿Quién dijo miedo?

Manuel Alcántara
SUR

De cada diez españoles, seis están a favor de que haya almacenes nucleares, si bien es cierto que hay que añadir algunos matices a la estadística. La gélida aritmética no debe olvidar que también Pitágoras tenía su corazoncito. Lo que ocurre es que en muchos pueblos lo que les sucede a sus dignos habitantes es que prefieren un hipotético peligro de contaminación a un riesgo cierto de penuria. Dicho de otra manera: optan por albergar un almacén nuclear porque la otra alternativa que se les ofrece es tener vacía la despensa de su casa. Es terrible tener que elegir, ya que escoger exige renunciar, ya sea a una mujer, a un restaurante o a un partido de fútbol de esos que retrasmiten perversamente a la misma hora. Muchas veces lo preferible es no tener que preferir.

Entre un almacén saturado de materiales peligrosos y una nevera bien provista de productos perecederos, parece que los españoles se han declarado a favor de la segunda propuesta. Trae muchas complicaciones, pero también muchos puestos de trabajo. Todos sabemos que hay alternativas que no pueden gustarnos, aunque nos vemos conminados a quedarnos con una de las dos. ¿Usted prefiere morir degollado o fusilado?, fue la piadosa oferta que se les hizo a algunos prisioneros de guerra europeos. No de la monstruosa guerra última, que mereció el nombre de 'gran guerra', sino una de las posteriores, más pequeñas. No se les dio la posibilidad de responder que ellos no preferían.

Ahora está clarísimo que la inmensa mayoría de nuestros compatriotas prefiere que haya centrales nucleares en el pueblo de al lado, a ser posible lo suficientemente distante del suyo como para mantener una estúpida rivalidad, que ya la ejercieron sus antepasados, pero no lo bastante cercanos como para no acogerse a los celestes favores de una Santísima Virgen patrona distinta. A cual más milagrosa y más guapa.

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