20 de septiembre de 2010

La actual especulación sobre la alimentación mundial

Juan Hernández Vigueras
Consejo Científico de ATTAC España

Durante este verano de 2010, los precios mundiales del trigo, el maíz y la cebada han experimentado incrementos tremendos del 50 %, en los que los observadores han detectado signos similares a los de la otra crisis alimentaria de 2008, que trajo hambrunas y motines desde Bangladesh hasta Haití pasando por África. En la actualidad, la peligrosa situación del mercado mundial de los alimentos demuestra que, a pesar de las lecciones aprendidas desde entonces, se ha hecho muy poco para prevenir nuevas crisis.

Lo decía el pasado mes el director del Centro de la Universidad de Berlín para la Investigación del Desarrollo, Joaquín von Braun (Ft, 9/8/2010), destacando que sigue sin abordarse el mal funcionamiento de los mercados del grano y que eso es un fracaso. Precisaba, entre otros aspectos, que entre las fuerzas que concurren en la fijación de los precios de los alimentos, sobresale el creciente papel de los especuladores.

Según datos publicados, los contratos de futuros del trigo para septiembre 2010 mostraban el mayor y más rápido incremento en los precios desde 2008. En esta como en otras materias primas alimenticias, la explicación la encontraban dos especialistas del Financial Times, en los comportamientos de las grandes corporaciones de la alimentación que procuran asegurarse precios futuros ante la incertidumbre de estos mercados agrícolas mundiales (Hedging helps foodmakers through uncertainty in august 2010. Ft.com, 12/8/2010 )

Por un lado, el detonante de ese alza actual de los precios de materias primas alimenticias han sido las reducidas expectativas de las cosechas en Rusia, Ucrania y algunas zonas del Europa occidental; y particularmente, la prohibición rusa de exportación de trigo, que afirman que ha acelerado el riesgo de un pico en los precios, socavando la confianza mundial en la estabilidad de precios y suministros el comercio de alimentos.

Y las multinacionales de la alimentación se han apresurado a incrementar los contratos que garanticen sus suministros ante el temor de ver desabastecidos los escaparates de los supermercados; han adelantado los contratos llamados de futuro que fijan cantidades y precios para fechas anticipadas. Una modalidad de la especulación que acompaña a los mercados a escala brutal. Y así, recientemente aparecen las grandes multinacionales fabricantes mundiales de alimentos como Tyson Foods, Anheuser-Busch InBev, General Mills, Kellogg y Kraft, como cooperadores necesarios de los especuladores financieros.

Porque a la evolución de la especulación tradicional, se ha añadido la irrupción de especuladores puramente financieros, un nuevo tipo de especulador que es descrito en un informe reciente de la ONG holandesa SOMO. Son especuladores que después de haber definido un cierto precio en el contrato de derivados deciden pasar el riesgo a otros; es decir, convierten el contrato de suministro futuro en un producto comercializado en los mercados financieros mediante esos contratos de derivados, cuyo valor deriva del precio de la materia de referencia o subyacente.

De este modo, el producto subyacente (el trigo, la cebada, el maíz, etc.) se convierte en producto financiero con el cual especular y trasladar el riesgo del suministro y precios futuros a otros participantes. Esta especulación ajena a los mercados reales, desestabiliza los precios de la materia prima agrícola. Son los nuevos especuladores que entran en el juego de casino desde el año 2002.

De entrada digamos que los principales operadores de los derivados sobre materias agrícolas no son ahora los grandes terratenientes como antaño sino la gran banca financiera. Actualmente, los grandes negociantes de derivados de materias primas forman parte de los grandes bancos que están muy activos en muchos mercados financieros. Porque disponen de mayor capitalización y solvencia para ser contrapartes en esos contratos de derivados, gracias a las ayudas financieras que han recibido de los contribuyentes. Por supuesto, son ellos quienes saben del negocio.

Son, sobre todo, un pequeño número de conglomerados financieros que domina el negocio de los derivados y servicios conexos; y están fuertemente interconectados por las relaciones comerciales que mantienen entre ellos. Los tres mayores “dealers” en derivados de Wall Street son Goldman Sachs, JP Morgan y Bank of América, que ahora son propietarios de Merrill Lynch, Citigroup y Morgan Stanley. Y entre los europeos, los mayores actores en los mercados de derivados son Credit Suisse, Deutsche Bank, HSBC, Rabobank y UBS.

A finales de 2009, eran parte del 96% de las operaciones de derivados OTC realizadas por los holdings de 25 bancos estadounidenses y que son valoradas en 293 billones (trillion). La continuación de la crisis durante el año 2009, no fue obstáculo para que los bancos estadounidenses ganaran un mínimo de 28,000 millones de dólares en el negocio de los derivados.

Las ganancias de los conglomerados referidos salen de los derivados financieros de las materias primas de maneras muy variadas, entre otras de la especulación como negociantes de swaps por su propia cuenta, diseñando contratos y haciendo de intermediarios por una comisión, prestando asesoramient por una comisión, operando en bolsas y cámaras de compensación por una comisión y ofreciendo servicios relacionados con índices bursátiles por una comisión. Siempre ganan. Además, sacan provecho de los intereses de los préstamos a otros especuladores. Los enormes beneficios que obtienen de estos negocios de derivados les llevan a promover este comercio financiero así como a pagar elevadas retribuciones variables (bonus) a sus directivos y a su personal. (The commodity bubble. Financing Food Financialisation and Financial Actors in Agriculture Commodity Markets. Documento de divulgación de SOMO, Abril 2010)

Y, mientras tanto, las tecnocracias internacionales fortalecidas por sus consensos con la banca, tienen listos los borradores de próximos acuerdos en Seúl que “regulen” la banca global sin perturbar su funcionamiento. Pero para que entren en vigor no antes de 2019.

Como tantas veces, en realidad este artículo lo he leído en Rebelión.

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