10 de diciembre de 2007

La anciana del Supercor

Hace varios años que cojo el tren muy temprano (7´20 a.m.) para desplazarme a mi trabajo. Camino de la estación (a la que voy andando) paso cerca de un supermercado Supercor.

Hace algunas semanas que vengo observando una cosa muy extraña, que incluso se la he comentado a varios amigos: una señora mayor está, sobre las 7´05 a.m. aproximadamente, en la puerta del Supercor con un carrito de la compra. Puesto que como todo el mundo sabe, aún quedan algunas horas para que abra el supermercado, la presencia de dicha señora me resultaba totalmente enigmática. Pues una se puede equivocar la primera vez (y ya es raro equivocarse en semejante hora), pero ...¿tantas mañanas?

Al principio, mis amigos y yo pensamos que debía tratarse de una loca, esto es, de una mujer que no estuviese muy en sus cabales (pues desechamos la idea de que tal conducta fuese una escapada al insomnio o a un inoportuno despertar tempranero). Pues hoy se ha aclarado el misterio: resulta que la buena señora (en absoluto con apariencia de mendiga o algo así) espera a esas horas (para que nadie se le adelante) a que los operarios de Supercor tiren alimentos caducados o en mal estado, al contenedor de la basura.

Ése es su momento de gloria: la buena mujer se asoma al contenedor y empieza a hurgar entre la inmundicia y, poco a poco, va llenando su carro (entre latas y yogures caducados también "se cuelan" cositas de la basura doméstica de la gente).

Y no estamos en el África Subsahariana o en Bangladesh; estamos en Sevilla, España, país de los más ricos del orbe. Y uno no puede evitar que el desayuno recientemente ingerido empiece a indigestarse camino de la Renfe. Pues se trata de un símbolo inequívoco de nuestra realidad social y mundial. Los pobres más madrugadores tienen la opción de llegar los primeros a hurgar la basura de los satisfechos ciudadanos de clase media. Del mismo y exacto modo en que a los pobres de la tierra les mandamos nuestras sobras en las campañas navideñas (única época del año en la que, parece ser, ellos pasan hambre), entre cenas de Navidad y opíparos paseos a los centros comerciales.

Efectivamente, la buena anciana tiene la libertad de levantarse temprano (si no lo hace, probablemente no comerá ese día); esto se llama mercado libre, democracia, progreso tecnocientífico, capitalismo neoliberal, "fin de la historia", en palabras de Francis Fukuyama.

A todo esto, escucho atentamente a PP y PSOE hacer sus propuestas para construir una España mejor; espero y espero, a ver qué dicen de la justicia social, de la igualdad de oportunidades, de la lucha contra la pobreza, en suma. Espero y espero y... sigo esperando. Y la preocupación de los partidos mayoritarios, acerca del hambre en el mundo, tarda más en aparecer que mi desayuno de hoy en digerirse. Quizá es que sus votantes no se lo exigen en absoluto (¿podría ser eso?).

El excelente Morgan Freeman, caracterizando al teniente Somerset en Seven, aparece en una escena diciéndole al utópico agente Mills (pobre jovenzuelo que "quiere comerse el mundo", interpretado por Brad Pitt) que "la utopía es imposible mientras a los ciudadanos de a pie les importe una mierda, y sólo quieran que les toque la lotería, comer hamburguesas y ver la tele". ¿Esto es cine o debería ser noticia de primera plana en las portadas de los periódicos y en las emisoras de radio, episcopales o laicas?

Me entran unas terribles ganas de llorar. Mientras unos despilfarran en campañas electorales para engañarnos diciéndonos que son de izquierdas, otros malgastan el dinero fletando autobuses para llevar a la gente a manifestarse conra el gobierno (no contra el hambre, sino contra una signatura de secundaria y contra el matrimonio homosexual). Y nosotros, aquí en Enfoca, gastamos electricidad en el ordenador, criticando lo mal que lo hacen los demás. Y mientras, una señora (que bien podría ser mi madre) hurga en la basura para comer, y mi desayuno burgués sigue sin digerirse a estas horas (es lunes, a las 15´00 p.m.).

Mañana, tras comprar el décimo de la lotería del Niño, iremos a comer hamburguesas del imperio Donald y al llegar a casa, veremos la tele; escucharemos a los políticos hablar de arreglar el mundo. Y yo me quedaré muy contento porque, una vez más, he hablado de los pobres.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha encantado el artículo, genial, tendriamos que hacer mas por las personas que viven en la calle, siempre hay excusas: como falta de presupuesto, protestas vecinales, que no quieren vivir en albergues,etc.. vamos que en 4 años en la ciudad de las personas no se hayan creado mas plazas para personas sin hogar es para pegarle un toque de atención a las politicas sociales de nuestro ayuntamiento.
Creo que solo hay 1 albergue municipal con 37 plazas...gestionado por una entidad privada.
Gente de la Iglesia Cátolica está muy comprometida en ayudar a estas personas como otros colectivos, me parece interesante recalcar esto.

saludos

Anónimo dijo...

Como autor del artículo, te agradezco muchísimo tus palabras y te doy la razón: hay muchos cristianos de base comprometidos con los pobres e indigentes. Y llevas razón en que habría que recalcar esto. A veces, sólo ponemos el acento en lo malo (la estructura jerárquica) y no señalamos lo suficiente la bondad de la Iglesia de base, con la que me identifico totalmente. Lo que pasa es que yo pienso que se trata de dos Iglesias distintas (y con muy, pero muy poco en común). A veces pienso que ni siquiera creen en el mismo Dios.
Pero gracias de nuevo por tus palabras y por tu "sugerencia crítica".

Rebelion

Web Analytics