27 de marzo de 2008

Llama olímpica... asesina

Se ha hablado mucho de un posible boicot a la ceremonia de inauguración de los próximos Juegos Olímpicos de Pekín, a causa de la masacre que China viene realizando con la inocente y oprimida población del Tíbet. ¿Saben en qué va a quedar todo eso? Pues en palabrería barata y nada más.

En primer lugar, habría que recordar que la situación en el Tíbet, y el crimen que China está cometiendo allí, no es, ni mucho menos nuevo: lleva ya demasiado tiempo. Y uno no puede por menos de sorprenderse y lamentarse del terrible y cómplice silencio que, al efecto, está mostrando la actitud de la vieja Europa, la cuna de la Filosofía Griega, del Derecho Romano y de la civilización cristiana. ¿Qué queda de la denuncia de Sócrates, qué de los valores de la Ilustración y del "reino de los fines" kantiano? ¿Qué hay de la historia europea de la formación de los estados democráticos modernos, qué de la "libertad, igualdad y fraternidad"? ¿Dónde están esos valores de la justicia y la solidaridad que, se supone, apuntalaba la Carta Magna de los Derechos del Hombre y del Ciudadano?

La complicidad de la UE y, no digamos, de USA, es sangrante y no menos criminal que la política internacional china: se masacra a un pueblo inocente, religiosos y laicos, mujeres y hombres, niños y ancianos, etc. Y el "mundo civilizado y desarrollado" mirando a otra parte. Mejor dicho: mirando a China pero sólo como un megamercado muy jugoso y, por supuesto, mirando de reojo su despegue pues, al decir de muchos analistas sociopolíticos, será la próxima potencia hegemónica del mundo para antes de mediados de siglo.

Éste es el paraíso neoliberal de la globalización capitalista, el "fin de la historia" de Fukuyama: un escenario geopolítico en el que una vida humana vale menos que un pimiento. La prensa se limita a "informar" bastante poco y mal, la TV nos entretiene con "Fama" y el Chikilicuatre, y los partidos de la izquierda europea se dedican a hacer rebajas fiscales para ganar elecciones, mientras tanto. Y es que, si no fuera por lo esperpéntico y criminal de la situación, sería de risa comprrobar que los únicos que estén dando mínimamente la talla sean Sarkozy y Ángela Merkel: el primero, amenazando con la ausencia de los deportistas franceses en el evento (que no se producirá, les apuesto lo que quieran); y la segunda, siendo la única lideresa europea que ha tenido la dignidad de tratar al Dalai Lama como se merece. Si eso es porque China es comunista, es algo que no viene ahora al caso.

Pues nada: a seguir jugando a la lotería, comiendo hamburguesas y mirando la tele, que diría Morgan Freeman en "Seven". Desde luego, opino que, en estos tiempos laicos y de increencia, me resulta muchísimo más fácil creer en Dios que en el hombre. Hay quienes me acusan de ser muy pesimista y derrotista; no sé si pensarán lo mismo las víctimas tibetanas, o iraquíes, o las familias de los cuatro mil soldados americanos asesinados en la guerra, tras haber sido enviados allí con el engaño de Bush (muchos de ellos, pobres afroamericanos a los que el presidente republicano, de Misa y comunión, prometió regularizarles los papeles si iban a Irak). Por no hablar de las víctimas del hambre en el Tercer Mundo.

Si Europa tuviera vergüenza (que no la tiene, pues sólo tiene riqueza, tecnología y su parte en la OTAN) boicotearía, no la ceremonia inaugural, sino los JJOO en su totalidad. La antorcha olímpica habría que usarla para incendiar "el palacio de invierno". Pero, no: iremos a jugar y a ganar medallitas.

Ya lo dijo Luther King: "no me asusta el mal de los malos, sino el silencio de los buenos".

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