9 de mayo de 2008

El capital y el DSM

El diario norteamericano The New York Times ha publicado que el famoso Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM) podría no ser independiente de la industria farmacéutica.

El DSM es un auténtico best seller médico y, a día de hoy, es el manual más utilizado en consulta para definir la diagnosis de un paciente con síntomas psiquiátricos (yo mismo lo he estudiado en varias ocasiones y lo he utilizado para mis clases); traducido a más de veinte idiomas, podríamos llamarlo "la biblia de los psiquiatras".

El antecitado periódico estadounidense ha publicado que más de la mitad de los veintiocho especialistas encargados de preparar su próxima edición (prevista para 2012) mantiene algún lazo con firmas farmacéuticas.

Por otra parte, ya en 2006, investigadores de la Universidad de Tufts denunciaron que el 56% de los encargados de revisar la anterior edición del DSM había tenido, al menos, una relación económica con algún laboratorio entre 1989 y 2004.

Está claro que, de fondo, latirá el viejo debate dialéctico entre psiquiatras y terapeutas, así como el debate de la función (o necesidad en algunos casos) de los fármacos para el tratamiento de según qué trastornos. Recomiendo, al respecto, la visión de David Burns (en su reciente obra "Adiós Ansiedad"), que es uno de los principales exponentes norteamericanos de una de las corrientes psicológicas actuales más importantes: la cognitivo-conductual. En dicho libro, Burns expone (avalado por innumerables fuentes de investigación y estadísticas) cómo en un sinfín de casos, la química ha sido más un placebo que otra cosa para el tratamiento de trastornos de ansiedad y depresión (los dos mayoritarios, precisamente, en cuestiones de salud mental). El mismo Dr. Burns demuestra cómo los lobbies farmacéuticos han conseguido evitar que se publiquen todos los estudios e investigaciones que probaban cómo, en los anteriores trastornos citados, la terapia era más eficaz que los fármacos y, en muchísimos casos, hacían a éstos completamente innecesarios.

Una vez más observamos las consecuencias de esta tiranía del capital, de esta "capitalocracia" que gobierna la actual globalización. Sólo que, en esta ocasión, el capital está atentando contra algo tan absolutamente delicado, íntimo y urgente como es la salud, más aún, la salud mental.

La voracidad cruel e ilimitada del mundo del dinero (principal característica del neoliberalismo) tiene, una vez más, más importancia para la política sanitaria que la sanidad de los ciudadanos.

Claro que el Estado (USA en este caso) "no puede hacer nada", no puede "entrometerse" en las cuestiones que afectan a temas de los más graves del pueblo llano. El Estado no puede ni rozar al Mercado. Cosas del laissez faire, cosas del capitalismo neoliberal. Salvo que sea, claro está, para intervenir en las decisiones bancarias sobre los cambios de los tipos de interés, si se trata de ayudar a la Bolsa, quiero decir, a los grandes especuladores.

Mientras tanto, los ciudadanos honestos (entre ellos, los que tendrán que desangrarse sus bolsillos para curar la pesadilla de su depresión) seguiremos votando, seguiremos creyéndonos ingenuamente que esta oligarquía financiera, que nos gobierna, es una democracia.

Y no se le ocurra a Vd cuestionar esta democracia formal, pues enseguida el sistema hará funcionar su engranaje mediático para descalificarle como fascista. ¡Viva la libertad¡

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