29 de mayo de 2008

Pesadilla pre-veraniega

¡Qué mala noche he pasado! Debe ser el estrés, o el final de curso, o los dolores de cervicales, o el cambio climático. No lo sé, pero el caso es que esta noche lo he pasado francamente mal; he tenido una pesadilla que no me ha dejado descansar lo más mínimo. Y, como el derecho al desahogo es un derecho humano (aun cuando no esté recogido en la Carta Magna), y como una pena compartida es media pena, procedo, por vuestra benevolencia, a compartir mi horripilante sueño con mis amigos lectores:

"Yo vivía en un país moderno. Como todos los países modernos, en el mío se podía consumir libremente (incluso porros y porno), a nadie se obligaba, por ejemplo, a ir a Misa; la gente podía elegir libremente sus valores, se podía jugar a la lotería, e incluso había elecciones y todo. Así, por ejemplo, el marco jurídico en el que se desarrollaban las leyes, se construía en un Parlamento democrático (que se formaba por la elección de los ciudadanos) y no se decidía por las creencias religiosas de algunas personas o grupos.

Pues en ésas estábamos cuando se celebraron unas elecciones. Las ganó un partido progresista (no recuerdo el nombre -todos sabemos que, en el mundo onírico, las fronteras de la memoria se tornan tenues y difusas-) y llegó al poder. Pero, en esta ocasión, el partido perdedor, el conservador, no encajó demasiado bien la derrota. Era un partido muy escorado hacia la extrema derecha (el de la oposición, quiero decir) y, en esta ocasión -aunque cueste trabajo creérselo- contaba con el apoyo total y absoluto de los obispos que mandaban en la Iglesia católica de mi país. De hecho, estos obispos tenían una emisora de radio (que, en algunos casos, podía dar la ligera impresión de transmitir contenidos machistas, homófobos, racistas y xenófobos, pero era sólo una impresión) desde la que atacaban sin piedad al partido que había ganado las elecciones. A tal efecto, contrataron a un locutor fanático, integrista y algo loco, que vociferaba cada mañana contra el Gobierno, a razón de seis horas diarias.

Y así, por ejemplo, se inventaron una teoría conspiratoria según la cual, el Gobierno que se formó era ilegal porque había ganado las elecciones gracias a un atentado terrorista, decían. ¿Que cómo se sostenía esa teoría? No me lo pregunten; en los sueños, los contenidos que rebasan en exceso hasta a la misma ilógica, son deterrados de la memoria consciente.

Los obispos del país realizaron, por lo menos, cuatro manifestaciones callejeras contra el Gobierno (nunca antes lo habían hecho); apoyaban (junto al partido ultraconservador de la oposición) a la gente que, en dichas manifestaciones, insultaban a un parlamentario (por ser homosexual), al presidente del Gobierno, a los que creían en otro modelo de configuración del país (a los que llamaban terroristas), e incluso hasta al mismísimo rey (del que el locutor loco pidió su abdicación).

Se celebró el juicio por el atentado terrorista (al que la radio de los obispos atribuía la victoria electoral, afirmando que eran los terroristas los que habían puesto al Gobierno en el poder) y los jueces sentenciaron desmintiendo la teoría conspiratoria. Pero el partido ultraconservador, y su radio amiga, empezaron a atacar al juez "por vendido" al Gobierno.

Y así se llevaron cuatro años de oposición: crisparon, enervaron, dividieron, mintiero y odiaron. Se manifestaron repetidas veces, en plan pre-bélico (había antiguos golpistas y partidarios de una dictadura que había habido antes en el país, en dichas manifestaciones); dejaron de apoyar al Gobierno en la lucha antiterrorista; manipularon a los padres de los alumnos del país, para organizar una insurrección contra el sistema educativo (todo ello, por una asignatura de ética, a la que acusaban de ser típica de los países totalitarios...). Si nada parece tener sentido, no olviden que los sueños son el reino de lo irracional y lo absurdo.

Y llegaron las siguientes elecciones: Y el pueblo, cansado de esa oposición tan destructiva y destructora, se pronunció a favor del Gobierno que estaba y lo renovó.

Y entonces llega lo más espeluznante de la pesadilla: el líder de la oposición ultraderechista se reunió en secreto (no olvidemos que eran expertos en conspiraciones) con los obispos y con el locutor loco de la radio, e idearon un plan maquiavélico: el líder de la oposicón se haría pasar por un converso al centro -abandonando la extrema derecha-, los más duros del partido huirían despavoridos del mismo, al no poder soportar que se convirtiera en un partido moderado, dialogante, europeo y democrático; el locutor loco empezaría a lanzar suflamas incendiarias contra el líder de la oposición, llamándolo traidor y mentiroso; y se formaría una auténtica crisis dentro de dicho partido.

Al estar los más integristas de la derecha supuestamente en contra del líder de la oposición, eso atrajo simpatías exógenas hacia su persona, mantuvo los votos que tenía (pues la derecha es el electorado sociológicamente más fiel) y ganó otros muchos de los indecisos del centro, e incluso hasta algunos de la izquierda, despechados por ciertos errores del Gobierno.

Como consecuencia de todo lo cual, y por lo perfectamente bien que todos (obispos, locutor y políticos) interpretaron la farsa, el partido ultraconservador salió reforzado de la falsa crisis y ganaron las siguientes elecciones. Entonces, el lider (que se había convertido al centro de verdad, de tanto fingirlo) fue sacrificado por los suyos, pusieron a un extremista a gobernar y volvieron todos los duros que habían pseudodimitido. Para entonces, ya controlaban todos los medios de comunicación (y todos los demás) y fue imposible para mi país la restauración de la democracia y el progreso".

Y en éstas me desperté, sudando como un cerdo. Tenía mareos y hormigueos en las piernas. Incluso ahora mismo (siete horas después), aún me tiemblan las manos sobre el teclado. Esta noche me tomaré un ansiolítico antes de dormirme.

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