28 de mayo de 2008

Plan Colombia: la injerencia de Estados Unidos

Muy pocos mandatarios en el mundo tienen el honor de visitar al presidente George W. Bush y su familia en el rancho de Texas. Uribe, el presidente colombiano, es uno de ellos, y es que los dirigentes colombianos siempre han buscado, casi a cualquier precio, la cercanía con su poderoso vecino del Norte.

No sorprende entonces que Colombia sea uno de los cinco países del mundo que más ayuda militar estadounidense reciben. Ni que su embajada en Bogotá sea una de las más grandes, ni que en la actualidad existan 800 militares asesorando a las fuerzas armadas colombianas, ni que actúen a sus anchas y con permiso del Gobierno colombiano unos 600 mercenarios, llamados ahora contratistas. Mucho de este despliegue se supone que va destinado a la lucha contra el narcotráfico, pero para nadie es un secreto que el blanco principal son las guerrillas y cualquiera que resulte sospechoso de simpatizar con los insurgentes.

El modelo de intervención en la actualidad tiene nombre propio: Plan Colombia, desde el año 2000 hasta hoy se ha materializado en 5.000 millones de dólares. Casi la totalidad de la ayuda, 4.000 millones, ha sido destinada a las fuerzas armadas, el resto a cuestiones que parecen secundarias en este plan, como el desarrollo alternativa, los derechos humanos o el fortalecimiento de la justicia y la democracia.

Esta injerencia militar en asuntos internos colombianos es criticada por los países vecinos, que sólo ven como consecuencia el aumento de la carrera armamentística en la zona y la llegada de refugiados por el recrudecimiento de la guerra. Incluso el propio Departamento de Estado norteamericano ha congelado, en los últimos dos años, parte de los fondos destinados a los militares por los casos demostrados de ejecuciones extrajudiciales, desapariciones, torturas o, en general, por los numerosos procesos judiciales que implican a las fuerzas de seguridad por su actuar conjunto con los escuadrones de la muerte de extrema derecha, también conocidos como paramilitares.

Respecto a la guerra del narcotráfico, parece que se está perdiendo, ¿se quiso ganar alguna vez? Los cultivos apenas disminuyen, los precios en el mercado permanecen estables, a un narco extraditado a EEUU le sucede otro y el campesino ve arrasadas sus tierras con las fumigaciones con productos tóxicos, en vez de ofrecerle alternativas reales en un mercado dominado por los monocultivos de las grandes empresas.

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