19 de octubre de 2008

Nos engañaron

Nos engañaron, con luz y taquígrafos, a pleno sol.
El paraíso en la tierra, dijeron. ¡No hay más nada!
La piedra filosofal, prometieron. Es el numen.
Bonos, acciones, inversiones, planes de ahorro…
¡Quite Vd deuda pública! Es un negocio fácil.
El cielo se llama Wall Street, y está muy cerca,
a una sola llamada desde su celular. Globalización.
Que sí, hombre, que hay para todos, hay de sobra.
Se trata de dinero, qué si no. Pasta a granel, activos,
patrimonio para cubrir un cementerio de elefantes.
Participe, hombre, no se quede atrás, sin miedo,
Quien quiera agua, que se moje el trasero. ¡Claro!
Planes de pensiones, bolsa, ladrillo, mucho ladrillo,
razón técnica, sociedad de la información, lobbies.
Se lo repito: es dinero, muchísimo dinero, ¿que no?
La historia gritaba su lección en los libros,
en la memoria enterrada de nuestros abuelos,
en las hemerotecas, en documentales, en DVDs,
en alguna sala perdida de algún festival de cine
para lobos solitarios, nada comercial, un jueves,
versión original subtitulada y para sordos.
Nadie oyó, nadie quiso escuchar ni mirar:
Sólo se quemaban las barbas del vecino, nada más.
Olvide Vd a los románticos, a los quijotes, los álter,
que esconden su cobardía bajo una vistosa capa
de idealismo barato: no tienen alternativas ni planes,
sólo saben criticar, no viven en el mundo real, pero
usan la red para escribir blogs contestatarios. ¡Rojos!
Eso es lo que son: nostálgicos decimonónicos, basura.
Pero llegó el agujero negro apocalíptico, implacable:
se tragó todos los sueños de riqueza, las esperanzas
puestas en las noticias de las tres, las económicas.
Engulló nuestro sudor y nuestras lágrimas, insaciable;
succionó toda nuestra vida, y sigue amenazando
con comerse también nuestra muerte, nuestro fin,
con el seguro de decesos incluido, con la familia.
La póliza no cubría descalabros financieros.
¡Pobre banca! Lo perdió todo, lo de los demás.
Deambulo de la radio al lexatín, no me hallo:
en el cajón yacen los papeles mojados, la mentira,
que no valen nada, se los llevó el agujero negro.
Mi psiquiatra me recuerda que tengo tres pisos
sin terminar de pagar y sin construir, no existen
sino bajo la forma de otra deuda que me asfixia.
¿Y qué si existieran? Mis niños no se los comen,
dicen que son difíciles de digerir, que se repiten.

2 comentarios:

Alicia Mora dijo...

Que bueno.....genial post!El sistema hace aguas...sálvense quién pueda.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Alicia:
Muchísimas gracias. Un abrazo.

Rebelion

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