30 de octubre de 2008

Videoclub Paradise

¿Quién no recuerda aquella deliciosa película, "Cinema Paradise", en la que se hacía un nostálgico panegírico del extinto cine de pueblo y de barrio? Al magistral guión, y no menos magistral interpretación de los actores, se le unía una inolvidable banda sonora, enmarcándose todo el conjunto en una de las películas, probablemente, más tiernas de la historia del séptimo arte.

Cuento esto porque hoy, inevitablemente, se me ha venido esa cinta al recuerdo, al comprobar cómo el último videoclub que yo conozco en Sevilla (el Drugstore de la avenida Ramón y Cajal), está liquidando, pues también va a cerrar "por quiebra de la empresa", dicen.

Primero cayeron los videoclubes de barrio; después la gran cadena Choosbuster. Y ahora el Drugstore. Ésta última empresa tenía cuatro establecimientos en la ciudad. Pues fueron cerrando uno a uno, y reconvirtiendo los locales en tiendas de decoración del hogar (cuyos productos se ve que no son susceptibles de "ser pirateados" ni "bajados con el Emule"). Y el último que quedaba ha anunciado ya su requiescat in pace.

Lejos quedan las tardes de sábado lluviosas en que uno cogía a sus niños y se iba con ellos al videoclub, a echar un agradable rato eligiendo la película que después íbamos a disfrutar en la "sesión familiar", con chuches y palomitas del microondas. Lejos también esas noches de Rodríguez (en que uno tenía a la familia en la playa) y decía: "esta noche me zampo una peli del videoclub con una cerveza helada". Lejos...tantas cosas.

Y lo peor es que yo me tengo que sumar personalmente a los que, ante la pregunta de "quién mató al videoclub", respondemos: "Fuenteovejuna, todos a una", pues también colaboré con la piratería. Mea culpa.

Desde luego, si cuento esto no es para hacer una semblanza de mis gustos personales sino para confesaros que, si cuando a partir de ahora, cuando pase por la puerta del "ex-videoclub" y vea una magnífica tienda de jarrones y tapices para sillas, siento un pellizco por dentro, es porque esta nueva "muerte" (que, me temo, no será la última) es para mí una metáfora de que nos están cambiando el mundo, y cada vez lo reconozco menos: ya no hay cines de barrio (a cambio, el sistema nos "ofrece" multicadenas de cine integradas en esos shopping-centers en los que, antes o después de la peli, puede Vd comprar ropa en tiendas de Inditex o comer una "sanísima" hamburguesa del Burger King y beber un café en el Starbucks); ya casi no quedan las pequeñas tiendas de barrio (ahogadas y asfixiadas por los megasupermercados de los megacentros comerciales); ya no juegan los niños en las calles (están en casa, con la Nintendo, la Play o el PC); ya no van los jóvenes a tomarse un vino de la tierra y una tapa casera al mesón castizo del barrio (van todos al Mc Donald, a tomar el menú de Cheeseburger con Coca-Cola); ya ni siquiera respetamos nuestra lengua (la mutilamos, convirtiéndola en un amasijo de consonantes ininteligibles, en los sms), etc, etc, etc, etc.

Pero sí: la globalización da muchas satisfacciones. Que dicen. Si os parezco pesimista es porque me he puesto triste con el último "asesinato" de la "era tecnotrónica", que diría Brzezinski. Claro que valoro la fuerza del progreso (aunque lo valoraría infinitamente más si fuera para todos) pero no puedo evitar la melancolía que me produce pagar su precio.

¡Adiós, videoclub: te recordaré siempre! Te extrañaré, que dicen en Argentina.

"Videoclub Paradise". Se me antoja hermoso título para mi marcha fúnebre, para la elegía a la muerte de tantas cosas, de tantas víctimas de la neoliberal sociedad "postmaterialista", que se atreven a llamarla algunos. (No quiero olvidar mi lamento por esas chicas jóvenes, dependientas, que se van al paro).

"Recuerde al alma dormida,
avive el seso y despierte,
¿sabe alguien si en Sevilla
queda aún algún videoclub?"

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