23 de abril de 2008

Colombia: un país empobrecido.

Colombia no es un país pobre sino empobrecido. Petróleo, carbón, oro, platino, niquel, millones de hectáreas de bosques, una biodiversidad de las más altas del planeta y agua, mucho agua, podrían propiciar un nivel de vida muy aceptable. Esa riqueza es la que atrae la inversión de multinacionales en la explotación de sus recursos naturales, en el sector financiero o en las telecomunicaciones.

Pero sólo se benefician unos pocos: aproximadamente la mitad de la población -20 millones- es pobre, casi 7 millones son indigentes. Quizá con vergüenza, los dirigentes colombianos tendrían que reconocer que no han sabido o no han querido manejar sus recursos para mejorar las condiciones de vida. Hasta el Banco Mundial lo admite: las diferencias entre ricos y pobres son las mismas que hace 70 años. Las razones fundamentales son la extremada corrupción, tanto en la Administración nacional como en los poderosos clanes de los dirigentes locales, y la acumulación de la riqueza en esas mismas élites que ha impedido la aplicación de políticas sociales por parte del Estado.

En las últimas dos décadas se ha producido una contrarreforma agraria coincidiendo con el auge del narcotráfico y la proliferación de los escuadrones de la muerte, conocidos comúnmente como paramilitares, al servicio de los grandes terratenientes e industriales. Ahora el 0,4 % de propietarios posee el 61% de la tierra productiva, una concentración de tierras, lograda a golpe de machete y bombardeos, más cercana a un sistema feudal que a una moderna democracia.

Las nuevas plantaciones de palma africana en la costa pacífica colombiana son un claro ejemplo. Desde hace siglos los campesinos combinaban los cultivos nativos con el uso sostenible del bosque tropical. A finales de los 90, con el pretexto de que había que desalojar a la guerrilla, una operación conjunta entre militares y paramilitares dejó decenas de campesinos asesinados y desplazó a varios miles de los ríos Cacarica, Curvaradó y Jiguamiandó. Cuando se decidieron volver a esas tierras, que según la constitución colombiana les pertenece, el bosque húmedo había desaparecido y ocupaban su lugar miles de hectáreas de palma destinadas a la producción de aceite y biocombustibles para abastecer, entre otros mercados, al europeo. La conciencia ecologista de los países desarrollados a cambio de la segunda selva con mayor biodiversidad del mundo. Parece ecológicamente incongruente, pura hipocresía, que por falta de información nos tragamos.

Enfoca financia un proyecto de educación para el desarrollo comunitario en una de esas comunidades masacradas que decidieron volver a sus tierras y proclamarse comunidades de vida rechazando cualquier actor armado: guerrilla, paramilitares y militares.

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